Nueva estad¨ªstica sobre pr¨¢cticas religiosas
Los obispos de esta Iglesia nuestra, atentos a la ?lectura de los signos de los tiempos?, y en vista de que lo que hoy m¨¢s se lleva son las rememorizaciones en clave nost¨¢lgica, especialmente por lo que a las m¨²sicas bailables para carrozas respecta, han acudido nada menos que a la moda camp (coet¨¢nea del twist, los inicios de los Beatles y la minifalda) consistente en realizar encuestas de pr¨¢ctica dominical por toda la geograf¨ªa espa?ola. As¨ª acaban de decidirlo en la ¨²ltima sesi¨®n plenaria de la Conferencia Episcopal. No se trata, sin embargo, de reeditar elep¨¦s antol¨®gicos de los m¨¢s c¨¦lebres bailes de cifras de la ¨¦poca (en que la orquesta acostumbraba a dirigirla monse?or Rogeli Duocastella). Bien sabemos todos que a la Iglesia posconciliar, espoleada por las intermitentes pero inagotables declaraciones y manifiestos de los cen¨¢culos progresistas -nost¨¢lgicos hoy tambi¨¦n de otros papas y ritmos conciliares- cuando de ?leer signos de los tiempos se trata?, no hay quien la detenga ni le d¨¦ alcance. De suerte que si la Espa?a de los ochenta reedita bailables, ella, superando tal iniciativa, fabricar¨¢ nuevos bailes de cifras, aunque no sin recuperar los ritmos de los a?os sesenta.Organizar una encuesta para conocer los niveles de la pr¨¢ctica dominical en Espa?a significa, por consiguiente, situar de nuevo a la sociolog¨ªa ¨¢ la rescousse de la burocracia eclesi¨¢stica y al servicio, esta vez, de ese festival de la nostalgia. Ni qu¨¦ decir tiene que de no ser soci¨®logos (y soci¨®logos de la religi¨®n, para colmo), no osar¨ªamos rechistar. Como tampoco nos atrever¨ªamos a recordar que desde hace a?os llevamos escrita sobre el valor de esta clase de encuestas un mont¨®n de p¨¢ginas, que sin duda nadie ha le¨ªdo. Con todo, y aun distando mucho de sentir vocaci¨®n de adivinos, vamos a permitimos alg¨²n t¨ªmido pron¨®stico: se nos dir¨¢ cu¨¢nta gente acude a misa los domingos en Galicia, cu¨¢ntos sacerdotes por kil¨®metro cuadrado quedan en Castilla, qu¨¦ porcentaje de la poblaci¨®n andaluza es practicante regular, a cu¨¢ntos habitantes tocan por cura en Murcia, cu¨¢l es la proporci¨®n de comulgantes sobre el total de misalizantes en Pamplona, etc¨¦tera. Se nos har¨¢ observar que en conjunto los ¨ªndices de pr¨¢ctica han, disminuido, que curiosamente esa disminuci¨®n parece afectar tanto o m¨¢s a los ambientes rurales que a los urbanos, que la pir¨¢mide de edades de los practicantes ha envejecido con respecto a la de veinte a?os atr¨¢s, y que las mujeres siguen practicando con mayor frecuencia que los hombres. Todo bien guisado con estereotipos disfrazados de teor¨ªa ¨¤-la-Bestard, y ali?ado con la habitual salsa del proceso de secularizaci¨®n. Y con relleno, c¨®mo no, de cifras y de porcentajes, e incluso de correlaciones estad¨ªsticas entre las variables. En resumidas cuentas, estad¨ªsticas nuevas en odres viejos.
Que los obispos no hayan le¨ªdo nuestras p¨¢ginas sobre el valor de las encuestas de pr¨¢ctica dominical nada tiene de extra?o. Mas ?y El peque?o Pr¨ªncipe? ?No debieran haberlo le¨ªdo? Pues no parece que lo hayan hecho. De otro modo, hubi¨¦ramos dado cuenta de su enorme parecido, en el momento de encargar semejantes estudios, con aquel hombre de negocios sumamente atareado en contar una y otra vez las estrellas del firmamento. ??Y qu¨¦ haces con ellas??. ?Las administro. Las cuento y vuelvo a contarlas. (...) Escribo en un pedazo de papel el n¨²mero de las estrellas. Y luego guardo ese papel en un caj¨®n bajo llave?. Otro tanto va a acontecer con ese estudio. Misalizantes y practicantes pueden contarse, igual que las estrellas del hombre de negocios. Pero los cristianos, no. Los cristianos son m¨¢s bien como la flor y los tres volcanes del peque?o pr¨ªncipe. Requieren otros cuidados que las estad¨ªsticas.
Se nos objetar¨¢ que la encuesta en modo alguno pretende limitarse a esa contabilidad. Se proceder¨¢ igualmente a un estudio de actitudes, a un an¨¢lisis de la religiosidad de los espa?oles. S¨®lo que eso es peor a¨²n. Aunque in¨²tiles, los datos sobre la pr¨¢ctica dominical son al menos cuantificables, mientras que cuantificar las actitudes religiosas a partir de las respuestas a unas preguntas hechas en una encuesta de opini¨®n viene a ser algo as¨ª como interpretar a Mozart con sintetizador y guitarra el¨¦ctrica. Por ¨²ltimo, se nos proporcionar¨¢ un ?mapa religioso de la Espa?a de los ochenta?, as¨ª como un ?diagn¨®stico sobre la situaci¨®n religiosa espa?ola?, en el que se nos comunicar¨¢ que el enfermo permanece estacionario y que es preciso esperar pacientemente, sin que a nadie se le ocurra preguntarse si no ser¨¢ en este caso el sistema m¨¦dico el que fabrica enfermos imaginarios.
Y en ¨²ltima instancia, claro est¨¢, nadie va a cre¨¦rselo del todo. Acaso los obispos menos que nadie. Pero habr¨¢n brindado un espl¨¦ndido ejemplo de aquello que precisamente los soci¨®logos solemos denominar self-fulfilling prophecy (profec¨ªa que se cumple a s¨ª misma), cuyo esquema ser¨ªa, m¨¢s o menos, el siguiente: a) estamos persuadidos de que la sociolog¨ªa es in¨²til; b) hacemos un estudio in¨²til de sociolog¨ªa; c) nos reafirmamos en nuestra inicial convicci¨®n.
Si la Iglesia debe o no apuntarse ,a la moda de los carrozas, ellos lo sabr¨¢n mejor que nosotros. Pero estamos en contra de que sea justamente la sociolog¨ªa la que haya de servirles de carro. Prometemos volver sobre ello el d¨ªa en que se publiquen los resultados de la magna encuesta que se est¨¢ proyectando.
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