Gu¨ªa tur¨ªstica de la Luna
Estamos en el a?o 2082 y la Luna es ya un mundo colonizado. Cincuenta mil personas se consideran lunareses y aceptan la Luna como su ¨²nica patria; de ellas, m¨¢s de 5.000 han nacido en ella y jam¨¢s han puesto su pie en la Tierra. Casi todos ellos viven en la capital, Luna. En los momentos de mayor apogeo tur¨ªstico, la poblaci¨®n sobrepasa las 100.000 almas.Los lunareses contemplan el turismo con sentimientos ambiguos. Por una parte, los turistas llenan por completo los caminos espaciales y, en ocasiones, sobrecargan las facilidades de vida de la Luna, que, a pesar de todos los progresos realizados en el ¨²ltimo siglo, no es todav¨ªa un mundo abierto. El aire y el agua disponibles tienen que ser reciclados cuidadosamente y tienen que importar hasta la m¨ªnima gota de agua (cientos de miles de litros al a?o).
Por otra parte, los lunareses se sienten orgullosos de su mundo, tienen un deseo casi enfermizo de romper la idea de la Luna como un sitio inhospitalario y desolado, y (hay que reconocerlo) no les viene nada mal el dinero que proporciona el turismo. La mayor¨ªa responde con afabilidad a las preguntas de los turistas y hacen todo lo que est¨¢ en su mano para lograr que los visitantes se sientan aceptados y a gusto.
Casi todos los turistas que llegan son nuevos, gente que no hab¨ªa salido hasta entonces de la Tierra. Muchos contratan unas vacaciones organizadas de dos semanas, lo que les da ocho d¨ªas de permanencia en la Luna. Llegan tras un viaje de tres d¨ªas, durante el cual han experimentado las emociones e incomodidades de la falta de gravedad, y est¨¢n deseosos de poner el pie en un mundo en el que hay arriba y abajo. A pesar de todo el adoctrinamiento previo, dan la impresi¨®n de seguir esperando ¨²nicamente un tipo de mundo que tenga la misma gravedad de la Tierra.
Aspecto terrestre
Esta falsa idea se ve reforzada por el hecho de que se hace todo lo posible para darle a la Luna un aspecto terrestre. La nave no se posa sobre la superficie del planeta, que es claramente inhospitalaria (a pesar de que los lunareses jam¨¢s utilizan este t¨¦rmino y les gustar¨ªa verlo suprimido de los diccionarios). La nave penetra en una gran compuerta de aire, y los pasajeros descienden en un gran puerto de llegada de visitantes, en el que la atm¨®sfera, la temperatura y el decorado dan una sensaci¨®n. de estar en la Tierra. Lo que resulta imposible de camuflar, sin embargo, es la gravedad de la superficie de la Luna, que es una sexta parte menor que la de la Tierra.
Aparentemente no hay nada que pueda evitar que la diferencia de gravedad sorprenda a los reci¨¦n llegados. Tras la sorpresa inicial, la reacci¨®n es inevitablemente de regocijo, y todos intentan caminar, dando saltos m¨¢s o menos grandes, a pesar de los grandes carteles que avisan de lo contrario: ?Por favor, no corran o salten; esperen sentados hasta el inicio de los tr¨¢mites de entrada?. Las ca¨ªdas son frecuentes, pero la baja gravedad suele impedir que tengan consecuencias mayores.
El primer d¨ªa es normalmente aburrido; todos los visitantes de la Luna tienen que ser concienzudamente examinados biol¨®gica y m¨¦dicamente, a pesar de los ex¨¢menes previos hechos en la Tierra. No se permite la entrada de ninguna forma de vida inapropiada de ning¨²n tipo, semillas, par¨¢sitos, g¨¦rmenes, en un mundo en el que se controla cuidadosamente el equilibrio ecol¨®gico.
Y la primera noche es invariabl¨¦mente inc¨®moda: los movimientos naturales del sue?o tienden a lanzarles inesperadamente hacia arriba. Los reci¨¦n llegados entienden r¨¢pidamente el porqu¨¦ de los refuerzos acolchados que tienen todos los bordes de una cama lunar. Los hoteles lunares suelen ser extremadamente confortables, y en todos los dem¨¢s aspectos siguen el modelo de los de la Tierra.
