Polonia vivi¨® una semana de terror bajo la ley marcial
"Poblaci¨®n aterrorizada por fuerza militar. Internamientos masivos en condiciones deplorables. Golpe para la esperanza y el entendimiento nacional. La naci¨®n no retroceder¨¢ y no renunciar¨¢ a la renovaci¨®n democr¨¢tica. Pedimos libre actividad del presidente del presidium de Solidaridad, Lech Walesa, quien sigue siendo indispensable para el equilibrio nacional". El dram¨¢tico telegrama recibido el jueves 17 en Par¨ªs lleva la firma de Josef Glemp, primado de la Iglesia cat¨®lica polaca. Hace ya cinco d¨ªas que los tanques y los rumores se apoderaron de los polacos. La fecha maldita, domingo 13 de diciembre, ocupar¨¢ un lugar de honor en la historia de las dictaduras militares. La ira, la tristeza y la desesperaci¨®n cubrieron, en compa?¨ªa de la nieve, todo el pa¨ªs.
Ocurri¨® lo que todos tem¨ªan. Pero a todos cogi¨® por sorpresa; incluso a los servicios de inteligencia norteamericanos. Igual que pas¨® con Ir¨¢n y Afganist¨¢n. "Se trata de un fracaso colectivo. No hay que echarle la culpa al presidente Ronald Reagan ni al Pent¨¢gono. Fuimos tomados por sorpresa, es un fallo de todos", admiti¨® anteayer, viernes, Richard Perle, subsecretario norteamericano de Defensa para Asuntos de Seguridad Nacional.Y as¨ª, por sorpresa, diecisiete meses de primavera polaca desembocaron, brutal y bruscamente, en un infierno.
"Al menos los tanques no son sovi¨¦ticos". Este fue el ¨²nico respiro que les qued¨® a los polacos cuando el domingo se asomaron a la ventana y comprobaron, a la luz de un sol brillante, que la proclama del general Wojciech Jaruzelski, con los acordes del himno nacional de fondo, no hab¨ªa sido un mal sue?o. S¨®lo que la realidad era a¨²n peor que la m¨¢s t¨¦trica de las pesadillas.
Un Consejo Militar de Salvaci¨®n Nacional reg¨ªa desde la medianoche los destinos de Polonia Quince generales y cinco corone les hab¨ªan dado a luz lo que un portavoz oficial calific¨® de "segunda revoluci¨®n polaca". Polonia (la "extensi¨®n llana, el campo", seg¨²n reza su nombre) se encontraba en estado de guerra (stan wojenny). Todo estaba prohibido. Los tel¨¦fonos hab¨ªan enmudecido por completo. Las gasolineras estaban cerradas. Y la casi totalidad de los dirigentes del poderoso sindicato independiente Solidaridad, detenidos; internados, seg¨²n la jerga de los golpistas.
No hab¨ªa inmunidad ni siquiera para renombrados miembros del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP, comunista). Entre el millar de detenciones que se practicaron en las, primeras horas de vigencia de la ley marcial figuraban seis ex miembros del Politbur¨®, encabezados por el que fuera primer secretario del partido hasta septiembre del pasado a?o, Edvard Gierek. Junto a ¨¦l pasaron a los calabozos el ex primer ministro Piotr Jaroszewicz, el ide¨®logo Jan SzydIak, el experto en relaciones internacionales Tadeusz Wrazaszczyk y uno de los principales enemigos de los mineros silesianos, Sdzislaw Grudzien.
El general Jaruzelski -hasta entonces primer ministro, primer secretario del POUP y titular del Ministerio de Defensa- guardaba as¨ª las apariencias, en un desesperado intento de dotar de credibilidad a su golpe de mano. La corrupci¨®n tambi¨¦n ten¨ªa su merecido.
Su voz, firme y paternal a la vez, hab¨ªa servido de tr¨¢gico despertador dominical para los polacos. "Nuestro pa¨ªs se encuentra al borde del abismo. La estructura estatal ha dejado de funcionar; tenemos que hacer algo antes de que nos veamos envueltos en una guerra civil". Tras arremeter contra Solidaridad, asegur¨® que "no se trata de un golpe de Estado", que no pretend¨ªan imponer una "dictadura militar".
