Manuela
Recuerden aquel letrero de saloon / western: ?Se ruega no disparar sobre el pianista; hace lo que puede?. Bertrand Russell glosaba as¨ª la frase:-Me parece el ¨²nico procedimiento correcto de cr¨ªtica musical.
Yo no disparo sobre el pianista, pero tengo a Manuela, el ¨¢ngel de los lunes (y de los martes, y de los mi¨¦rcoles, seg¨²n ella misma y su vida laboral). Manuela, mujer todav¨ªa joven, con m¨¢s ceniza de trabajo en el pelo que de a?os, me ejerce la cr¨ªtica literaria y pol¨ªtica por el sencillo procedimiento de llevarse el cesto de mimbre donde tiro toda la mala literatura que recibo. (La buena o de mi gusto, aqu¨ª se queda, que la cultura es confort.) Yo tengo a Manuela como Robles Piquer tiene la censura. S¨®lo que Manuela se lo hace mucho mejor que el vaticanista. Lo que uno tira, naturalmente, no es lo germinal, lo incipiente, lo inmaturo, lo nacido de la impaciencia creadora, sino lo que ha abortado, viejo, de la impaciencia vanidosa, de las falsas vocaciones falseadas, de las pasiones pol¨ªticas equivocadas, que confunden la gloria con un c¨®ctel, y adem¨¢s les basta. Eso lo tiro al cesto, porque quemar un libro me es imposible, aunque sea malo. Hay un algo sagrado en la letra de imprenta. Ser¨ªa como ponerle fuego al se?or Gutenherg. Manuela, mi ¨¢ngel exterminador de los lunes, se lleva el cesto de mi cuarto/monacato de trabajo.
As¨ª, es el pueblo mismo el que hace justicia, el que limpia esta democracia de mala literatura. Manuela es lo general inconsciente (que no tiene demasiado que ver con el inconsciente general de Jung, el reaccionario). Si le conviene al escritor hacerse soluble en el pueblo, le conviene asimismo, al que s¨®lo mueve pluma por vanidad descolocada, que el pueblo lo dirima en sus labores de adecentar la casa. Firmo libros en El Corte Ingl¨¦s. Desde el latinoch¨¦ que como tal se identifica (o sea, que han aceptado la palabra y el cari?o que hay en ella), hasta las colegialas con libreta de cuadritos. El primero en la cola, el gran muralista Vela Zanetti, que vuelve de otro viaje triunfal americano, como Col¨®n. Saca un Ebro con todos sus murales y vuelve a ser, f¨ªsicamente, un Hemingway de cincuenta a?os. Tengo un feroz guerrero que me dibuj¨® de mano maestra. Esa pintura yo no la quemo. Porque debo decir que, si Manuela est¨¢ para los libros, para el arte est¨¢ la chimenea. Mientras aguanieva en Madrid, me distraigo quemando malos cuadros (que llegan a patadas). Es mi manera de cr¨ªtica de arte, y perdona, Calvo Serraller, admirado y amigo. La pintura, mi frustraci¨®n/ vocaci¨®n secreta, s¨ª que puedo quemarla cuando es mala, parida de un man¨²s, nada sacral. Por otra parte, como dir¨ªa el maestro Haro, ?en casa ya no cabe nada?. Gabriel Ferrater, grande y suicidado, escribi¨® mucho de arte y ahora se recopila (Seix Barral), y en la recopilaci¨®n podemos ver minuciosamente c¨®mo Picasso hizo su Guernica, dram¨¢ticamente remetido en s¨ª, como nunca, de manera que un muerto se levanta, ilustre y sabio, a desmentir los art¨ªculos intempestivos en que se tacha el cuadro de no aut¨¦ntico. (Enceguecedor homenaje a -Picasso de Juan Barjola, en Biosc¨¢.)
V¨ªctor Cabezas y otros estudiantes de Pravia me env¨ªan su revista ciclostilada, donde han inclu¨ªdo un Spleen. Toda una denuncia, hacen los chicos de la ense?anza priv¨¦, desde la p¨²blica. Esta literatura hay que salvarla. Pero el pa¨ªs, como yo, necesita una Manuela que se lleve toda la intoxicaci¨®n pseudo/contrademocr¨¢tica de la galaxia Gutenberg invadida por te¨®ricas operaciones gal¨¢cticas. El pueblo con su voto, Manuela con su cesta, ayudan mucho a que vayamos claros.
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