Veh¨ªculos lunares
Al segundo d¨ªa, la mayor¨ªa de los turistas se halla ya aclimatada a la baja gravedad y se muestra dispuesta a salir a recorrer la Luna. Para tal fin existen unos veh¨ªculos lunares tan caracter¨ªsticos de la Luna que su representaci¨®n estilizada sirve de s¨ªmbolo universal de nuestro sat¨¦lite como mundo habitado. A bordo de estos veh¨ªculos, resistentes y manejables, propulsados por cohetes, los pasajeros estar¨ªan perfectamente seguros con ropas normales, aunque las regulaciones les exigen llevar trajes espaciales.
Por supuesto que estos trajes no son tan voluminosos y molestos como los de los primeros astronautas (que representan la idea que la mayor¨ªa de los terr¨¢queos suelen hacerse, incluso actualmente, de los trajes espaciales); son muy poco diferentes de una ropa normal de invierno, con excepci¨®n de su impermeabilidad, de las botellas de ox¨ªgeno discretamente acopladas y del dispositivo que permite ajustarse r¨¢pidamente un casco con un solo movimiento. En condiciones normales, el casco va suspendido del pecho, algo inc¨®modo, pero necesario de acuerdo con las actuales normativas.
Zonas principales
Hay dos zonas principales de la Luna que ning¨²n turista debe perderse; ninguna de ellas incluye las llamadas formaciones naturales. Existe cierto inter¨¦s por ver las monta?as y los cr¨¢teres de la Luna, pero no se puede negar el viejo dicho: ?Si has visto un cr¨¢ter lunar, los has visto todos?. Tycho, en este lado de la Luna, y Tsiolkovsky, en el lado oculto, atraen parte de la atenci¨®n de los turistas, pero ¨¦stos, con frecuencia, se sienten decepcionados. El hecho es que las monta?as de la Tierra son m¨¢s accidentadas, y las capas polares y las complejas formas de vida submarina les dan mayor grandiosidad e inter¨¦s de lo que la Luna puede lograr.
Pero no sucede lo mismo con los dos principales aditamentos humanos al paisaje lunar. En primer lugar, tenemos el gran complejo minero en la depresi¨®n Neil Armstrong. Pr¨¢cticamente todos los pasos del proceso de miner¨ªa est¨¢n automatizados y se operan por medio de robots. Los turistas visitan el complejo de noche, ya que no es conveniente exponerse al calor y a las radiaciones del sol, teniendo en cuenta que no existe una atm¨®sfera natural que sirva de proteccion.
Sin embargo, la energ¨ªa solar de la Luna resulta barata y el complejo minero est¨¢ bien iluminado. La nave aterriza sobre una elevaci¨®q lateral de la depresi¨®n y los turistas se ajustan los Gascos (los ayudantes de vuelo de la nave examinan cuidadosamente los cascos uno a uno) y descienden para contemplar el panorama. Hay un enorme socav¨®n que se ha formado a lo largo de siete d¨¦cadas de trabajo, pero en el que existe todav¨ªa una cantidad inimaginable de mineral. Una cadena infinita de cubetas se desplaza sobre ra¨ªles hacia un impulsor de masa, en el que un campo electromagn¨¦tico los acelera y los lanza al espacio como si fuera el tirachinas m¨¢s grande del mundo.
El radiotelescopio Karl Jansky
El otro punto de inter¨¦s, m¨¢s peque?o, pero mucho m¨¢s humano, es el enorme radiotelescopio Karl Jansky, que se encuentra en el lado oculto de la Luna. Tambi¨¦n se visita de noche; si se tiene en cuenta que un d¨ªa y una noche lunares tienen cada uno una duraci¨®n de dos semanas, los turistas no pueden ver el radiotelescopio y el complejo minero sin tener que esperar entre dos y diez d¨ªas entre cada visita.
