'Fidecayos' , pero menos
LA FINA intuici¨®n popular ha esculpido el t¨¦rmino fidecayos para designar al casi medio mill¨®n de personas que desde el pasado verano han visto en peligro sus modestos ahorros por la crisis de Fidecaya. Si no fuera por el desenfado en la utilizaci¨®n de la palabra, pod¨ªamos pensar que tan ampl¨ªo grupo de ciudadanos ha sido degradado a la condici¨®n de lacayos o espa?oles de a pie que sufren, indefensos, las aventuras financieras de los caballeros del privilegio. Pero, por fortuna, la agudeza intuitiva empieza a convertirse en desacierto.Aunque tarde y mal, como suele ser frecuente en estos casos, el padre Estado ha tratado de socorrer generosamente desaguisado tan impopular; claro que, de momento, a costa del Tesoro p¨²blico, es decir, de todos los espa?oles. Algo m¨¢s tarde, si bien esta vez con mayor celeridad, el fiscal, espoleado por el Gobierno, ha iniciado la b¨²squeda de culpables. Los dos ¨²ltimos due?os del negocio est¨¢n en prisi¨®n, a la espera de que el juez decida (quiz¨¢ hoy) si los procesa, despu¨¦s de haber tomado declaraci¨®n a la veintena de ex consejeros de la entidad propuestos por la acusaci¨®n, que al examinar los papeles recibidos de la Administraci¨®n present¨® el martes querella por presunto delito de estafa.
Los datos conocidos de la querella, y las citadas testificaciones, permiten ya enjuiciar los posibles aspectos penales del asunto. No son ¨¦stos, sin embargo, los ¨²nicos que merecen nuestra consideraci¨®n. Detr¨¢s de los fr¨ªos datos (16.000 millones de pesetas de ahorros, casi todos garantizados por el Estado; m¨¢s de siete mil millones de pesetas de d¨¦ficit patrimonial, el doble que hace dos a?os; alegr¨ªas en los cr¨¦ditos de las empresas al medio millar de filiales, as¨ª como en las operaciones de estas, etc¨¦tera), miles de personas han vivido la imposibilidad de disponer de sus seis o diez mil duros para comer o vestir. Hoy todav¨ªa no ha sido encargada la devoluci¨®n de 5.600 de los casi 15.000 millones de pesetas garantizados, y de los diez mil ya encargados en el ¨²ltimo mes falta por ofrecer los reintegros al 60%. Adem¨¢s, 325 de los quinientos trabajadores de Fidecaya no terminan de ver el futuro asegurado por un empleo. Y sobre todo, 5.400 delegados a comisi¨®n, en quienes vecinos y paisanos hab¨ªan confiado sus ahorros, han padecido y padecen la angustia de no encontrar palabras contra la necesidad, las broncas o incluso las amenazas y agresiones.
Frente a este panorama, en la banca, que empieza a capitalizar en imagen de seguridad los beneficios de las fuertes y sigilos apoyos del Banco de Espa?a, no se hab¨ªa planteado un caso similar con motivo de la decena y media de crisis tratadas hasta ahora. La alerta de las inspecciones y el juego de los mecanismos de saneamiento (Corporaci¨®n Bancaria, luego Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos) permiti¨® pagar a todos los ahorradores, incluso sin tener en cuenta el tope m¨¢ximo garantizado por depositante (ahora, mill¨®n y medio). S¨®lo el ¨²ltimo y reciente caso del Banco Industrial de los Pirineos impuso la espera de algunas semanas para hacer efectivas por primera vez las garant¨ªas con tope. Las cajas de ahorro no han necesitado, pr¨¢cticamente, su mecanismo de autoseguro con ayuda del Banco de Espa?a (de todos los espa?oles), al menos que se sepa, lo que pocas veces ocurre; y tampoco en ning¨²n caso han dejado de pagar.
Por tanto, ha habido cierto agravio comparativo entre los clientes de bancos y cajas y los de Fidecaya, mucho m¨¢s numerosos que los de todas las crisis bancarias juntas. Tambi¨¦n eran peor considerados los ahorradores de Fidecaya (?olvidados en sus pueblos y aldeas?), por estar sometidos a la tutela de un ¨®rgano del Ministerio de Hacienda, menos financiera y dotada de medios que la del Banco de Espa?a y el Ministerio de Econom¨ªa. Y hora es de explicar oficialmente por qu¨¦ intereses se manten¨ªa esta anomal¨ªa, tan dura con medio mill¨®n de ciudadanos. Lo ¨²nico que se ha indicado hasta ahora es que Fidecaya ten¨ªa estatuto de entidad de ahorro particular, al parecer como consecuencia de las prebendas y premios varios que repart¨ªa el franquismo entre sus m¨¢s fieles.
En este contexto hay que felicitarse porque el fiscal haya pasado al juzgado, resumidos en su denuncia, los tres paquetes de expedientes que le hab¨ªa remitido la Administraci¨®n. Mayores motivos tenemos al conocer que alg¨²n expediente anterior fue simplemente archivado, despu¨¦s de llegar de la Direcci¨®n General de Seguros, el ¨®rgano competente del Ministerio de Hacienda sobre Fidecaya. Cuando es cada vez m¨¢s documentada la sospecha de que en Fidecaya hab¨ªa irregularidades mucho antes de su crisis, resulta penoso tener que recordar la escasa insensibilidad de los poderes p¨²blicos ante esos delincuentes de cuello blanco, quiz¨¢ m¨¢s f¨¦rtiles en situaciones de crisis econ¨®micas, que riegan la convivencia con fraudes criminales, enga?os y desencantos. Ah¨ª est¨¢n las consecuencias de la falta de control social de nuestras leyes penales, a la vez vigentes y ancestrales. Varios a?os despu¨¦s de iniciarse el tratamiento de choque de las crisis bancarias, en cuyas tripas debe haber mucha suciedad, no han trascendido pr¨¢cticamente las presunciones de delitos.
Los fidecayos, pues, pueden empezar a estar de mejor humor y sentirse lo ciudadanos plenos que son.
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