Mazurcas de Chopin (una m¨²sica muy poco militar) endulzaban los intermedios. Y una y otra vez, a lo largo de veinte interminables minutos, JaruzeIski recordaba, por radio y televisi¨®n, que una tras otra todas las libertades hab¨ªan sido sepultadas por la fuerza de las armas.
Todo prohibido
Todo quedaba prohibido: reunirse, manifestarse, abandonar los lugares de residencia sin permiso, pegar carteles en las paredes, distribuir octavillas, salir a la calle entre las diez de la noche y las seis de la ma?ana, ir sin carn¨¦ de identidad, echar gasolina, sacar m¨¢s de 10.000 zlotys del banco, hacer colectas, organizar encuentros deportivos, portar armas blancas.
Y hay de aquel que se resista a un registro domiciliario. O de aquel que vaya a la huelga. O del que se niegue a ser militarizado. Los tribunales militares se est¨¢n encargando de ellos. Las ¨®rdenes incluyen la entrega a las autoridades de todas las emisoras privadas de radio, armas de fuego y sustancias explosivas.
La noche de aquel s¨¢bado fue, como ha afirmado el diario franc¨¦s Le Monde, "la noche de las libertades perdidas".
La comisi¨®n nacional de Solidaridad estaba reunida, sus 107 miembros, en los astilleros Lenin, al borde de las aguas del B¨¢ltico, en un brazo del delta del V¨ªstula. Fuera hac¨ªa mucho fr¨ªo y estaba nevado. Dentro, acalorados debates culminaron en la aceptaci¨®n de una dura y premonitoria resoluci¨®n presentada por Jan Rulewski, presidente de la secci¨®n sindical de Bydgoszcz.
La resoluci¨®n determinaba que, en caso de que la Dieta (Parlamento) otorgara plenos poderes al Gobierno (con lo que quedar¨ªa suspendido el derecho de huelga), se ir¨ªa a un paro total al d¨ªa siguiente. Y rezaba as¨ª literalmente: "Si se impide actuar a las instancias superiores del sindicto, los trabajadores deber¨¢n declararse en huelga de inmediato, sin esperar orden alguna".
Pero los dirigentes sindicales fueron a¨²n m¨¢s all¨¢: el 15 de febrero, Solidaridad organizar¨¢ un refer¨¦ndum en los centros de trabajo sobre "los m¨¦todos empleados por el Gobierno en el poder". Cinco fueron las preguntas que el golpe militar dej¨® sin respuesta: ?dar¨ªa usted un voto de confianza al general Wojciech Jaruzelski? ?Es partidario de un Gobierno provisional y de convocar elecciones libres para los principales ¨®rganos del pa¨ªs? ?Est¨¢ usted de acuerdo en que Polonia otorgue garant¨ªas militares dentro de su territorio a la Uni¨®n Sovi¨¦tica? ?Puede el POUP ser el instrumento de tales garant¨ªas en nombre de toda la sociedad polaca?
Alguien irrumpe en la reuni¨®n. "Estamos aislados. No funcionan los tel¨¦fonos ni se puede transmitir por t¨¦lex". El caso es que no es la primera vez que esto ocurre. Hasta los m¨¢s pesimistas se resisten a pensar en lo peor. Prefieren creer que las comunicaciones se restablecer¨¢n en breve.
Pasada la medianoche, se disuelve la reuni¨®n y los delegados vuelven a sus hoteles. Lech Walesa, el electricista de 38 a?os convertido en l¨ªder sindical, se va a su casa, donde relata a su esposa, Donuta, encinta por s¨¦ptima vez (espera otro hijo para la primavera), los pormenores del debate.
