Un premio muy discreto

De forma muy discreta se ha estrenado en Madrid una de las pel¨ªculas premiadas en el ¨²ltimo festival de Cannes. Cierto es que el galard¨®n a los mejores actores secundarios tuvo todo el aire de una consolaci¨®n, y quiz¨¢ por ello ha sido t¨ªmidamente destacado en la publicidad; aun as¨ª, fue un premio.La raz¨®n para se?alar Carros de fuego en el palmar¨¦s puede encontrarse, de un lado, en la fuerza econ¨®mica de la compa?¨ªa multinacional que distribuye la pel¨ªcula, y, de otro, en que el director, Hugh Hudson, ha realizado un trabajo pulcro y respetable.

La historia de los dos corredores que se enfrentan en la olimpiada de 1924 no es, sin embargo, apasionante. De ah¨ª que el gui¨®n trate de desarrollar todas las posibilidades que un planteamiento as¨ª encierra. Siguiendo la biograf¨ªa de ambos competidores -un jud¨ªo de Cambridge y el hijo de un misionero escoc¨¦s-, el contraste entre sus or¨ªgenes y caracteres, las historias familiares o amorosas que les rodean y las motivaciones de sus respectivos afanes de victoria, Hudson mantiene el juego dram¨¢tico en sus ambiciones psicol¨®gicas, sociales y hasta de intriga.

La debilidad de su esfuerzo reside en que ninguna de esas ambiciones logra superar los l¨ªmites de lo discreto. No se extralimita en sentido alguno y se reduce a lo tibio. En ello, junto a sus aciertos, se basan las insuficiencias. Otras narraciones m¨¢s vibrantes podr¨ªan haberse hecho.

Carros de fuego es, evidentemente, una pel¨ªcula para p¨²blico poco exigente, pero amante, al tiempo, del rigor en los medios de producci¨®n, en la eficacia de los actores, y la buena presentaci¨®n del producto. Eso fue, en definitiva, lo que motiv¨® el premio de Cannes. Y no se discuti¨®.