El radiotelescopio deja pequeno a cualquier otro dispositivo semejante de los que existen tanto en la Tierra como en el espacio. Tiene un radio de un kil¨®metro y, junto con el equipo auxiliar, distribuido por el lado oculto, su di¨¢metro efectivo es virtualmente toda la Luna. Este radiotelescopio tiene todo el espesor de la Luna, ocult¨¢ndolo de la Tierra, y est¨¢, por tanto, libre de cualquier interferencia de radio de las bases espaciales. En los ¨²ltimos a?os ha detectado varias ondas de radio de las estrellas pr¨®ximas, lo cual puede indicar la presencia de formas de vida inteligentes eitraterrestres (los astr¨®nomos no est¨¢n todav¨ªa de acuerdo sobre este punto). Los turistas durante su visita a los laboratorios subterr¨¢neos, ven boquiabiertos c¨®mo las agujas indican los suaves aumentos y descensos de la intensidad de esas mieroondas que pueden ser una se?al de inteligencia no humana.
En el recorrido de los cultivos de microvida subterr¨¢neos se puede ver c¨®mo en ellos se producen productos alimenticios en grandes cantidades. Sin embargo, hay que reconocer que los olores de estas desoladas c¨¢maras no son del gusto de la maybr¨ªa.
Como tampoco lo es, por otra parte, la comida lunar. Los restaurantes lunares que atienden a los turistas anuncian, por supuesto, cocina terrestre, pero lo que eso significa es, en el mejor de los casos, una hamburguesa cara y bastante mediocre. Los restaurantes verda deramente lunares son m¨¢s interesantes, por cocinar con espeias microorg¨¢nicas, pero no son para cualquiera. El turista que se aclimata r¨¢pidamente y puede comer las especialidades lunares, principalmente vegetarianas, con cierto placer se convierte al instante en amigo de los nativos; los lunareses le llegar¨¢n a considerar casi como uno de los suyos. (Quienes viajen con ni?os se ver¨¢n probablemente limitados a cocina terrestre; ning¨²n ni?o nacido en la Tierra acepta la comida lunar sin un buen n¨²mero de problemas.)
Los espect¨¢culos lunares son famosos y no pueden realizarse en ninguna otra parte, ya que su esencia es la baja gravedad de la superficie lunar. Expertos gimnastas lunares realizan piruetas de desafio a la gravedad, cuya realizaci¨®n en la Tierra es simplemente imposible, incluso para un mono. No hay turista que no se quede maravillado.
Esqu¨ª lunar
El principal deporte lunar es el esqu¨ª. No hace falta nieve; debido a la baja gravedad, el cuerpo presiona ligeramente contra la arenosa superficie lunar, reduciendo grandemente el roce y haciendo que la superficie se muestre sorprendentemente resbaladiza. A esto hay que a?adir la forma en que los profesionales se acoplan unas peque?as botellas de gas de arg¨®n en la espinilla, a fin de producir una capa de gas bajo las botas que disminuya a¨²n m¨¢s el roce. Por las suaves pistas de los cr¨¢teres lunares y las llanuras de su superficie (que tienen suficientes irregularidades como para hacer una excelente pista de obst¨¢culos), los esquiadores se deslizan con incre¨ªble gracia.
Los turistas m¨¢s deportivos no dejan de probar suerte, y a pesar de la ayuda que se les brinda, y del equipo y los suaves descensos, descubren que no es tan f¨¢cil como parece. Pero, afortunadamente, las inevitables ca¨ªdas no tienen las consecuencias que tendr¨ªan en la Tierra.
Y, sin embargo, indudablemente, de todas las atracciones tur¨ªsticas de la Luna, el esqu¨ª es la m¨¢s absorbente.
Como la Luna no tiene atm¨®sfera, no hay niebla, neblinas, humo o nubes que obstaculicen la visi¨®n. Tras los cristales de alta transparencia de un observatorio, las estrellas aparecen aproximadamente una cuarta parte m¨¢s luminosas que en la Tierra. Asimismo, los planetas son m¨¢s luminosos de lo que estamos acostumbrados a verlos, y Venus, cuando adquiere mayor luminosidad, presenta un aspecto hipnotizador.
