La vida, la fama, la guerra y el exilio
En esas palabras con que tenemos que hacer frente a una ocasi¨®n como la presente de la muerte de Sender, mi amigo Antonio Buero Vallejo ha aludido acertadamente a "las azarosas letras espa?olas". Y es verdad, en la vida, en la obra y en la fama de Sender se ve muy bien el cruel destino que a veces les toca a los escritores espa?oles, y se ha generalizado tanto en este siglo.Me reencontr¨¦ con Sender, con los libros de Sender, largos a?os despu¨¦s que ¨¦l, tr¨¢gicamente golpeado por la guerra -en la que fueron fusilados su mujer, en Zamora, y su hermano, en Huesca, donde le sorprendi¨® el 18 de julio cuando era el gobernador civil-, se convirtiera para siempre en un exiliado. Fue en la gran biblioteca de la Universidad de Estados Unidos donde yo viv¨ªa hacia 1963. En los stocks o estanter¨ªas a las que era f¨¢cil obtener el privilegio del acceso continuo descubr¨ª un d¨ªa la ingente obra de un hombre silenciado y olvidado que ocupaba dos o tres anaqueles con ediciones dispares y ex¨®ticas: de M¨¦xico, de Montevideo, de Guatemala, de Nueva York.
Yo me acordaba de los inicios del escritor de Im¨¢n, sobre la guerra de Marruecos; de M¨ªster Witt en el cant¨®n, premio nacional de Literatura de 1935; de sus art¨ªculos en El Sol, de su comportamiento irrespetuoso e insultante con Unamuno en el Ateneo durante el primer bienio republicano...
La guerra y el exilio hab¨ªan configurado de modo imprevisible al escritor. En aquellos libros estaba otro, no sabemos si mejor o peor, que el que se hab¨ªa ido. La guerra civil se reflejaba de manera curiosamente lejana en uno de aquellos libros, titulado El rey y la reina. Sender, que comenz¨® interes¨¢ndose en la contienda, se retir¨® enseguida, al comenzar el cerco de Madrid, y en las memorias que se refieren a la ¨¦poca -me parece recordar que en las de L¨ªster- ha quedado mal¨¦vola constancia de ello.
Despu¨¦s de la contienda
Despu¨¦s vino el largo exilio. Ya del viaje en trasatl¨¢ntico a Nueva York escribi¨® Sender una extra?a novela, que tal vez le ense?¨® el camino de las alegor¨ªas, que seguir¨ªa recorriendo hasta el fin de su existencia.
Pero de sus vivencias en la Am¨¦rica tropical nos dejar¨ªa una novela extraordinaria, algo valleinclanesca, el Epitalamio del prieto Trinidad. Y tambi¨¦n se dejar¨ªa empapar de M¨¦xico, y nos dar¨ªa visiones profundas, entre las que figura el z¨®calo, y la tradici¨®n ind¨ªgena, tan preciada por los mejicanos de despu¨¦s de la revoluci¨®n. Y el escritor termin¨® por establecerse en Estados Unidos, y all¨ª fue conquistado por el suroeste, los territorios que los espa?oles exploraron en el XVI y colonizaron en el XVII y el XVIII, y donde Santa Fe, San Francisco y tambi¨¦n ese San Diego donde ha fallecido Sender, rectierdan todav¨ªa aquellas empresas. Varios libros, entre los que descuellan Las novelas ejemplares de C¨ªbola, nos dan una visi¨®n profunda del Estados Unidos de hoy.
Qued¨¦ deslumbirado por tantas maravillas, y empec¨¦ a escribir sobre Sender en mi ya largo calendario literario (quiero decir en mi p¨¢gina de Gaceta Ilustrada). Marra L¨®pez en su libro, que tan merecido ¨¦xito tuvo, estudi¨® varias de las novelas m¨¢s importantes del escritor aragon¨¦s. Yo decid¨ª complementar su trabajo y, en un ensayo m¨¢s largo, di cuenta de otras obras, o m¨¢s recientes o no consideradas por el estudioso primero de la literatura espa?ola del exilio. Mi estudio se public¨® en los Cuadernos del Idioma, que sal¨ªa en Buenos Aires en una fundaci¨®n de la casa del gran escritor Enrique Larreta, empresa tambi¨¦n de las que prueban lo azaroso de nuestras letras a este y al otro lado del Atl¨¢ntico.
Entonces, y con motivo de la tesis de una estudiante sobre Sender, entr¨¦ en relaci¨®n con ¨¦l y cruzamos alguna carta.
Para m¨ª, este exiliado, desigual y todo, como era, ocupaba uno de los puestos primeros en nuestras letras. Su fecundidad asombrosa, la variedad de su obra, los amplios horizontes de su creaci¨®n, su mismo af¨¢n, a lo largo de su vida, de renovarse y sorprender al lector, no tienen rivales en la narrativa contempor¨¢nea. Algunos de sus libros son de lo m¨¢s logrado de ella. No citar¨¦ m¨¢s que la Cr¨®nica del alba, narraciones de su infancia que luego, es cierto, decaen y se llenan de demasiadas alegor¨ªas en los vol¨²menes referentes a su juventud. Pero los primeros vol¨²menes son siempre asombrosos, y reflejan el mundo m¨¢gico y lejano de aquellas primeras estribaciones del Pirineo aragon¨¦s donde ¨¦l despert¨® a la vida, al conocimiento de la gente y a un maravilloso amor infantil.
Y luego fue escribiendo libros grises: las Novelas teresianas u otras que transcurren en la lejana Rusia del siglo XVIII... O los ¨²ltimos libros, que ¨¦l colocaba bajo los signos del Zod¨ªaco, y que se suced¨ªan con regularidad, siempre bien escritos, siempre tray¨¦ndonos el testimonio de una mente l¨²ciza y atenta a lo que pasaba...
Gran figura la de Sender, arrastrada por ese destino azaroso que ha configurado y desfigurado cuarenta a?os de nuestra literatura. Precisamente los de Sender, sorprendido por la guerra civil en la plenitud. Y los de tantos otros.
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