La verdad es que no las tiene todas consigo. Cuando salieron de los astilleros hab¨ªan visto un despliegue inusitado de milicianos. Alguien pregunt¨® qu¨¦ ocurr¨ªa. "Nada importante: est¨¢ en marcha una gran redada de inalhechores", respondi¨® uno de los j¨®venes uniformados. Para colmo, a lo largo de todo el d¨ªa se hab¨ªan ido acumulando mensajes de distintos voivodatos (provincias) con un denominador com¨²n: la presencia militar en las calles y carreteras era superior a la normal.
Primeras detenciones
En menos de tres horas s¨®lo quedaban en libertad cinco dirigentes de Solidaridad, que consiguieron esconderse a tiempo. Las redadas de los milicianos fueron vistas y no vistas. En silencio, y ante el asombro de los porteros del Gran Hotel, del Monopol, del Hevelius..., se hab¨ªan llevado consigo a m¨¢s de un centenar de sindicalistas, introduci¨¦ndoles en autobuses, que partieron inmediatamente con rumbo desconocido.
A Walesa le fueron a buscar a su casa y le trasladaron en un avi¨®n militar a Varsovia "para negociar con las autoridades". El domingo se dijo que estaba en conversaciones con el ministro de Trabajo.
Hac¨ªa tiempo que Solidaridad hab¨ªa previsto, aunque lejana, la posibilidad de que los militares tomaran el poder en el pa¨ªs, y exist¨ªan instrucciones concretas a sus diez millones de afiliados: la huelga general habr¨ªa de apoyarse en dos pilares, los paros generalizados y la ocupaci¨®n de los principales centros de trabajo, que se constituir¨ªan en fortalezas. Y as¨ª ocurri¨® inmediatamente en los astilleros b¨¢lticos, en las minas de Silesia (el Ruhr polaco), en las f¨¢bricas de tractores Ursus, en las siderurgias de Huta Warszawa, Nova Huta (enorme complejo de diez kil¨®metros cuadrados), Huta Katowice en las f¨¢bricas de autom¨®viles SSO... y en cientos de puntos de todo el pa¨ªs, incluidas las universidades.
Las instrucciones de Solidaridad tambi¨¦n rezaban para los polic¨ªas y militares afines al sindicato: "El deber patri¨®tico elemental de cada soldado, de cada funcionario de las fuerzas del orden, es el de oponerse a las instrucciones que se den por todos los medios posibles. Los trabajadores de la MO (milicia) y de la SB (seguridad) deber¨¢n comenzar inmediatamente a destruir todos los documentos que puedan facilitar el exterminio de polacos".
Algunos, como ocurri¨® con dos soldados que el viernes hab¨ªan recibido la orden de presentarse en el cuartel, optaron por desertar antes de "tener que disparar contra nuestros hermanos", seg¨²n explicaron a su llegada a Suecia, a bordo de un transbordador.
La "fortaleza" Lenin
Los astilleros Lenin, de Gdansk (la antigua Danzig), escenario de los sangrientos sucesos de 1970 y del nacimiento de Solidaridad hace a?o y medio, volvieron a desempe?ar un papel hist¨®rico. El mismo domingo comenz¨® su ocupaci¨®n, su transformaci¨®n en fortaleza, y al frente de la misma se puso Miroslaw Krupirtski, uno de los vicepresidentes del sindicato (finalmente fue detenido el mi¨¦rcoles). Se lanz¨® un llamamiento a la huelga general para exigir "la liberaci¨®n de todos los detenidos y la anulaci¨®n del estado de sitio".
Entre los ocupantes estaba una mujer diminuta, Arma Walentynowicz. Su despido, en 1980, fue la chispa que provoc¨® el surgir de Solidaridad. Anna llora al volver a ver a sus compa?eros, una vez m¨¢s, atrincherados.
Los viajeros que ese d¨ªa recorrieron los 348 kil¨®metros que separan Gdansk de la capital comprobaron c¨®mo la entrada a la ciudad desde el Sur estaba guardada por nueve blindados, pudiendo distinguirse m¨¢s por los caminos vecinales adyacentes. Asimismo tuvieron que traspasar varios controles policiales, y los escasos veh¨ªculos que circulaban eran registrados una y otra vez.
