Expectativas poco esperanzadoras para las econom¨ªas occidentales
Es evidente que la lucha contra la inflaci¨®n todav¨ªa ocupa el primer lugar en la lista de prioridades de los distintos Gobiernos (menos el franc¨¦s). Pues aunque se haya conseguido moderar un tanto el alza de los precios, las tasas de inflaci¨®n siguen siendo altas, sobre todo en Italia, Suecia, Noruega, Canad¨¢, el Reino Unido, Dinamarca y Estados Unidos, adem¨¢s de Francia (excediendo todos el 10%). En Alemania, la tasa actual del 6% parece comparativamente moderada, pero supera lo que en este pa¨ªs la poblaci¨®n, que no olvida los efectos desastrosos de la hiperinflaci¨®n de los a?os veinte, est¨¢ dispuesta a tolerar, e incita al Banco Federal a mantener el rumbo restrictivo en su pol¨ªtica monetaria.En mi opini¨®n, es de m¨¢xima, importancia que se consiga controlar las presiones inflacionarias. La inflaci¨®n no s¨®lo es antisocial, lo que ya de por s¨ª es grave. Tambi¨¦n perjudica a la econom¨ªa en general. Por un lado, siempre termina distorsionando los precios relativos, dando lugar a numerosas inversiones improductivas (como la construcci¨®n suntuaria o la compra de terrenos), que no tienen otra funci¨®n que la de proteger al propietario contra la inflaci¨®n. Por otro lado, se complican los c¨¢lculos financieros y las evaluaciones de balances y aumenta la incertidumbre para la inversi¨®n productiva, que en buena parte se mantiene entonces a la espera.
No olvidemos tampoco que elevadas tasas de inflaci¨®n mundial tienen que inducir a los pa¨ªses de la OPEP (independientemente de la situaci¨®n en que se encuentren los mercados mundiales) a producir y exportar menos petr¨®leo, pues s¨®lo as¨ª pueden evitar la erosi¨®n del valor real de sus ingresos, m¨¢xime cuando los mercados internacionales de capital no ofrecen obligaciones con rendimientos indexizados.
Pol¨ªticas monetarias restrictivas
Como resulta que la inflaci¨®n es un fen¨®meno monetario (sin expansi¨®n fiduciaria no durar¨ªa mucho), es l¨®gico que sea la pol¨ªtica monetaria la encargada de combatir este mal end¨¦mico. As¨ª, durante 1981, las pol¨ªticas monetarias nacionales se mantuvieron restrictivas en todos los pa¨ªses, con excepci¨®n de Francia y Jap¨®n. Al contrario de lo que hab¨ªa sucedido en 1974-1975, cuando algunos pa¨ªses trataron en vano de neutralizar los efectos depresivos del encarecimiento del petr¨®leo mediante una pol¨ªtica de expansi¨®n de la demanda, actualmente los bancos emisores act¨²an de una forma m¨¢s sincronizada: no s¨®lo no se acomodan a las nuevas subidas de los precios petroleros de finales de 1979, sino que adem¨¢s restringen la oferta monetaria para contener la inflaci¨®n.
Los efectos contractivos sobre los niveles de producci¨®n y empleo podr¨ªan ser moderados si la pol¨ªtica monetaria restrictiva lograra romper las expectativas inflacionarias de los agentes econ¨®micos (incluyendo las administraciones p¨²blicas) y persuadir a los sindicatos laborales y a las patronales de que los salarios reales no podr¨¢n subir ni siquiera en proporci¨®n al incremento de la productividad, debido a que el deterioro de la relaci¨®n real de intercambio implica la transferencia monetaria de parte de esa productividad al exterior (concretamente, a los pa¨ªses de la OPEP). Pero hasta el momento parece que s¨®lo en Jap¨®n los agentes econ¨®micos han entendido esto. Pol¨ªticas agresivas de precios y reivindicaciones salariales desmesuradas siguen estando a la orden del d¨ªa en casi todos los pa¨ªses occidentales, y los Gobiernos, frecuentemente, incrementan los impuestos indirectos, o incluso implantan nuevos, con el fin de cubrir sus necesidades presup¨²estarias. En estas circunstancias, el panorama coyuntural ha de ser deprimente. Los problemas energ¨¦ticos pueden haber agravado este debilitamiento econ¨®mico, pero no son su causa, como se dice frecuentemente desde partes interesadas.