A causa de la lenta rotaci¨®n de la Luna, el cielo se mueve trece veces m¨¢s lento de lo que es la aparente velocidad del cielo de la Tierra. En cierta manera es una desventaja, ya que a cualquiera, le cansa un paisaje inmutable. Por otra parte, ello hace posible una noche de catorce d¨ªas antes de que el sol aparezca por Levante. La Tierra est¨¢ siempre visible. Recorre todas las fases de la Luna en el mismo orden y al mismo tiempo. Sin embargo, tiene un ¨¢rea de superficie trece veces mayor que la de la Luna, y en la fase de plena luminosidad tiene una intensidad setenta veces mayor que la Luna en su fase de Luna llena. Adem¨¢s cubren a la Tierra, remolinos de nubes que est¨¢n en continuo cambio y que hacen su contemplaci¨®n infinitamente m¨¢s fascinante.
Sol televisado
El Sol aparece por el Este y es imposible contemplarlo directamente. En ese caso, los visitantes tienen que mirar al cielo indirectamente mediante un aparato de televisi¨®n computarizado que proyecta el Sol de una manera selectiva. En la pantalla de dicha televisi¨®n se puede ver el Sol cruzar el cielo en un recorrido de dos semanas y bien pasar por encima o por debajo de la Tierra. A medida que el Sol se aproxima a ella, la Tierra adquiere la forma de una media luna cada vez m¨¢s peque?a, para, posteriormente, una vez que ha pasado el Sol, volver a crecer.
De cuando en cuando, el Sol pasa por detr¨¢s de la Tierra, de manera que sus rayos quedan bloqueados por ¨¦sta y no llegan a la Luna. Este eclipse constituye el mayor espect¨¢culo de la Luna. Las televisiones se apagan y se puede volver a mirar directamente el cielo. La Tierra se convierte en un c¨ªrculo negro en el cielo, en el que no se puede ver ni una sola estrella, un c¨ªrculo bordeado de un ligero halo de resplandor de color rojo-naranja. El c¨ªrculo tiene un tama?o cuatro veces mayor que el de la Luna llena contemplada desde la Tierra. Cuando el Sol est¨¢ centrado tras la Tierra, el c¨ªrculo adquiere una luminosidad homog¨¦nea en todos sus bordes. Siempre suele haber nubes en alguna parte del borde de la Tierra, lo cual rompe este halo en partes, y en momentos particularmente desafortunados no se ve en absoluto. Pero en los momentos propicios puede que se contemple en su totalidad.
En cualquier caso, un eclipse de Sol visto desde la Luna produce una vista jam¨¢s contemplable desde la Tierra. No hay descripci¨®n para expresar la belleza de semejante fen¨®meno. As¨ª pues, no es sorprendente que el turismo aumente en las ¨¦pocas en que se prev¨¦ un eclipse. Los astr¨®nomos pueden predecir, con bastante antelaci¨®n, cu¨¢ndo se dar¨¢ un eclipse, pero no sirve de nada que recomiende a mis lectores apresurarse a hacer sus reservas. Todos los pasajes a la Luna en ¨¦poca de eclipse est¨¢n reservados para los pr¨®ximos veinte a?os.
Una ¨²ltima palabra de advertencia: aunque la mayor¨ªa de los lunareses son tan honrados como largos son sus d¨ªas, tengan cuidado con los vendedores de recuerdos. Pr¨¢cticamente ninguno de los recuerdos que les ofrecer¨¢n valen lo que cuestan. Tengan especial cuidado con los vendedores callejeros de rocas lunares. Les estar¨¢n vendiendo un objeto cuya exportaci¨®n est¨¢ prohibida o que s¨®lo se permite en escasas ocasiones. Podr¨¢n comprobar que han pagado una buena cantidad de dinero por algo que se puede encontrar por todo el planeta y por lo que tendr¨¢ que pagar un suplemento adicional para llev¨¢rselo a casa. Si quiere traerse alg¨²n recuerdo, haga fotos... con su propia c¨¢mara.
Traducci¨®n de Ram¨®n Palencia.
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