En Varsovia, la gente va a misa, pero no como todos los domingos. A partir de ese d¨ªa, las parroquias han pasado a ser los ¨²nicos puntos de reuni¨®n tolerados. Desde la iglesia de los jesuitas el primado lanza un llamamiento a favor de la calma y, tras condenar el golpe, pide a sus conciudadanos que eviten el derramamiento de sangre.
"Asunto interno"
Las reacciones internacionales, en un principio, son lentas y, sorprendentemente, poco tajantes. Se repite en Occidente la manida frase de que lo ocurrido no pasa de ser un asunto interno, y Estados Unidos y la Organizaci¨®n para el Tratado del Atl¨¢ntico Norte (OTAN) lanzan advertencias a la Uni¨®n Sovi¨¦tica para que se mantengan al margen. Seg¨²n pasan los d¨ªas y los hechos (al menos nueve muertos y m¨¢s de 50.000 detenidos) demuestran que la dictadura del proletariado ha pasado a ser una vulgar dictadura militar, los pa¨ªses occidentales se vuelcan en favor del pueblo polaco: miles de manifestantes (eso s¨ª, con ostensibles ausencias comunistas en muchos casos) se echan a la calle, se refuerzan los programas de ayuda sanitaria y alimenticia (a excepci¨®n de Estados Unidos, que la suspende) y se suceden los llamamientos de los principales dirigentes: del presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand; del canciller germano occidental, Helmut Sclimidt; de la primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher.
El mi¨¦rcoles, los ministros de los diez pa¨ªses miembros del Mercado Com¨²n piden a todos los pa¨ªses firmantes del Acta Final de Helsinki que "se abstengan de inmiscuirse en los asuntos internos de Polonia".
Desde el Vaticano, el Papa polaco, ex arzobispo de Cracovia, intenta desesperadamente comunicarse con las jerarqu¨ªas cat¨®licas de su pa¨ªs y pide calma a la poblaci¨®n. El lunes, el presidente Ronald Reagan le llama por tel¨¦fono: "Su Santidad, quiero que sepa cu¨¢n preocupados estamos por lo que ocurre en su patria".
El golpe cogi¨® por sorpresa al secretario de Estado norteamericano y a su colega vaticano. Alexander Haig, que se encontraba en Bruselas, suspendi¨® su proyectada gira por diversos pa¨ªses europeos, ¨¢rabes y asi¨¢ticos, y volvi¨® r¨¢pidamente a Washington. Y el cardenal Casaroli, que estaba en M¨¦xico, tambi¨¦rivol¨® a la capital norteamericana, donde fue recibido por Reagan en la Casa Blanca a mediod¨ªa del martes.
Ultim¨¢tum sovi¨¦tico
El jueves, en una conferencia de Prensa, Reagan calificaba de ingenuos a aquellos que cre¨ªan que Mosc¨² no estaba detr¨¢s de lo que ocurre en Polonia.
Apenas s¨ª hab¨ªa pronunciado estas palabras cuando la BBC de Londres (quie durante toda la crisis ha mantenido un excelente equipo de radioescuchas) aseguraba que el golpe de fuerza de Jaruzelski tuvo su origen en el ultim¨¢tum lanzado por el comandante en jefe de las fuerzas del Pacto de Varsovia, mariscal Viktor Kulikov. El viernes 18 se confirmaba que el militar sovi¨¦tico est¨¢ desde hace m¨¢s de quince d¨ªas en Varsovia, al frente de un reducido estado mayor.
"Si t¨² no lo haces, lo haremos nosotros", le asegur¨® Kulikov en una entrevista mantenida bien el jueves 10, bien el viernes 11.
Y el hasta entonces moderado Jaruzelski opt¨® por responsabilizarse del futuro polaco.
El nombramiento del general Jaruzelski al frente del Gobierno el pasado mes de febrero, fue bien recibido, en un principio, por los sindicalistas, pues aunque era ministro de Defensa en 1968, se le atribuye la decisi¨®n de que las tro pas polacas no dispararan contra los manifestantes. Jaruzelski tiene actualmerite 58 a?os y se cree que a sus padres les mataron los rusos durante la, guerra entre ambas naciones.
