La religi¨®n de Jes¨²s ha muerto
Lo dir¨¦, para empezar, en el modo rotundo de ese g¨¦nero de enunciados, los cronol¨®gicos, que, inmediatamente detr¨¢s de los matem¨¢ticos, gozan de la prerrogativa de la indisputabilidad: poscristiano es todo lo sucedido despu¨¦s de Cristo, de su muerte, sin exceptuar, claro,"Ia entera historia eclesi¨¢stica. Semejante redondez enunciativa, sin embargo, es la de un globo vac¨ªo, a menos que podamos rellenarla con algunos contenidos sustantivos. He ah¨ª algunos, ¨¦stos ya, en cambio, seguramente disputables:Religi¨®n sobre Jes¨²s, pero no suya
La religi¨®n de Jes¨²s cada vez existe menos, tanto menos cuanto m¨¢s en el tiempo nos alejamos de ¨¦l. En rigor, dej¨® de existir con la muerte del maestro, del iniciador. Lo que hoy puede entenderse por cristianismo, incluso en sus versiones m¨¢s puristas, con todos los retornos que ustedes quieran a las fuentes evang¨¦licas, debe a San Pablo, a San Agust¨ªn, a los papas de Roma, a Lutero, o, por el otro lado, a Mois¨¦s y a las tradiciones de Israel, tanto o m¨¢s de lo que debe a Jes¨²s. El cristianismo no es ya tanto la religi¨®n procedente de Jes¨²s de Nazaret, cuanto una religi¨®n alrededor de Jes¨²s, el Cristo, una religi¨®n que le constituye a ¨¦l en objeto de fe y en principio de salvaci¨®n.
La escasez de conocimientos hist¨®ricos s¨®lidos acerca de lo que Jes¨²s efectivamente dijo e hizo ha permitido, por lo dem¨¢s, toda suerte de representaciones y fantas¨ªas para dar rostro y palabras a esa figura cuya sola invocaci¨®n es salvadora. De la capa cristol¨®gica cada cual saca su propio sayo. El escritor medieval Godofredo de Estrasburgo lo expres¨® con inmejorable acierto: "El venerado Cristo gira del poder p¨²blico. Entre la ciencia y la fe, entre la racionalidad y la creencia cristiana, no deja de ahondarse la brecha, ahora ni siquiera disimulada por el hecho, no infrecuente a comienzos de siglo, de algunas conversiones del agnosticismo a la fe. Los valores culturales, en fin, la vida y la moral cotidianas, aparecen cada vez m¨¢s independizados de cualquier inspiraci¨®n o fundamentaci¨®n en creencias evang¨¦licas. De ser culturalmente relevante y significativo, el cristianismo ha pasado a serlo tan s¨®lo subculturalmente, en la particular subcultura controlada a¨²n por las Iglesias dentro del mosaico cultural de la contempor¨¢nea sociedad pluralista.
La herencia, en otras manos
Al fen¨®meno de la descristianizaci¨®n y secularizaci¨®n por las v¨ªas del agnosticismo y de la irreligiosidad, bien conocido y de sobras analizado por soci¨®logos e historiadores, se agrega otro proceso, peor reconocido, pero no menos apremiante en la direcci¨®n de un porvenir poscristiano, aunque no posreligioso. No es un proceso empezado ayer mismo; data igualmente del tiempo de la, Ilustraci¨®n. Los hombres que lo han sustentado compartieron la noci¨®n y el proyecto de una religi¨®n originada en Jes¨²s, heredera del cristianismo, aunque ya no cristiana, aprendida en la tradici¨®n evang¨¦lica, pero desprendida tambi¨¦n de ¨¦sta, y en ning¨²n modo encaminada a alg¨²n g¨¦nero de recapitulaci¨®n o de salvaci¨®n en Cristo.
Es la religi¨®n civil del Contrato social, de Rousseau, la formulada asimismo en la profesi¨®n de fe del vicario saboyano, en el Emilio rousseauniano. Es la "religi¨®n dentro de los l¨ªmites de la raz¨®n", de Kant. Es la religiosidad como bander¨ªn al viento; se pliega como vulgar pa?o. Consiente que hagan de ¨¦l cuanto quieran y a todo se doblega seg¨²n el coraz¨®n de cada uno. El es siempre lo que t¨² quieras que sea".
El cristianismo hist¨®rico no ha sido, y, puesto que la historia no vuelve atr¨¢s, cada vez menos puede ser, una religi¨®n estrictamente jesu¨¢dica o de Jes¨²s. Es m¨¢s bien posjesu¨¢dico y posb¨ªblico; aunque a prop¨®sito de Jes¨²s, tom¨¢ndolo como centro de fe, de culto y de esperanza.
