El Rey recuerda a las Fuerzas Armadas que la ¨²nica legitimidad es la que procede de la voluntad del pueblo
El rey Juan Carlos, en su calidad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, pronunci¨® ayer un importante discurso en presencia de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) saliente y de los componentes de los Consejos Superiores de los tres Ej¨¦rcitos, mediante el cual record¨® que, aunque muchas y muy diversas pueden ser las posiciones y l¨ªneas de pensamiento y conducta de la sociedad pluralista, nunca ser¨¢n leg¨ªtimos ni dignos de aceptaci¨®n aquellos prop¨®sitos que no arraiguen en la resuelta voluntad de servir a Espa?a dentro del ordenamiento legal que los propios espa?oles en uso de su libertad han establecido. El jefe del Estado, al t¨¦rmino de sus palabras, impuso la gran cruz de la Orden del rey Carlos III a los cuatro ilustres militares miembros de la anterior JUJEM.
El dicurso del Rey, segundo que pronuncia dirigido, a las Fuerzas Armadas en lo que va de a?o, es una nueva y rotunda defensa de los principios democr¨¢ticos en los que se sustenta hoy d¨ªa el Estado espa?ol. Don Juan Carlos hizo alusi¨®n a 1981, a?o en el que, seg¨²n sus palabras, han ocurrido acontecimientos que "no podemos dejar de recordar corno origen de lecci¨®n y de experiencia". Y a?adi¨® que durante el tiempo transcurrido "hemos tenido ocasi¨®n de defender la convivencia nacional, la integridad social, el vigor de las instituciones refrendadas democr¨¢ticamente y la unidad de las Fuerzas Armadas".Los Consejos Superiores de los tres Ej¨¦rcitos, ¨®rganos asesores y consultivos del ministro de Defensa, est¨¢n formados por todos los tenientes generales y almirantes en activo de las Fuerzas Armadas, as¨ª como aquellos militares del mismo empleo, hasta su pase a la reserva, que hayan sido jefes de los respectivos Estados Mayores. Precisamente estos Consejos, dada sus competencias, fueron los que recomendaron al ministro de Defensa las listas de candidatos para ocupar la nueva JUJEM, cuya composici¨®n fue aprobada por el Gobierno.
Texto ¨ªntegro del discurso
El texto ¨ªntegro del discurso pronunciado por don Juan Carlos, ante los Consejos Superiores de los tres Ej¨¦rcitos, es el siguiente:
"Esta reuni¨®n con los Consejos Superiores de los Ej¨¦rcitos de Tierra, Mar y Aire, que tanto me satisface y que quisiera poder celebrar con m¨¢s frecuencia a trav¨¦s del a?o, coincide con un relevo importante que se acaba de producir en la c¨²spide de la cadena del mando militar.
Esa importancia, sin embargo, no resta normalidad al hecho, pues es caracter¨ªstica en la milicia esta figura del relevo. Relevo de los que han realizado un esfuerzo encomiable, de los que han alcanzado un destacado objetivo, de los que han cumplido satisfactoriamente una misi¨®n.
Por eso quiero iniciar mis palabras dando las gracias al presidente de la Junta, de Jefes de Estado Mayor y a cada uno de ¨¦stos, los tenientes generales Ignacio Alfaro Arregui, Jos¨¦ Gabieras Montero, almirante Luis Ar¨¦valo Pelluz y teniente general Emiliano Alfaro Arregui, que acaban de ser sustituidos, pues tendr¨¦ siempre muy presente el acierto y la eficacia con que han ocupado sus cargos durante un per¨ªodo en ¨¦l que no han faltado las dificultades y los momentos de tensi¨®n. Dificultades que han sabido vencer atinadamente, y momentos (le tensi¨®n que superaron con la m¨¢xima lealtad a las Fuerzas Armadas, al Gobierno de la naci¨®n, a su Rey y a Espa?a.
Mi gratitud, pues, para ellos, que adem¨¢s han sabido recibir con la elegancia caracter¨ªstica en los caballeros la decisi¨®n que les afecta. Y para ellos tambi¨¦n, el deseo de que la suerte y el ¨¦xito les acompa?en en los futuros cometidos que se les encomienden, pues su experiencia, su capacidad y sus conocimientos han de ser aprovechados en el servicio de la patria.