Huelga general
Las primeras reacciones en Mosc¨² tras el golpe del d¨ªa 13 fueron positivas y cautelosas a la vez; se intentaba dar la impresi¨®n de que lo ocurrido era, efectivamente, un asunto interno. Pero los nervios empezaron a cundir al comprobar que la resistencia se organiza, se extiende y desborda las propias fronteras polacas. El viernes qued¨® constituida una comisi¨®n coordinadora de Solidaridad en el exilio, con base en Zurich.
El llamamiento a la huelga general, la ¨²ltima informaci¨®n que pudieron transmitir los corresponsales extranjeros, fue seguido en m¨²ltiples centros industriales del pa¨ªs. El comit¨¦ nacional de huelga qued¨® integrado el mismo domingo por los delegados de los astilleros Lenin, representantes de 48 empresas de Gdansk, una veintena de miembros del aparato de Solidaridad y un representante del presidium. El lunes, los obreros llegaron a los astilleros, el casco en la cabeza y el brazalete blanco y rojo en el brazo. Se suceden los intentos de desalojo por la fuerza, pero hasta el mi¨¦rcoles la fortaleza permanece en pie. Cientos de heridos es el balance de la actuaci¨®n militar. El diario local Glos Wybrzeza relata lo sucedido "por culpa de aqu¨¦llosque perdieron totalmente el instinto de conservaci¨®n".
Se habla de m¨¢s enfrentamientos, de muertos y de m¨¢s heridos. Los rumores son el pan de cada d¨ªa. El de verdad, el de trigo, est¨¢ racionado. Las emisiones de Radio Varsovia aseguran al principio de la semana que todo est¨¢ en calma, a pesar de la actuaci¨®n de algunos irresponsables; que el orden ha vuelto a las calles polcas, que la situaci¨®n se ha normalizado. El jueves se reconoce oficialmente la muerte de siete mineros de Silesia, en la mina Wujek. Asimismo se inform¨® de lo ocurrido en Gdarisk: 164 civiles y 160 polic¨ªas heridos es el balance facilitado por la emisora. Tras emitir dos nocturnos de Chopin, una voz masculina comenta solemnemente: "Estas v¨ªctimas eran innecesarias". Y se sabe ya, aunque no lo confirman, que otras dos personas han perdido la vida en Wroclaw.
La tensi¨®n crece por momentos. Radio Varsovia advierte que "la polic¨ªa y el Ej¨¦rcito han recibido orden de disparar si surgen incidentes serios".
Las agencias enmudecen
Las agencias de Prensa hab¨ªan estado informando el domingo sin problemas. Pero, sin previo aviso, todas las l¨ªneas enmudecieron a las tres de la tarde del lunes. Hasta el viernes no se abri¨® una l¨ªnea de t¨¦lex que, previo paso por la censura, permite trabajar a los periodistas extranjeros, que han tenido que volver a acreditarse, esta vez ante el Consejo Militar de Salvaci¨®n Nacional.
Los corresponsales que optaron por salir del pa¨ªs fueron minuciosamente registrados y requisado todo el material informativo que llevaban, incluidos rollos de pel¨ªculas y publicaciones de Solidaridad. Igual ocurr¨ªa con los extranjeros que abandonaban el pa¨ªs. Durante casi tres d¨ªas el Chopin Express -que une Varsovia con Viena a trav¨¦s de Checoslovaquia- y los transbordadores del B¨¢ltico sirvieron para que los polacos residentes en el extranjero pudieran abandonar su pa¨ªs.
El misterio m¨¢s absoluto ha venido rodeando la suerte de Lech Walesa desde que se lo llevaron de su casa en la madrugada del domingo. No obstante, se ha confirmado que el secretario de la Conferencia Episcopal, monse?or Dabrowski, le visit¨® el mismo domingo y le llev¨® ropa limpia el lunes.
