Un homenaje obligado: derecho y pol¨ªtica en Hans KeIsen
En el seno del imperio austroh¨²ngaro, palabra tan querida para nuestro entra?able Luis Garc¨ªa Berlanga, nace en Praga, en octubre de 1881, el m¨¢s grande jurista de todos los tiempos: Hans Kelsen. En este a?o se conmemora el centenario de su nacimiento. La Universidad Complutense, en colaboraci¨®n con profesores austr¨ªacos; la Universidad Italiana y, c¨®mo no, su entra?able Universidad de Viena le han rendido el homenaje que merece. Tambi¨¦n lo ha hecho, con un n¨²mero extraordinario de su revista, la Universidad de Valpara¨ªso, en una obra dirigida por el profesor Agust¨ªn Squella. En nuestro pa¨ªs, desde los viejos, pero vivos, trabajos del profesor Legaz, que, por cierto, motivaron un trabajo de Kelsen en el homenaje que la Universidad de Santiago de Compostela tribut¨® en 1960 a su entonces rector -Recht und Moral-, las aportaciones sobre Kelsen se han sucedido. As¨ª, Recasens Siches, Hern¨¢ndez Gil, Gonz¨¢lez Vicen, El¨ªas D¨ªaz, Gil Cremades, Capella, Calsamiglia, Robles Morch¨®n, han escrito o han dictado seminarios y conferencias. Otros profesores, como Guasp, Sainz de Bujanda, Latorre, D¨ªez Picazo, han recibido en su producci¨®n su importante influencia.En Am¨¦rica Latina tambi¨¦n hombres como Vernengo, Garz¨®n Vald¨¦s, Rivacoba, Aizpur¨²a, Aftali¨®n, Goldschmidt, Carrio, Nieto Arteta y otros profesores son deudores en una u otra forma de su ense?anza. Y en otros ¨¢mbitos culturales y cient¨ªficos, nombres tan prestigiosos como Ross, Hart, Bobbio, Scarpelli, Losano, Capograssi, Carr¨¦ de Malberg, Stucka, Pasukanis, Ebenstein, Eisenmann, Perelman, Ferrajoli, Gavazzi, Metall, Walter, Ermacora, Adomeit, Stone, Tadic, Treves o Zampetti han asumido, criticado o discrepado, siempre dentro de un respeto muy profundo, con el autor de la teor¨ªa pura del derecho. En mi modesta personalidad cient¨ªfica, tambi¨¦n muy influida por el maestro del que soy por tantas cosas deudor, quiero contribuir con este escrito de homenaje para los lectores, no especialistas, de lengua espa?ola, al recuerdo de una obra cient¨ªfica y de una figura humana y democr¨¢tica inconmensurable.
Si la vida de KeIsen -esa que nos es disparada a quemarropa, seg¨²n Ortega- se inicia en Praga, su vida consciente se inicia en Viena, donde, a los tres a?os, se traslada con su padre, Adolfo -peque?o industrial de material el¨¦ctrico-, y Augusta Lowy, su madre. De origen jud¨ªo, aunque no practicantes, su familia le proporcion¨® una buena educaci¨®n, primero, en la escuela primaria evang¨¦lica, y luego, en el Gimnasio Acad¨¦mico de Viena, donde no fue un estudiante de primera fila, lo que prueba, una vez m¨¢s, la no imprescindible correlaci¨®n entre el genio y las buenas notas. Se interes¨® por la poes¨ªa y la literatura, y lleg¨® a escribir versos y novelas cortas de poca importancia. Tras varios intentos de estudiar filosofia, entr¨®, a principios de siglo, en la facultad de Derecho, en el clima cient¨ªfico y cultural de aquella Viena sin par que produc¨ªa ya, o iba a producir pronto, aportaciones como las de Freud, en el psicoan¨¢lisis; las de Mahler, Schonberg o Alban Berg, en m¨²sica; Schlick, Neurath o Carnap, en el positivismo l¨®gico; Merkl, en derecho; Rilke, en literatura, y Otto Wagner, en arquitectura, y que tan bien supo describir, entre otros, Stefan Zweig.
Primer trabajo
El 18 de junio de 1906 KeIsen fue recibido como doctor en Derecho por la Universidad de Viena, aunque ya en 1905 hab¨ªa publicado su primer trabajo cient¨ªfico en la revista Estudios Vieneses de Ciencia Pol¨ªtica, La teor¨ªa del Estado de Dante A lighieri. En aquellos tiempos ten¨ªa ya decidido dedicarse a la causa acad¨¦mica, para lo que se traslad¨® a Heidelberg para redactar su trabajo de incorporaci¨®n a la Universidad, sobre el tema Problemas capitales del derecho pol¨ªtico. All¨ª trabaj¨® con Jellinek, pero las dificultades econ¨®micas, tras la muerte de su padre, le obligaron a regresar a Viena para ayudar a su madre y a sus hermanos. Entonces empez¨® a sufrir su ascendencia jud¨ªa, que le discriminar¨ªa en un pa¨ªs que era ya, en algunos sectores, profundamente antisemita. En 1910 termin¨® su trabajo, que public¨® en la editorial Mohr de Tubinga con el t¨ªtulo de Hautprobleme der Staabrechislehre.