A los que han sido designados para sustituirles en sus puestos, la. expresi¨®n de mi confianza y la esperanza de que contin¨²en la labor iniciada por sus antecesores, con el mismo tes¨®n, igual disciplina e id¨¦ntica fidelidad a la instituci¨®n que encarno, e inspirados en todo momento por el amor a Espa?a. Mi enhorabuena m¨¢s cordial a los, tenientes generales Alvaro de Lacalle Leloup, Ram¨®n de Ascanio y Togores, almirante Saturnino Suanzes de la Hidalga y teniente general Emilio Garc¨ªa-Conde Ce?al.
No es que nos encontremos en los umbrales de una Espa?a distinta, pues hemos de considerar que en las Fuerzas Armadas cada d¨ªa es una continuaci¨®n del af¨¢n y el trabajo del anterior y un motivo de sucesiva perfecci¨®n para el siguiente. Pero este nuevo equipo que desde ahora va a ocupar la cumbre del mando militar de los tres Ej¨¦rcitos, como continuaci¨®n de la labor de sus predecesores, ha de mirar con optimismo y decisi¨®n al panorama que se les presenta, con la soluci¨®n adecuada de dif¨ªciles perspectivas a las que habremos de enfrentarnos en algunos aspectos, con la iniciaci¨®n de negociaciones importantes en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica militar internacional y con el desarrollo de la reorganizaci¨®n en marcha.
Todo ello exigir¨¢ una dedicaci¨®n especial, unos profundos estudios y una permanencia m¨¢s prolongada en tan elevados cargos. Estoy seguro de que con su esp¨ªritu, con su entrega y con la colaboraci¨®n decidida y entusiasta de cuantos est¨¢n a sus ¨®rdenes obtendr¨¢n los resultados m¨¢s satisfactorios.
He recordado en estos d¨ªas el momento en que tuve el placer de reunirme con vosotros el pasado a?o, inmediatamente despu¨¦s de que las Fuerzas Armadas, con su serenidad y su bien sentido, dominaron unos acontecimientos delicados para ellas y para Espa?a. Y os pon¨ªa de manifiesto en mis palabras la necesidad de reflexi¨®n y la conveniencia de meditar detenida y profundamente sobre la propia conducta y sobre la conducta de las Fuerzas Armadas como, conjunto.
Si siempre es necesario, hoy es m¨¢s imprescindible que nunca comprender la situaci¨®n de cada uno y tener conocimiento perfecto de los propios derechos y obligaciones como individuo y como corporaci¨®n. Y no ignorar las facultades que las disposiciones legales conceden a los dem¨¢s para observarlas y acatarlas disciplinadamente.
Lealtad y sinceridad
Es caracter¨ªstica en la milicia que aquella persona u ¨®rgano colegiado de quien se solicite opini¨®n o asesoramiento los emita con la mayor lealtad o sinceridad. Pero si la resoluci¨®n no se acomoda a la propuesta y los informes no son vinculantes, tambi¨¦n es norma obligada en el ¨¢mbito militar la de entregarse con entusiasmo al cumplimiento de la orden recibida, que es preciso asumir plenamente y sin reservas.
Esta reflexi¨®n que ahora os pido, como m¨¢ximos representantes de los tres ej¨¦rcitos, la solicito asimismo -como hice en aquella ocasi¨®n- de todas las autoridades, de todas las instituciones, de todos los estamentos sociales, de todas las fuerzas pol¨ªticas, de todos los medios de comunicaci¨®n, que tan importante papel desempe?an en la vida nacional y que de manera, tan decidida pueden contribuir a establecer su normalidad o a provocar su excitaci¨®n. Hagamos examen de conciencia y llevemos tambi¨¦n a la conciencia de todos la necesidad suprema del cumplimiento de la ley, del respeto a la libertad y del culto a la verdad.
Os repito que, a mi juicio, estos Consejos Superiores deben esforzarse siempre en recoger y reflejar? el, sentir -justo. y reglamentariamente manifestado- de cuantos componen las Fuerzas Armadas, para trasladarlo, con sinceridad y claridad, a las autoridades del Estado que tienen a su cargo la gobernaci¨®n del pa¨ªs y la direcci¨®n de la pol¨ªtica de defensa.