Fuentes sindicales aseguran que el dirigente de Solidaridad se encuentra arrestado en una residencia del Gobierno, en los alrededores de Varsovia, que est¨¢ muy deprimido y que se niega rotundamente a aparecer en televisi¨®n, a menos de que antes le permitan entrevistarse con sus colaboradores m¨¢s pr¨®ximos y con el primado polaco. A su vez, el arzobispo Glemp se niega a negociar con Jaruzelski en tanto que Walesa no recobre la libertad.
?Es Walesa?
El jueves la televisi¨®n polaca ofreci¨® im¨¢genes de Walesa (al menos eso es lo que dijo el presentador uniformado, a pesar de que el personaje enfocado apenas s¨ª recordaba al l¨ªder sindical m¨¢s que por los bigotes) sentado junto a unos militares. En Europa Occidental se est¨¢n analizando detenidamente los fotogramas para intentar comprobar si se trata o no de un doble. Ayer se habl¨® de un supuesto ataque card¨ªaco, y en d¨ªas anteriores, rumores absolutamente sin confirmar suger¨ªan que Walesa hab¨ªa muerto.
Entre los detenidos (las autoridades militares s¨®lo reconocen la cifra de 3.500) no s¨®lo hay sindicalistas, sino tambi¨¦n intelectuales, estudiantes, miembros de la famosa Academia de Ciencias, la Polska Akademia Nauk (PAN), encargada de coordinar la investigaci¨®n cient¨ªfica y sociol¨®gica a trav¨¦s de numerosas instituciones. Tambi¨¦n hay directores de f¨¢bricas, funcionarios y miembros del partido. Todos ellos se amontonan en campos de concentraci¨®n y en las c¨¢rceles, especialmente en la de Bialoleka, en Varsovia, donde las celdas no dan abasto para albergar tanto nuevo recluso y donde la crudeza del invierno hace de las suyas.
Minutos antes del mediod¨ªa del martes 15, gruesos contingentes de milicianos y soldados hab¨ªan rodeado el palacio Staszic, a orillas del V¨ªstula, procediendo al arresto de decenas de personas, incluidos estudiantes y empleados. Gritos de "fascistas, fascistas" fueron repetidamente lanzados por los transe¨²ntes. contra las fuerzas del orden.
En la tarde del mi¨¦rcoles la televisi¨®n polaca hizo p¨²blica una lista de sesenta personalidades internadas, incluidos numerosos miembros del presidium de Solidaridad, de la Confederaci¨®n por una Polonia Independiente y del ex Comit¨¦ de Defensa de los Obreros (KOR), incluido Jacek Kuron. Lech Walesa no figura en esta lista. El presidente de Mazowsze, la secci¨®n de Solidaridad en la capital polaca, fue arrestado en la f¨¢brica de tractores Ursus, a treinta kil¨®metros de Varsovia. La Prensa (tan s¨®lo se publican los ¨®rganos del POUP y del Ej¨¦rcito) publica fotograf¨ªas de los detenidos.
El mismo mi¨¦rcoles comenzaron los procedimientos judiciales contra decenas de dirigentes sindicales y estudiantiles acusados de no respetar las disposiciones de la ley marcial del estado de guerra.
Seg¨²n inform¨® Liberation, de Par¨ªs, aunque no pudo confirmarlo plenamente, el periodista de Solidaridad Jerzy Zielevisky, que estaba preparando la aparici¨®n de un diario sindical, se quit¨® la vida en el momento de enterarse de que los militares hab¨ªan dado un golpe de Estado.
Repatriaci¨®n
Ocho aviones charter partieron el mi¨¦rcoles y jueves hacia Par¨ªs, Londres, Mosc¨², Roma, Estocolmo, Nueva York, Budapest y Estambul para repatriar a los extranjeros que se encontraban a¨²n en Polonia, y devolver a su pa¨ªs a los polacos que se encontraban fuera.
