La b¨²squeda del pan de cada d¨ªa, principal preocupaci¨®n en Silesia
La b¨²squeda del pan de cada d¨ªa constituye la principal preocupaci¨®n de la poblaci¨®n de la Silesia polaca, seg¨²n testimonios concordantes llegados recientemente a Occidente y recogidos por la agencia France Presse.En la principal regi¨®n industrial de Polonia, colas que oscilan entre sesenta y cien personas esperan permanentemente durante cuatro, cinco y hasta seis horas la llegada de carne, fruta o margarina anunciada en alguna tienda. Enfundados en sus prendas de abrigo y con bolsas de pl¨¢stico que contienen termos con t¨¦ caliente para soportar los diecisiete grados bajo cero, las personas golpean sus pies contra los adoquines de las calles en medio de los restos de carb¨®n que se agolpan en los umbrales de las casas.
La nieve en Silesia, la regi¨®n m¨¢s contaminada de Europa, cae con un color gris por su mezcla con los humos del carb¨®n que alimenta las calefacciones individuales en las casas y las f¨¢bricas, y el suelo se transforma en una verdadera marea negra.
Los polacos est¨¢n acostumbrados a las cartillas de racionamiento desde la segunda guerra mundial.
Los bonos les dan derecho al mes a dos kilos y medio de carne, medio kilo de mantequilla u otra materia grasa y a 100 gramos de caf¨¦ o medio litro de vodka.
Pero es necesario que los alimentos llegen y se puedan pagar: ?c¨®mo se pueden adquirir salchichas a quinientos zlotys el kilo cuando la cifra de las pensiones de jubilaci¨®n son de 3.000 zlotys al mes?
Aportaciones para los detenidos
Adem¨¢s est¨¢n los detenidos, alimentados en las prisiones, que no tienen derecho a la cartilla de racionamiento y su sobrealimentaci¨®n depende de los bonos de racionamiento de sus familiares o de regalos de los amigos.Las aportaciones son generosas: "Jam¨¢s estuvo tan repleto mi frigor¨ªfico como ahora que mi hija est¨¢ en prisi¨®n", dice la madre de una joven miembro de Solidaridad, encarcelada desde el pasado 14 de diciembre.
Cuando llega un pedido, ya sea de pollos congelados, limones o cualquier otra cosa, los polacos lo compran tratando de hacerse con un peque?o almac¨¦n: "Es la reacci¨®n psicol¨®gica normal de la gente a la que les faltan muchas cosas y quiere acaparar v¨ªveres y medicamentos", indic¨® Czeslaw Domin, obisp¨® de Katowice y presidente nacional de la comisi¨®n caritativa encargada de la distribuci¨®n de v¨ªveres y medicamentos que provienen de la ayuda occidental a Polonia.
Hay una gran demanda de medicamentos llamados "de confort" como las inyecciones de gammaglobulina, destinadas a robustecer las defensas inmunol¨®gicas de las personas de fr¨¢gil constituci¨®n, de los ni?os, los ancianos y los al¨¦rgicos.
Los casos de asma y rinofaringitis son extremadamente numerosos en Katowice, debido fundamentalmente a la contaminaci¨®n.
Las f¨¢bricas funcionan muy por debajo de su capacidad: "?C¨®mo trabajar normalmente si es imposible telegrafiar o telefonear a las ciudades para pedir piezas de recambio o decidir sobre una partida de producci¨®n?", declar¨® Zbigniew Rybnik, habitante de una peque?a poblaci¨®n a cincuenta kil¨®metros de Katowice, donde se encuentra la f¨¢brica de frigor¨ªficos Silesia, que emplea a 5.000 obreros.
Por la noche, el ¨²nico entretenimiento es la televisi¨®n, ante el toque de queda. Cada vez que aparece Juan Pablo II en la peque?a pantalla "se organiza jaleo" y, al contrario, las im¨¢genes de milicianos entregando su sangre en las inundaciones de Plock suscitan la carcajada.
Cuando acaban las emisiones, muchos polacos escrutan minuciosamente las bandas de sus radios tratando de captar la Voz de America o la BBC.
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