'Charme' en Cultura
?La cultura es una operaci¨®n de relaciones p¨²blicas? Se dir¨ªa que el Gobierno, a falta de dinero, ha querido ofrecer charme en Cultura poniendo a su frente a una mujer con charme. Pero ni siquiera el supuesto charme de Calvo Sotelo puede justificar tan follonera maniobra.Ahora parecen haberse puesto de moda las jeremiadas de los altos funcionarios ministeriales del anterior equipo. Todo se les va en decir que ellos han "administrado pobreza", que "los temas de la cultura en este pa¨ªs est¨¢n abandonados por los poderes p¨²blicos" o que con el presupuesto destinado a Cultura "no se puede hacer absolutamente nada". Y si ve¨ªan que no pod¨ªan hacer absolutamente nada, ?por qu¨¦ han permanecido meses y a?os en sus adorables puestos? ?Por qu¨¦ no se les ocurre denunciar estas cosas antes? ?Por qu¨¦, pues, no han dimitido al comprobar que nada era posible?
Pero el problema no es s¨®lo ¨¦se. Lo grave es la demostraci¨®n reiterada de la insensibilidad del Gobierno (no s¨®lo de ¨¦ste, naturalmente) hacia los temas culturales. En ello no hace sino seguir la pauta de la tradicional mentalidad espa?ola que considera a la cultura, en el mejor de los casos, como un a?adido, lujo, complemento, coartada, etc¨¦tera, para el mantenimiento del sistema. Es decir, convierten a la cultura en exactamente lo contrario de lo que deber¨ªa ser.
Hace unos meses se presentaba en una ciudad extreme?a un libro sobre la regi¨®n. En una encopetada cena, algunos de los implicados en el libro dirigimos unas palabras a los comensales. Me precedi¨® el escritor V¨ªctor Chamorro, que se larg¨® una tremenda diatriba revolucionaria. Los ¨¢nimos de los presentes parec¨ªan irse soliviantando, los cuerpos se remov¨ªan tensos en los asientos. A continuaci¨®n intervine yo y dije que iba a hablar de cultura. Nada m¨¢s o¨ªr esta palabra pudo percibirse entre la asistencia una especie de iu! de alivio. Creo recordar que estuve duro, pero ya nada importaba: la palabra cultura era un hechizo que hab¨ªa alejado todos los peligros; los se?ores recuperaron sucolor y las cosas su sitio natural. Incluso recib¨ª parabienes y muchos mostraron su acuerdo con mi exposici¨®n.
Por eso, hablar de cultura en esta sociedad tiene algo de vergonzante en cuanto uno percibe su efecto relajador, su utilizaci¨®n como coartada. Pero habr¨¢ que seguir insistiendo. Espa?a no necesita charme, sino una urgente movilizaci¨®n cultural que implica voluntad de hacer y cambiar, gente preparada y dinero. ?No suena a bofetada que de 3,5 billones de pesetas de presupuesto general se dediquen a Cultura (y Deportes) 30.000 millones, de los cuales casi la mitad se va en pagar la interminable n¨®mina de funcionarios que, por otra parte, no se encuentran entre los m¨¢s capacitados y diligentes del pa¨ªs?
Hay algo de oprobioso en este tema. ?Por qu¨¦ hemos de tragarnos que todo el dinero que el Estado dedica, por ejemplo, al teatro sea similar al que el Estado franc¨¦s o el alem¨¢n destinan a un solo teatro? Para justificar tales sinsentidos, los pol¨ªticos realistas suelen decir que "cuando hay una situaci¨®n de paro, no se puede hablar de cultura", o que en ¨¦pocas de crisis econ¨®mica la cultura debe ceder su puesto a otras prioridades m¨¢s importantes. Semejantes opiniones descalifican a quienes las pronuncian.
La filosof¨ªa de UCD parece clara: no hay dinero para la cultura. Pues si no hay dinero, h¨¢gase desaparecer el ministerio desde el que, seg¨²n los propios responsables, no se puede hacer absolutamente nada. Pero no: se intenta despistar a la opini¨®n y se pone a una dama con charme, a ver si cuela.
Poco se puede esperar de un Gobierno que cree que en ¨¦pocas de crisis lo primero que hay que hacer es ahorrar en cultura. Por si hiciera falta una argumentaci¨®n en contrario, ah¨ª tenemos el ejemplo franc¨¦s, cuyo Gobierno, tan inmerso en la crisis como nosotros, ha reaccionado del modo justamente contrario. Ha ampliado el presupuesto de Cultura para 1982 en un 50%, llegando a una cifra de 100.000 millones de pesetas. Jack Lang, ministro franc¨¦s de Cultura, defendiendo en el Parlamento su presupuesto, ofreci¨® una imagen de la realidad bien poco satisfactoria. El 50% de los franceses nunca ha ido a un teatro, una tercera parte de la poblaci¨®n jam¨¢s ley¨® una novela, las tres cuartas partes jam¨¢s visitaron un museo...
?Y nosotros? ?Qu¨¦ haremos con nuestra miseria cultural: con esa m¨¢s de la mitad de los espa?oles que no lee ning¨²n peri¨®dico ni revista, con ese 64% que jam¨¢s lee un libro, con ese 91,7% que nunca fue a una biblioteca, o ese 90% que no ha pisado el teatro? Cuando existe una realidad como ¨¦sta y no se produce una movilizaci¨®n radical y generalizada, no queda m¨¢s remedio que hablar -como lo hizo el ministro Lang en Francia- de "sabotaje cultural". Ahora m¨¢s que nunca, precisamente ahora, es cuando Espa?a necesita un mayor esfuerzo de culturizaci¨®n. Pero los se?ores del Gobierno, igual que los se?ores extreme?os, cuando oyen la palabra cultura, suspiran de alivio, se les quita un peso de encima, porque piensan que todo esto se puede arreglar con un poco de charme.
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