El Episcopado polaco endurece s¨²bitamente su postura inicial y el jueves hace llegar a Europa Occidental un dram¨¢tico llamamiento, asegurando que "la naci¨®n polaca no retroceder¨¢ ni renunciar¨¢ a la odnowa (renovaci¨®n) democr¨¢tica". M¨¢s de un medio informativo habla de preguerra civil, y hasta el embajador polaco en Lisboa da a entender que su pa¨ªs, a pesar del golpe, sigue estando "al borde del abismo". Seg¨²n pasan los d¨ªas, los polacos creen cada vez menos en que se pueda evitar un ba?o de sangre.
Entretanto, la presencia militar se acrecienta sobre las nevadas calles de Varsovia y de las principales ciudades de este estrat¨¦gico territorio de tan dif¨ªcil historia. Una historia que los golpistas aprovechan para justificar sus actos. Los programas infantiles de la televisi¨®n muestran a un valeroso y patri¨®tico joven polaco que lucha contra la orden de los caballeros teutones. Y los adultos han de entretenerse con pel¨ªculas (como la que pusieron el mismo d¨ªa 13) en las que el poderoso Ej¨¦rcito sovi¨¦tico derrota a los nazis. El ¨²nico problema, piensan los telespectadores, es que, en esta ocasi¨®n, el posible objetivo son los trabajadores polacos. El mi¨¦rcoles, y a lo largo de setenta minutos, se emite un programa especial en el que intervienen historiadores de Budapest sobre el aplastamiento de la insurrecci¨®n h¨²ngara de 1956.
Esa misma noche, seg¨²n se supo ayer, la Uni¨®n Sovi¨¦tica mantuvo en estado de m¨¢xima alerta a todas sus tropas fronterizas.
En la reuni¨®n que la comisi¨®n nacional de Solidaridad hab¨ªa celebrado el s¨¢bado en Gdarisk se hab¨ªa decidido convocar para el jueves 17, aniversario de los sangrientos sucesos de hace once a?os, una "jornada de protesta nacional contra el recurso a la violencia en los conflictos sociales".
El miedo a las armas y a los blindados no impidi¨® que cientos de j¨®venes llenaran la Plaza de la Victoria, por la tarde, y fueran brutamente disueltos; eso s¨ª, con porras y mangueras de aguas, de agua a presi¨®n y a quince grados bajo cero. En respuesta, los manifestantes gritaban a coro: "?Gestapo!".
Y a mayor represi¨®n, creciente resistencia, activa y pasiva. Una atenta escucha de Radio Varsovia permite descubrir, por ejemplo, que 140 autobuses y tranv¨ªas no pudieron circular el martes en Lodz "porque faltaban neum¨¢ticos y piezas de recambio". O bien que, en Cracovia, los conductores de los autobuses siguieron trabajando voluntariamente para sustituir al turno siguiente, que lleg¨® con retraso.
"La calma y la gravedad" prevalecen en numerosas ciudades polacas, asegura Radio Varsovia en la ma?ana del jueves. "El trabajo se desarrolla normalmente".
Pero hay un llamamiento a la huelga general para el s¨¢bado, precisamente el d¨ªa en que Le¨®nidas Breznev cumple 75 a?os. Por primera vez desde el domingo, el viernes aparece un locutor sin uniforme en el ¨²nico canal que hay abierto de televisi¨®n, pero es para recordar a todos los funcionarios y a todos los trabajadores de las empresas militarizadas que "el s¨¢bado es un d¨ªa laborable".
En la recepci¨®n del Kremlin se echa en falta la presencia de las autoridades polacas. En su ausencia, los restantes dirigentes del Pacto de Varsovia habr¨¢n previsto el desdichado futuro que les espera a los polacos, sin excluir la presencia directa de tropas sovi¨¦ticas.
Hostilidad
"La impresi¨®n que da Varsovia es un tanto extra?a", explica a la agencia France Presse un joven canadiense llegado a Londres el jueves, y que hab¨ªa presenciado un encierro estudiantil en la Universidad de Varsovia. "Aparentemente la vida sigue su curso normal, pero es evidente que un 90% de la gente es hostil a la declaraci¨®n del estado de sitio. Hay una clara resistencia pasiva".
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