Decisiones salom¨®nicas de Hacienda
Las decisiones salom¨®nicas, cuando surgen con el supuesto prop¨®sito de contentar a todos, pierden su significado y evidencian, por el contrario, una absoluta falta de criterio en lo que respecta al responsable de tal decisi¨®n. Cuando esta carencia corresponde a los altos estamentos del Estado, cuando versa sobre temas tan trascendentales para el pa¨ªs como la inform¨¢tica y la electr¨®nica, y cuando, adem¨¢s, aparece como un paso adicional de una pol¨ªtica incoherente o, m¨¢s a¨²n, inexistente en estos campos, el panorama resulta desalentador.Intereses en juego
Pues mientras los pa¨ªses industrializados del mundo occidental hace tiempo que comprendieron la importancia del desarrollo tecnol¨®gico, en especial en las ¨¢reas energ¨¦tica, electr¨®nica e inform¨¢tica, e hicieron sus correspondientes planteamientos sobre el tema, en Espa?a continuamos sumergidos en la grandilocuencia de las palabras o en el limbo de la ignorancia, tratando de resolver el problema por autoeliminaci¨®n, o bien esperando el milagro de su resoluci¨®n por obra y gracia de alg¨²n hada caritativa.
?Hasta cu¨¢ndo estas actuaciones salom¨®nicas? En el referido art¨ªculo se dice que, de acuerdo con las declaraciones del Ministerio de Hacienda, esta decisi¨®n ha sido adoptada para "satisfacer a la mayor parte de los intereses en juego". ?Es realmente posible el logro de este m¨²ltiple objetivo? ?De qui¨¦n y cu¨¢les son los intereses que menciona Hacienda? En inform¨¢tica es dif¨ªcil conseguir soluciones que satisfagan a todos, porque al final siempre unos equipos tienen que someterse o acomodarse a las caracter¨ªsticas de los otros. Teniendo en cuenta que, seg¨²n parece desprenderse de las manifestaciones de Hacienda, recaer¨ªa sobre IBM el peso de los grandes ordenadores, mientras que sobre Secoinsa el de los terminales, no es l¨®gico pensar que sean los peque?os terminales los que impongan sus caracter¨ªsticas a los grandes ordenadores. Por otro lado, ?qui¨¦n va a suministrar el soporte l¨®gico y el esfuerzo de programaci¨®n necesarios para hacer funcionar estos equipos en la aplicaci¨®n que se est¨¢ pensando, el proveedor de ordenadores o el de terminales? En definitiva, ?qui¨¦n va a disponer del control ¨²ltimo sobre el funcionamiento de este importante ejercicio p¨²blico? Porque, aun reconociendo que la industria nacional no est¨¢ en condiciones de fabricar grandes ordenadores por s¨ª sola, pensamos que existe una gran diferencia entre la realizaci¨®n de un proyecto conjunto con una casa extranjera que complemente esta carencia y la simple importaci¨®n, llave en mano, de sistemas convencionales ya existentes.
La respuesta a todas estas preguntas nos llevar¨ªa irremediablemente al hecho de que la decisi¨®n salom¨®nica de Hacienda, si llega a confirmarse, ceder¨ªa el ni?o b¨ªblico a la multinacional, y s¨®lo dejar¨ªa para la industria nacional el cuidado de los pa?ales.
?Es esta resoluci¨®n aceptable, indiferente o desafortunada para el pa¨ªs? ?Se ha hecho un an¨¢lisis detenido sobre el papel de furcia malandrina que en esta adaptaci¨®n salom¨®nica se le quiere adjudicar a la industria inform¨¢tica nacional? Si es as¨ª, ?por qu¨¦ la decisi¨®n de Hacienda no corresponde a las recomendaciones de la comisi¨®n interministerial que estudi¨® y juzg¨® este concurso?
