El Museo de Bellas Artes de Oviedo, una instituci¨®n de funcionamiento ejemplar
Dentro del, por lo general, triste cap¨ªtulo de nuestra museograf¨ªa, de cuando en cuando se pueden apreciar s¨ªntomas excepcionales de esperanza. Este es, por ejemplo, el caso del Museo de Bellas Artes de Asturias, cuyos fondos contienen obras de indudable importancia en la historia de nuestra pintura, tanto del pasado como del presente.El origen de este museo arranca de las c¨¦lebres Comisiones de Monumentos Hist¨®ricos y Art¨ªsticos, creadas en 1844 por toda Espa?a con el fin de recoger fondos dispersos en cada provincia, que pudieran constituir en su d¨ªa museos de pintura y escultura. Aunque esta labor se llev¨® a cabo aprovechando las circunstancias propicias de la desamortizaci¨®n, y en Asturias en concreto se llegaron a reunir al efecto 58 cuadros, el caso es que todo este patrimonio adquirido, al que se fueron a?adiendo muchas otras piezas de artistas locales c¨¦lebres de la ¨¦poca contempor¨¢nea, no tuvo una sede definitiva hasta la aquisici¨®n del palacio Velarde, de Oviedo, el a?o 1971, y su acondicionamiento definitivo, que data pr¨¢cticamente de 1976.
Este importante asentamiento, base fundamental para la posterior vida del museo, se vio inicialmente oscurecido por un lamentable criterio decorativo, que forr¨® el edificio con moquetas totalmente inadecuadas para una buena contemplaci¨®n de la pintura all¨ª expuesta. Sin embargo, estos errores iniciales fueron subsanados por el actual equipo directivo, formado por los conservadores Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez-Casta?¨®n y Emilio Marcos, cuyo m¨¦rito principal consiste, no obstante, en los excelentes criterios cient¨ªficos y culturales, que est¨¢n dando una nueva vida al museo. En este sentido, la creaci¨®n de un taller de restauraci¨®n, que ha rescatado muchas piezas hasta hace poco invisibles, los estudios y consultas cient¨ªficas para la atribuci¨®n correcta de los fondos existentes, la pol¨ªtica de compras -entre las que hay que destacar ¨²ltimamente la excelente adquisici¨®n de un soberbio Carre?o de Miranda, cuya autor¨ªa es indudable-, la publicaci¨®n de folletos monogr¨¢ficos de car¨¢cter divulgador sobre los grandes cuadros de la colecci¨®n, las conferencias programadas que han llevado a Oviedo a nuestros mejores especialistas de historia del arte, etc¨¦tera, son algunas de las muchas labores destacables que hacen reconfortante la visita a este atrayente e interesante museo.
Respecto a los fondos actuales, resulta imposible enumerar aqu¨ª ni tan siquiera lo m¨¢s sobresaliente, pero he de decir al menos que hay obras maestras de casi todas las ¨¦pocas de la historia de la pintura espa?ola. As¨ª resultan inolvidables la Virgen de la Anunciaci¨®n, de Juan Correa de Vivar, que se puede valorar como entre lo m¨¢s bello de nuestro Renacimiento; un bodeg¨®n de Brueghel de Velours; Erminia entre los pastores, de Paolo de Matteis; el citado de Carre?o de Miranda, que es un retrato del infante Carlos; un m¨¢s que posible Mateo Cerezo; San Jos¨¦ con el Ni?o, de Angelica Kauffman; las esculturas de Antonio Sol¨¢; las pinturas del siglo XIX y, en fin, entre las del XX, las colecciones de Evaristo Valle y Nicanor Pi?ole. El Museo de Bellas Artes de Asturias, en definitiva, posee fondos nada desde?ables, pero, sobre todo, est¨¢ llevado con una gesti¨®n ejemplar, que naturalmente nota el visitante.
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