Monetarismo mal entendido
En vista de la persistencia de la recesi¨®n y el n¨²mero creciente de personas en paro, muchos piensan que el monetarismo no constituye un enfoque de pol¨ªtica econ¨®mica tan id¨®neo como sus propugnadores, capitaneados por el Premio Nobel de Econom¨ªa Milton Friedman, afirman. La grave crisis econ¨®mica en que se encuentra sumido el Reino Unido es atribuida, sin m¨¢s, a la pol¨ªtica de Margaret Thatcher, que una y otra vez ha manifestado su admiraci¨®n por el monetarismo. En Estados Unidos, dentro de la propia Administraci¨®n se critica el comportamiento excesivamente monetarista de la Federal Reserve Board, por haber hecho escalar los tipos de inter¨¦s hasta niveles vertiginosos y haber impedido as¨ª que el programa de revitalizaci¨®n de la econom¨ªa norteamericana, en. el que tanto conf¨ªa el presidente Reagan, tuviera r¨¢pidamente los efectos positivos apetecidos. En la Rep¨²blica Federal de Alemania, el banco emisor, que goza a¨²n de mayor independencia del Gobierno que su hom¨®logo estadounidense, tiene que afrontar casi diariamente duras cr¨ªticas de pol¨ªticos socialdem¨®cratas y funcionarios de sindicatos por continuar aferrado al monetarismo, a pesar de la aton¨ªa inversora y el elevado desempleo.
Son ¨¦stos ejemplos de una extra?a tergiversaci¨®n de doctrinas y hechos en las que tambi¨¦n incurren numerosos economistas acad¨¦micos, pues ni en el Reino Unido, ni en Estados Unidos, ni en la Rep¨²blica Federal de Alemania se practica de verdad el monetarisino. Lo que se practica es una pol¨ªtica monetaria restrictiva m¨¢s o menos convencional. Los te¨®ricos del monetarismo han insistido reiteradamente, y con raz¨®n, en que sus prescripciones s¨®lo pueden funcionar si las autoridades monetarias suprimen todo tipo de discrecionalidad en su pol¨ªtica y se comprometen a mantener un crecimiento regular de la cantidad de dinero en consonancia con el crecimiento del potencial productivo de la econom¨ªa. Se trata de una condici¨®n necesaria para que los dem¨¢s agentes econ¨®micos (inversores, sindicatos, sector p¨²blico, instituciones financieras) puedan tener en cuenta, y anticipar, los condicionantes, monetarios en el momento de tomar decisiones que requieran financiaci¨®n.
En ning¨²n pa¨ªs se ha aplicado este principio. Es cierto que los bancos emisores alem¨¢n (desde 1975), ingl¨¦s (desde 1979) y estadounidense (desde 1980) anuncian de antemano una tasa de variaci¨®n de la oferta monetaria para el a?o en curso (con un margen de oscilaci¨®n). Pero de hecho han sometido esta oferta a cambios muy bruscos, que, en el mejor de los casos (Alemania), muestran una amplitud similar a lo ocurrido antes de adscribirse oficialmente al monetarismo. En vez de aplicar una pol¨ªtica monetaria predecible por todos los grupos y orientada hacia la desaceleraci¨®n gradual de la inflaci¨®n sin ocasionar violentas perturbaciones econ¨®micas, las autoridades monetarias han optado por una pol¨ªtica activista de tipos de inter¨¦s altos, con el fin de defender una determinada paridad con el d¨®lar (evitar la devaluaci¨®n) o para enjugar d¨¦ficit en la balanza de pagos por cuenta corriente (atraer capital extranjero, sobre todo de la OPEP). No puede extra?ar, por consiguiente, la tenacidad con que se mantienen las expectativas inflacionarias, que luego sirven a los bancos emisores de justificaci¨®n para mantener su rumbo restrictivo. Nos encontramos ante un c¨ªrculo vicioso que no se puede atribuir al monetarismo propiamente dicho.
Perspectivas y condicionantes pol¨ªtico-econ¨®micos
Por otra parte, tampoco para 1982 cabe vaticinar una r¨¢pida reactivaci¨®n econ¨®mica. De nada servir¨ªa una mayor permisividad con respecto de la inflaci¨®n, como propugnan los cr¨ªticos del llamado monetansmo y como parece aceptar el nuevo Gobierno franc¨¦s, pues apenas existe ya ilusi¨®n monetaria en los pa¨ªses occidentales, incluida Francia. Ni los salarios ni los tipos de inter¨¦s nominales marchan a la zaga de la subida del nivel general de precios.