Procedimientos arbitrarios
Una de las razones que se indican como causantes de dicha decisi¨®n apunta hacia el informe del director del centro de proceso de datos de dicho Ministerio, quien ha se?alado que no se puede comprometer a garantizar la gesti¨®n correcta de los impuestos si se concede el concurso al grupo Secoinsa-Univac. Aparte de la gravedad e incidencia de este juicio sobre el desprestigio p¨²blico de las empresas a las que afecta, desde un punto de vista t¨¦cnico esa afirmaci¨®n resulta cuando menos sorprendente. Ya que las diferentes caracter¨ªsticas materiales, que las hay, de los equipos de uno u otro suministrador no pueden ser en ning¨²n caso motivo de afirmaciones tan graves.
Tampoco las caracter¨ªsticas l¨®gicas y operativas, a no ser que dudemos de la competencia de ese centro de proceso de datos, en cuyo caso probablemente seria m¨¢s l¨®gico aconsejar un cambio en su direcci¨®n, que no una inversi¨®n de la recomendaci¨®n interministerial. Sin embargo, si la raz¨®n ¨²ltima de tales declaraciones estribara en prisas de ¨²ltima hora, en la conveniencia improvisada de poner en marcha el servicio a ritmo acelerado, y en la posible dificultad de cumplir plazos perentorios por parte de alguna de las firmas, no tendr¨ªamos m¨¢s remedio que volver a pensar que a lo peor este pa¨ªs necesite a¨²n un par de generaciones para funcionar de acuerdo con los c¨¢nones y normas de un pa¨ªs serio y moderno.
?Tan dif¨ªcil es para nuestros pol¨ªticos aceptar la idea de que una sociedad debe planificarse y establecer unas l¨ªneas de actuaci¨®n coherentes? Pues, como en el caso que nos ocupa, ni siquiera cuando se proyectan unos procedimientos adecuados ¨¦stos se logran llevar a la pr¨¢ctica, ya que, como vemos, despu¨¦s de establecer un concurso con normas, plazos y comisi¨®n evaluadora, se echa mano de arraigadas costumbres para restituir los tradicionales procedimientos arbitrarios, que tan poco dicen de la honorabilidad de las personas que los utilizan.
El maletilla nacional
Adem¨¢s, en nuestro caso, la falta de criterio vuelve a recaer sobre un aspecto tan importante en estos tiempos para cualquier pa¨ªs, y tan abandonado en el nuestro, por el contrario, como el mundo de la electr¨®nica, la inform¨¢tica y las comunicaciones. ?Cu¨¢ndo se le va a dar una opci¨®n seria a este sector de la industria nacional? ?Cu¨¢ntos campeonatos mundiales, equipamientos inform¨¢ticos de haciendas y centros p¨²blicos, adjudicaciones de televisiones aut¨®nomas, etc¨¦tera habr¨¢ que arrojar en manos extranjeras para dar una oportunidad a este maletilla nacional?
La reciente constituci¨®n de la comisi¨®n para la elaboraci¨®n del Plan Electr¨®nico Nacional con discursos oficiales, proclamaci¨®n de buenas intenciones y amplia difusi¨®n p¨²blica, quiz¨¢ podr¨ªa ser el comienzo real de una nueva pol¨ªtica hacia el sector. Sin embargo, aunque esas fueran las intenciones, el pre¨¢mbulo de Hacienda parece indicar que de nuevo se corre el riesgo de que los buenos prop¨®sitos se vean aplastados por las decisiones salom¨®nicas de siempre, las mismas que dieron al traste con anteriores proyectos, como el Plan Inform¨¢tico Nacional o el libro blanco sobre las comunicaciones. Circunstancia lamentable en este caso, ya que los actuales planteamientos promet¨ªan mayores visos de autenticidad y parec¨ªan prescindir de los defectos que rodearon el nacimiento y elaboraci¨®n de intentos previos. Citando a Quevedo: "?De qu¨¦ sirve presumir, / rosal, de buen parecer,/ si a¨²n no acabas de nacer / cuando empiezas a morir?".
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