Brutalidad y elegancia en el montaje de Peter Hall
?Qu¨¦ es el genio? ?De d¨®nde viene? ?Es compatible con la vulgaridad y la estupidez? Estas son las cuestiones centrales de Amadeus, la obra de Peter Shaffer sobre Mozart, que se estren¨® en Londres en noviembre de 1979 y sigue siendo un ¨¦xito en la capital brit¨¢nica, Entonces, un conocido cr¨ªtico teatral dijo que esta obra era un sacrilegio. Otro, que casi era una obra maestra. La pol¨¦mica no se ha resuelto, salvo por el juicio de la taquilla.
La direcci¨®n de Peter Hall en la producci¨®n brit¨¢nica y la escenificaci¨®n de John Barry ayudaron sobremanera a esta obra a remontarse, con una mezcla perfecta de brutalidad y elegancia. Amadeus se estren¨® en el National Theatre, en Londres, con Scofield en el papel de Salieri, bien apoyado por el joven Simon Calow como Mozart. Tal fue su ¨¦xito, que, debido a otros compromisos, el National Theatre hubo de trasladar en junio de 1981 Amadeus al teatro Her Majestyes, con Frank Finlay y Richard O'Callaghan, reemplazando respectivamente a Scofield y Callow, produci¨¦ndose a¨²n —m¨¢s de dos a?os despu¨¦s— llenos diarios.
Aqu¨ª tenemos al joven Wol fgang Amadeus Mozart que llega a la Corte del emperador Jos¨¦ I de Austria, donde predomina el compositor Antonio Salieri, un hombre receloso del genio de Mozart.
Salieri ha compuesto una marcha banal para la llegada de Mozart, y ¨¦ste, distra¨ªdo y sin esfuerzo, la transforma inmediatamente en la deliciosa aria, que se convertir¨ªa en Figaro.
Amadeus, que marc¨® la vuelta de Peter Shaffer al teatro tras Equus, cuenta la historia de Mozart por boca de Salieri, ya senil, que, 32 a?os despu¨¦s de la muerte de Mozart, confes¨® haberle envenenado —hecho nunca probado—. El t¨ªtulo de la obra no puede ser m¨¢s acertado. Amadeus significa amado por Dios. Salieri, que hab¨ªa dedicado su talento a Dios, cuando cae en la cuenta que el talento de su rival es mayor, se convierte en enemigo eterno de ese ser supremo que ha tenido una de "sus m¨¢s puras manifestaciones a trav¨¦s de la m¨²sica de Mozart". Dios se da a entender, hablaba a trav¨¦s de Mozart, sin borrones en unas partituras salidas directamente de la cabeza del genial compositor. Pero el genio musical —como otros tipos de genios— puede coincidir con grandes defectos personales. El planteamiento es discutible, como lo es la imagen de Mozart, un hombre que en Amadeus resulta obsceno, vulgar, insoportable y bufonesco.
Que esto se acerque o no a la realidad no es algo crucial, pues Shaffer nos describe no el Mozart real, sino el que ve¨ªa Salieri, peresonaje magn¨ªficamente interpretado en un principio por Paul Scofield, con una incre¨ªble facilidad para pasar de los tiempos de Mozart hasta su vejez, cuando Salieri se suicid¨¦. Esta no es una obra sobre la m¨²sica sino sobre la relaci¨®n entre el arte y la vida humana.
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