Como indica el cuadro estad¨ªstico adjunto, los pa¨ªses occidentales experimentar¨¢n en promedio un crecimiento cero, que ser¨ªa negativo si no fuera por la contribuci¨®n de Jap¨®n (que participa con un 14% en el PIB real total de los pa¨ªses considerados). El ritmo de inflaci¨®n se moderar¨¢ un tanto. En estas circunstancias es probable que las autoridades monetarias aflojen las riendas, como en todo caso tendr¨ªan que hacer para adecuar el aumento de la cantidad de dinero a la tasa de crecimiento econ¨®mico. Una expansi¨®n fiduciaria m¨¢s desarrollada en Estados Unidos, Alemania y otros pa¨ªses permitir¨¢ que bajen algo los tipos de inter¨¦s nominales. Pero los efectos positivos sobre la producci¨®n, la inversi¨®n y el empleo ser¨¢n m¨¢s bien t¨ªmidos, pues el problema coyuntural est¨¢ inserto en otro m¨¢s amplio de tipo estructural, solucionable s¨®lo a medio plazo y necesitado de acciones por el lado de la oferta de bienes y servicios.
La pol¨ªtica fiscal podr¨ªa ayudar para salir de la recesi¨®n. Pero en los pa¨ªses europeos todav¨ªa no lo hace. La deuda p¨²blica acumulada alcanza en todos los pa¨ªses unas magnitudes alarmantes, que imponen a Parlamentos y Gobiernos una m¨¢xima moderaci¨®n en la toma de huevos cr¨¦ditos, estando muy restringida la posibilidad de recurrir a los bancos emisores para financiar d¨¦ficit presupuestarios. Ahora bien: si el grado de utilizaci¨®n de la capacidad productiva es inferior a su nivel normal, el Estado podr¨ªa tolerar gastos adici¨®nales y recaudaciones tributarias reducidas y financiar esta parte del d¨¦ficit (pero s¨®lo esta) mediante cr¨¦ditos; este d¨¦ficit desaparecer¨ªa en el pr¨®ximo auge coyuntural y, por tanto, no tiene que ser consolidado (como ocurre con el d¨¦ficit estructural). No se tratar¨ªa de perseguir una pol¨ªtica fiscal antic¨ªclica, sino de evitar que esta pol¨ªtica se hiciera proc¨ªclica. Nada tendr¨ªa que ver, por tanto, con los programas de creaci¨®n de empleo v¨ªa gasto p¨²blico, que tanto gustan a los socialistas y que tan poco resuelven en la realidad.
La pol¨ªtica salarial
Tambi¨¦n se discute en varios pa¨ªses occidentales, no s¨®lo en Estados Unidos, la necesidad de reducir el peso del sector p¨²blico en la econom¨ªa nacional, con el fin de aumentar la eficiencia en el sistema productivo y de mejorar las perspectivas de rentabilidad para la inversi¨®n privada. Adem¨¢s, la desregulaci¨®n administrativa se ha convertido en un tema de gran actualidad, una vez que son abrumadoras las pruebas emp¨ªricas de que excesivas regulaciones distorsionan el aparato productivo, fomentan la econom¨ªa subterr¨¢nea, retrasan sensiblemente la creaci¨®n de nuevas empresas y demoran la realizaci¨®n de inversiones. Unicamente Francia camina en direcci¨®n opuesta, por razones ideol¨®gicas, y apuesta por el intervencionismo burocr¨¢tico. La aparici¨®n de los consabidos efectos perniciosos es cuesti¨®n de tiempo; la aton¨ªa inversora ya es manifiesta.
Finalmente, la pol¨ªtica salarial tiene asignado un papel importante: el de la moderaci¨®n, y no s¨®lo en 1982. Esto significa que la evoluci¨®n de sueldos y salarios tendr¨¢ que quedar por debajo del crecimiento de la productividad redistribuible, si es que han de mejorar las perspectivas de empleo. Y la estructura de estas remunerapiones tendr¨¢ que reflejar otra vez el abanico de cualificaciones profesionales de la poblaci¨®n activa, si es que se quiere combatir el paro juvenil. Al mismo tiempo, no debe quedar descartada la posibilidad de una reducci¨®n salarial, como est¨¢ prevista en Alemania para los funcionarios p¨²blicos y como ser¨ªa conveniente en determinados sectores y regiones en crisis, con el fin de estimular la inversi¨®n. En compensaci¨®n podr¨ªa hacerse a los trabajadores part¨ªcipes de futuros beneficios empresariales mediante modelos de fomento patrimonial a nivel de empresa. Los sindicatos se suelen resistir a asumir su responsabilidad, pero tambi¨¦n hay excepciones, siendo la m¨¢s notable la de Jap¨®n. Todos, los an¨¢lisis cient¨ªficos subrayan que la pol¨ªtica de moderaci¨®n salarial, perseguida en aquel pa¨ªs ya en 1981, ha contribuido sustancialmente a animar la actividad inversora.
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