En junio de 1911 obtuvo una plaza de profesor en el Real e Imperial Museo de Comercio, como titular de Teor¨ªa Constitucional y Administrativa. Publicado su trabajo, solicit¨® su incorporaci¨®n a la Universidad de Viena. Esta incorporaci¨®n como privatdozent de Derecho Constitucional y Filosofia del Derecho se produjo en el verano de 1911. Por fin, en 1918, obtuvo la plaza de profesor extraordinario de la Universidad de Viena, y en 1919 la de profesor ordinario, donde desarroll¨® su magisterio hasta 1930. En torno suyo se congregaron una serie de colegas y disc¨ªpulos que formar¨ªan la que se llam¨® escuela de Viena: MerkI, Pitamic, Verdross, Henrich, Kunz, Felix Kaufmann, Fritz Schreier, Sander, Dobretsberger y Voegelin. De otros pa¨ªses estudiaron con Kelsen: Ross, Eissenmann, Kraft y Legaz y Recasens, entre otros muchos. Su labor cient¨ªfica se complet¨® con su impulso a la Revista de Derecho P¨²blico, y en los cursos acad¨¦micos de 1921 y 1922 fue decano de su facultad.
Fue el redactor principal de la Constituci¨®n Federal austriaca, donde por primera vez se estableci¨® la instituci¨®n de un tribunal constitucional, sobre el que Kelsen teoriz¨® en un excelente art¨ªculo publicado en franc¨¦s en 1928. Tambi¨¦n tuvo ocasi¨®n de ejercer pr¨¢cticamente como juez constitucional, ya que fue nombrado para este puesto a partir de 1921. A partir de 1930 ense?¨® en la Universidad de Colonia, hasta 1933, donde el peligro nazi, que amenazaba su propia existencia, le llev¨® a Ginebra, luego a Praga y finalmente a Estados Unidos, siempre como profesor.
Su salida de Austria se produjo, ante la creciente derechizaci¨®n del Partido Social Cristiano en el Gobierno, que, por defender los intereses de la Iglesia cat¨®lica, contradichos por la jurisprudencia del tribunal constitucional en temas matrimoniales, modific¨® en 1929 la ley Constitucional de Organizaci¨®n del Tribunal Constitucional para poder configurarlo de una manera m¨¢s conveniente a sus intereses a trav¨¦s del nombramiento de los magistrados por el presidente federal.
Ya durante los meses anteriores, Kelsen, al que se hac¨ªa responsable de esa jurisprudencia, hab¨ªa sufrido ataques en los peri¨®dicos conservadores y una campa?a de injurias y de intimidaci¨®n que hab¨ªa llegado hasta su propia casa. Estos hechos y la amargura que le produjo esa reforma constitucional que afectaba al tribunal le decidieron a aceptar la invitaci¨®n de la Universidad de Colonia. Asi, pese a la reacci¨®n de muchos ciudadanos e intelectuales austriacos, de la prensa independiente y hasta de un art¨ªculo del canciller socialdem¨®crata Renner, que ped¨ªan que se evitase la p¨¦rdida que para Austria supon¨ªa su salida, el Gobierno no reaccion¨® y Kelsen se fue de su pa¨ªs. Con gran agudeza predijo que se caminaba hacia un proceso irreversible que iba a arruinar los fundamentos liberales y democr¨¢ticos de la rep¨²blica austriaca, y que acabar¨ªa conduciendo al pa¨ªs al oscuro agujero de la unificaci¨®n con la Alemania nacionalsocialista.
Quiz¨¢ el gran consuelo para Kelsen fue la reparaci¨®n hist¨®rica que se produjo al acabar la segunda guerra mundial, cuando la Constituci¨®n que ¨¦l realiz¨® con tanto empe?o fue de nuevo puesta en vigor para organizar la dif¨ªcil convivencia de un pa¨ªs. Pero entonces Kelsen est¨¢ ya muy enraizado en la Universidad de Berkeley, donde seguir¨ªa hasta morir, el 11 de abril de 1973.
Los idealismos
Entre los estudiosos del derecho se conoce a Kelsen, sobre todo, por su aportaci¨®n cient¨ªfica a la teor¨ªa del derecho: la teor¨ªa pura del derecho, que Intenta colocar a la ciencia del derecho al nivel de las dem¨¢s ciencias sociales, obteniendo para ella un estatuto epistemol¨®gico respetable. Frente a los idealismos, construir¨¢ una teor¨ªa. del derecho positivo, basada en el ordenamiento jur¨ªdico. El objeto de la ciencia jur¨ªdica ser¨¢ el estudio de la norma, porque, dice en su teor¨ªa pura: ?El derecho es una ordenaci¨®n normativa del comportamiento humano, lo que significa que es un sistema de normas que regulan el comportamiento humano?.