Religi¨®n dominante, pero no ¨²nica en Occidente
Hay m¨¢s. El cristianismo posjesu¨¢dico y posb¨ªblico no es, no ha sido nunca, la ¨²nica religi¨®n con vigencia en Occidente. Ha sido nada m¨¢s la religi¨®n dominante, pero en diversa amalgama con otras tradiciones religiosas. En foros y reuniones acerca de estos temas suelen ser colegas del Pa¨ªs Vasco quienes hacen la m¨¢s expresa memoria de este hecho, se?alando que el presunto cristianismo vasco, en realidad, encierra mucha sustancia religiosa extracristiana. Es un descubrimiento no exclusivo de la sociolog¨ªa y de la antropolog¨ªa cultural del pueblo vasco. Toda la religi¨®n popular de Occidente es el resultado de la sedimentaci¨®n de sucesivas capas de evangelizaci¨®n cristiana sobre un suelo de religiosidad aborigen, m¨¢s o menos soterrada, pero siempre subyacente y, a veces, apenas recubierta por un superficial barniz de cristianismo. Los ¨ªdolos permanecen detr¨¢s de los altares cristianos (A. Brenner), semiocultos bajo la imagen de cada santo y cada advocaci¨®n.
La actual rehabilitaci¨®n teol¨®gica y recuperaci¨®n pastoral de las formas religiosas populares, principalmente en la Iglesia cat¨®lica -no en la protestante, en extremo recelosa ante cualquier producto del paganismo-, trata de enriquecer y engrosar la fe cristiana con todos los jugos de la religiosidad extraevang¨¦lica. Sea; no discutamos la legitimidad de semejante apropiaci¨®n. De ella, en cualquier caso, sale una religi¨®n no ya s¨®lo posb¨ªblica, sino poscristiana.
Secularizaci¨®n y descristianizaci¨®n
Lo sucedido al cristianismo en la sociedad occidental, a partir de la Ilustraci¨®n, y sobre todo a lo largo del siglo de las revoluciones, suele ser analizado en categor¨ªas de secularizaci¨®n, deseclesializaci¨®n, descristianizaci¨®n. Son categor¨ªas, todas ellas, algo simplificadoras. Los Estados constitucionalmente laicos, supuestamente secularizados, siguen nutri¨¦ndose de simbolismo religioso. Las Iglesias disfrutan de excelente salud y, desde luego, el mism¨ªsimo Voltaire, ahora redivivo, no pronosticar¨ªa hoy, con el aplomo con que en su tiempo lo hizo, que ni un milagro podr¨ªa salvar ya a las Iglesias de su inminente, ruina. Los creyentes est¨¢n vivos y activos en todas las resistencias contra poderesdictatoriales a lo ancho de la ecumene cristiana, desde el V¨ªstula hasta el Cono Sur.
Las afirmaciones de que la sociedad occidental se est¨¢ secularizando, disoci¨¢ndose de las Iglesias, en curso de descristianizaci¨®n, deben, por tanto, ser cuidadosamente acotadas de acuerdo con la limitada amplitud de los correspondientes procesos. Pero estos procesos son reales. Los s¨ªmbolos religiosos en general y los cristianos en particular est¨¢n viendo dr¨¢sticamente restringido su papel en la configuraci¨®n y legitimaci¨®n de la moral, del orden jur¨ªdico, del ejercicio de la teolog¨ªa protestante cr¨ªtico liberal del siglo XIX y del modernismo cat¨®lico (heterodoxo), que desisten de todo dogma del Cristo y ven a Jes¨²s como un inicio hist¨®rico, mas no como un revelador definitivo, una plenitud de los tiempos o el salvador que ha de volver al final de la Historia. Es todav¨ªa la religi¨®n de Lincoln -le¨¢se su discurso de Gettysburg- y de otros hombres que han escrito la historia reciente de la emancipaci¨®n humana, hombres a menudo profundamente religiosos, a la vez que rigurosamente aconfesionales, ajenos a toda Iglesia y dogma. Y lo es de todos aqu¨¦llos, desde Alain hasta E. Bloch, que consideran demasiado preciosos y harto mal administrados los bienes simb¨®licos de la herencia evang¨¦lica como para dejarlos en manos de solo los cristianos. La convicci¨®n com¨²n a todos ellos es que la religi¨®n contempor¨¢nea no puede ser ya ni la b¨ªblica o jesu¨¢dica, ni la cristiana o del dogma de fe en Jesucristo; y que, por consiguiente, los dogmas b¨ªblicos y cristol¨®gicos constituyen el m¨¢s serio impedimento a la religiosidad en nuestro tiempo.
Ninguno de los maestros de esa religiosidad poscristiana ha intentado formar Iglesia. Ninguno ha tenido vocaci¨®n de predicador de esa nueva religi¨®n, a la que, no obstante, pertinazmente apuntaban, acaso en el sabio convencimiento de que ahora no cabe ya predicar nada, ni cristianismo ni alg¨²n otro mensaje alternativo. Pero en todos ellos ha sido expectativa, si no proyecto, la idea sobriamente enunciada pbr Durkheim: "Los dioses antiguos envejecen y mueren y no han nacido a¨²n otros nuevos. No hay ning¨²n evangelio que sea inmortal, ni existe tampoco raz¨®n alguna para suponer que la humanidad sea incapaz en el futuro de concebir otro nuevo".
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