Pero no olvidemos tampoco -e insisto mucho en ello- que esa informaci¨®n ha de ser mesurada y correcta, formulada a petici¨®n de dichas autoridades o expuesta con serenidad cuando las circunstancias generales lo aconsejen, sin dejarse influir por supuestos agravios personales o corporativos.
Recientemente tuve ocasi¨®n de recalcar esta necesidad de comunicaci¨®n dentro de las Fuerzas Armadas y entre los m¨¢ximos representantes de ¨¦stas con el Gobierno de la Naci¨®n. E insisto en ella porque estoy seguro de que esta perfecta coordinaci¨®n nos permitir¨¢ robustecer la unidad de los Ej¨¦rcitos, que han de engarzarse de manera perfecta en la organizaci¨®n del Estado, a fin de conseguir el orden, la paz y el progreso que todos deseamos p ara nuestra patria.
Muchas y muy diversas pueden ser las posiciones y las l¨ªneas de pensamiento y conducta en la sociedad que se define como pluralista. Pero no ser¨¢n leg¨ªtimos ni, por tanto, dignos de aceptaci¨®n los prop¨®sitos que no arraiguen en la resuelta voluntad de servir a Espa?a dentro del ordenamiento legal que los propios espa?oles han establecido.
Tampoco ser¨¢n admisibles los actos que, desatendiendo o eludiendo las v¨ªas naturales de exposici¨®n y comunicaci¨®n, puedan crear estados de inquietud o desorientaci¨®n en la propia milicia y en la pac¨ªfica convivencia de los ciudadanos en general.
Ante el porvenir, hemos de tener plena confianza en nosotros mismos y en las instituciones, con la seguridad de que cualquier obst¨¢culo ser¨¢ vencido y la justicia se impondr¨¢ en todos los aspectos.
En el a?o que acaba de terminar, a todos nos ha correspondido vivir momentos que no podemos dejar de recordar como origen de lecci¨®n y de experiencia. Hemos tenido ocasi¨®n de defender la convivencia nacional, la integridad social, el vigor de las instituciones refrendadas democr¨¢ticamente y la unidad de las Fuerzas Armadas.
Papel de la Corona
Por mi parte, en la labor que me ha correspondido, os aseguro que no me he sentido nunca solo. Las circunstancias resueltas por vuestro tes¨®n en torno al rey han probado que la Corona tensa y fortalece los deseos nacionales de superaci¨®n, pacifica las divergencias, responsabiliza a los poderes sociales y asume con capacidad de permanencia el modelo de vida en el que nos comprometimos y para el que hemos obtenido las adhesiones y los testimonios m¨¢s resueltos.
Esta es la hora, por consiguiente, de no quedar detenidos por las cicatrices ni por el natural resentimiento que las adversidades hayan podido producir, sino para que, precisamente por ellas, nos sintamos fortalecidos y m¨¢s conscientes y seguros del futuro que nunca.
Con esta confianza, yo quiero ofreceros a todos un abrazo abierto y sincero, para que lo hag¨¢is extensivo tambi¨¦n a vuestros subordinados, que considero aqu¨ª representados por vosotros.
Muy especialmente quiero abrazar a los que hab¨¦is cumplido vuestra misi¨®n con la mayor dignidad, con disciplina ejemplar y con una lealtad que no olvidar¨¦ nunca. Y as¨ª voy a hacerlo al imponeros las grandes cruces de la Orden de Carlos III de que os hab¨¦is hecho acreedores los tenientes generales Ignacio Alfaro Arregui, Jos¨¦ Gabeiras Montero, almirante Luis Ar¨¦valo Pelluz y teniente general Emiliano Alfaro Arregui.
Muchas gracias a todos, y mi esperanza de que repitamos cuanto sea posible estas reuniones. Y como resumen de mis pensamientos, como compendio de mis sentimientos de siempre, una sola palabra: Espa?a. Ella nos define y nos engrandece. Con ella debemos sentirnos crecidos y comprometidos. No la defraudemos jam¨¢s".
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