El violoncellista Gueringas y el director Weller, en un programa infrecuente

La actuaci¨®n del violinista lituano David Gueringas (1946), constitu¨ªa, sin duda, el punto culminante del ¨²ltimo programa de la Orquesta Nacional. El disc¨ªpulo de Rostropovitch posee personalidad propia, de manera que su arte, de alta t¨¦cnica y riguroso estilo, se diferencia notablemente del de su maestro. Para empezar, el sonido de Gueringas est¨¢ siempre controlado, obediente a un ideal sonoro m¨¢s cuidador de una calidad aterciopelada que de la gran voz.La vocaci¨®n romanticista de Rostropovitch se torna en su disc¨ªpulo tendencia natural hacia valores cl¨¢sicos. De ah¨ª la grave serenidad con que abord¨® el Concierto en re menor, de Edoward Lal¨®, p¨¢gina ce?ida a los gustos de su tiempo y de su ambiente, cuya virtud princial -al lado de las ideas felices y el buen oficio- reside en el excelente tratamiento del violoncello. Gueringas nos dio una versi¨®n m¨¢s que impecable: preciosa en toda la exigencia del t¨¦rmino. Altamente po¨¦tica, tanto por la naturaleza sonora, como por las formas de fraseo y articulaci¨®n; virtuosista sin exhibicionismo, ¨ªntima y, sin embargo, plena de poder comunicativo.

Del maestro vien¨¦s Walter Weller (1939) ha de elogiarse tanto su experiencia como su voluntad de expresi¨®n personal sin, por ello, romper nunca los l¨ªmites ideales que contornean un limpio estilo. A los 41 a?os, Weller circula con comodidad por los m¨¢s importantes pupitres de las orquestas europeas y americanas, con especial dedicaci¨®n londinense (es director principal de la Real Filarm¨®nica) y larga presencia en Estados Unidos.

Mucho m¨¢s atractiva en su orquestaci¨®n, su forma y su ideolog¨ªa es la Quinta sinfon¨ªa, de Glazunov, hija del romanticismo alem¨¢n y de Rimsky Korsakov, conectada de alg¨²n modo con Tschaikowsky, pero sin la potencia y la imaginaci¨®n instrumental propias del autor de la Pat¨¦tica. Conforme a los principios esbozados, Walter Weller entiende la obra de Glazunov desde un doble prisma: un mendelssohnismo que se acent¨²a en el scherzo y un car¨¢cter nacional que no falta ni siquiera en el scherzo, para culminar en las directas alusiones tradicionales del movimiento final.

Weller se apunt¨® un triunfo notable con un programa no muy propicio al entusiasmo del auditorio, que dedic¨® sus m¨¢s largas ovaciones a David Gueringas. Importa subrayar en ¨¦ste, como en anteriores conciertos, una evidente elevaci¨®n de calidad en el quehacer de la Orquesta Nacional.