Aportaciones muy discutidas, como el concepto de validez que distingue a la norma jur¨ªdica de otros ¨®rdenes o manifestaciones de voluntad que no son jur¨ªdicas, el concepto de norma fundamental, al que renuncia en 1963; el del sistema; el principio de imputaci¨®n, que permite a la ciencia del derecho ser ciencia normativa que describe normas, son desde Kelsen imprescindibles para el an¨¢lisis del derecho.
Pero no debemos en este escrito centrarnos en su aportaci¨®n cient¨ªfico-jur¨ªdica, porque no es quiz¨¢ este el marco para hacerlo, y otros lo han hecho ya con mayor autoridad que yo, y, en concreto, en Espa?a, Albert Calsamiglia con su excelente trabajo Kelsen y la crisis de la ciencia jur¨ªdica. Quiz¨¢, adem¨¢s, la fama mundial de Kelsen y las propias caracter¨ªsticas de la teor¨ªa pura del.derecho, su obsesi¨®n por separar al derecho de connotaciones ideol¨®gicas y sociol¨®gicas, han hecho creer que era un hombre desinteresado por los temas de los ideales dejusticia y de la pol¨ªtica. Nada m¨¢s inexacto. Pocos hombres han vivido m¨¢s enralzadamente los ideales ¨¦ticos de la libertad y de la democracia, y precisamente eso le hizo sufrir cuatro exilios y tener que instalarse nuevamente en varios pa¨ªses y aprender varios idiomas, que no dominaba previamente, como el ingl¨¦s y el franc¨¦s.
Personalmente se le puede calificar de liberal progresista, muy pr¨®ximo al Partido Social-Dem¨®crata austriaco, con algunos de cuyos l¨ªderes, como Renner, Bauer y Adler, tuvo especial amistad, aunque nunca se comprometi¨® en un encuadramiento ideol¨®gico. Como ¨¦l mismo dice en su autobiograf¨ªa: ?...M¨¢s fuerte que esta simpat¨ªa es y ha sido mi necesidad de comunicar la independencia pol¨ªtica en mi profesi¨®n. Aquello que no le concedo al Estado: el derecho a limitar la libertad de investigaci¨®n y de expresi¨®n de ideas, no puedo tampoco conced¨¦rselo a un partido pol¨ªtico mediante la sumisi¨®n voluntaria a su disciplina?.
Exigencias del trabajo
Pero las exigencias de su trabajo intelectual y cient¨ªfico no le har¨¢n olvidar las ra¨ªces esenciales de la existencia. As¨ª responde a un amigo que le hab¨ªa preguntado cu¨¢les eran, al final de su vida, sus experiencias fundamentales como hombre y como profesor: ?... Una experiencia quisiera yo expresar: que en la vida, aun en una vida esencialmente desenvuelta entre hombres de ciencia, es importante, ante todo, el car¨¢cter moral del hombre; que el amor a la verdad, el autoconocimiento, la paciencia, la voluntad de no hacer mal a nadie y de controlar, tanto como sea posible, el natural af¨¢n de soberbia, no son menos importantes que el saber objetivo, y que estas propiedades del car¨¢cter tienen influencia, aun en los resultados del trabajo cient¨ªfico ... ?. Creo que estas palabras, con su enorme aportaci¨®n al mundo de la ciencia, dan buena medida de su talla moral y son un excelente legado para los profesores y para los universitarios del futuro.
En sus escritos no estrictamente filos¨®fico-jur¨ªdicos o de teor¨ªa del derecho resplandece su defensa de la democracia y de la libertad. Buena prueba es su excelente trabajo sobre Esencia y valor de la democracia, o sus art¨ªculos sobre El problema del parlamentarismo, o sobre Los fundamentos de la democracia. Otro ejemplo de su talante y de su profundo sentido liberal, tolerante y democr¨¢tico es su Absolutismo y relativismo en filosof¨ªa y pol¨ªtica, publicado en 1948 en la American Political Science Review. Pero quiz¨¢ donde quede m¨¢s clara su concepci¨®n radical sea en las palabras que pronunci¨® en mayo de 1952 en su ¨²ltima clase, al jubilarse en Berkeley: ?No s¨¦ si puedo decir que es la justicia, esa justicia absoluta que la humanidad busca. Debo contentarme con una justicia relativa, y s¨®lo puedo decir qu¨¦ es para m¨ª la justicia. Porque la ciencia es mi profesi¨®n y, por tanto, la cosa m¨¢s importante de mi vida, la justicia es para m¨ª esa ordenaci¨®n social bajo cuya protecci¨®n puede prosperar la b¨²squeda de la verdad. Mi justicia es la justicia de la libertad, la justicia de la democracia; en resumen, la justicia de la tolerancia?.
En 1947, en su autobiograf¨ªa, dec¨ªa, hablando de su casa americana y recordando el poema de Heine, que era quiz¨¢ ?la ¨²ltima morada del cansado peregrino?.
Despu¨¦s de su jubilaci¨®n vivi¨® veinte a?os m¨¢s, hasta abril de 1973, en que muri¨® rodeado de la estima personal e intelectual de todos aquellos que han sabido valorar la aportaci¨®n impresionante de un hombre bueno que supo dedicar, con rectitud moral, su vida a la ciencia y a la investigaci¨®n.
Babelia
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