'Cumbre' del cine
Hace unos a?os, un grupo de cr¨ªticos y especialistas de cine europeos, hizo un poco informalmente la ceremonia ya tradicional del recuento de las diez mejores pel¨ªculas de la historia. El mayor n¨²mero de votos se los llev¨® Karl Theodor Dreyer por su Ordet. Tras ella, muy de cerca, iba Touch of Evil -en Espa?a Sed de mal- de Orson Welles. Palabras mayores: estamos ante uno de los monumentos de la historia del cine mundial. No es, en absoluto, una exageraci¨®n.Orson Welles ha realizado tan solo una docena de pel¨ªculas en cuarenta a?os. Comenz¨® muy joven, en 1940, con Ciudadano Kane, sigui¨® con El cuarto mandamiento, en 1942, y esto le bast¨® para volver patas arriba todas las convenciones de Hollywood, con una ins¨®lita manera de hacer las cosas. Su capacidad revolucionaria y su insolencia jam¨¢s le fueron perdonadas all¨ª.
Hago esta disigresi¨®n para que se entienda lo que Sed de mal supuso para Welles cuando, en 1958, le encargaron, casi de carambola, realizarla y con ella tener ocasi¨®n de: desquitarse de -una humillante expulsi¨®n jam¨¢s olvidada. A?adamos que Welles ha confesado que el nivel profesional y los instrumentos t¨¦cnicos de Hollywood son para su cine, que exige un afinamiento y una complejidad de rodaje enormes, los id¨®neos y que nunca se ha sentido c¨®modo haciendo cine fuera de all¨ª.
Sed de mal, cuando la pusieron en manos de Welles, era un mediocre gui¨®n de cine negro basado en una novelilla de tercera clase. Ley¨® el gui¨®n, intuy¨® algo, y acept¨® el contrato, imponiendo tan solo unas cuantas modificaciones aparentemente inocuas. Y comenz¨® el rodaje y con ¨¦l los nervios de los productores. Un solo plano de la pel¨ªcula, el que la abre, un sorprendente plano en continuidad de m¨¢s de cinco minutos de duraci¨®n tard¨® ?dos semanas! en rodarse.
Hubo que construir una grua especial para realizarlo, montar esta grua sobre un cami¨®n acondicionado con amortiguadores especialmente encargados, hacer durante todo el complicad¨ªsimo movimiento de la c¨¢mara varias docenas de ajustes de foco sobre la marcha, mover coordinadamente varias docenas de autom¨®viles y varios centenares de figurantes, crear un objetivo para la c¨¢mara capaz de transiciones fulminantes desde un gran angular a un teleobjetivo, iluminar con precisi¨®n milim¨¦trica casi un kil¨®metro cuadrado de una ciudad, etc¨¦tera. Los nervios de los productores estaban m¨¢s que justificados. Luego, los nervios se calmaron, pues el resto de la pel¨ªcula fue rodado en plazos normales.
?Por qu¨¦ esa duraci¨®n del plano inicial? ?Por qu¨¦ esa extrema dificultad? Welles mat¨® dos p¨¢jaros de un tiro. Una toma de esas caracter¨ªsticas solo pod¨ªa llevarse a cabo con la maquinaria profesional y t¨¦cnica de Hollywood. As¨ª se desquitaba, por un lado, de su imposibilidad de hacer algo parecido en los estudios europeos. Y por otro afrontaba un desaf¨ªo que le obsesionaba: la necesidad de llevar al cine la m¨¢xima, la suprema ambici¨®n de todo artista genuino de la representaci¨®n dram¨¢tica, como es la tragedia. Me explicar¨¦.
Eur¨ªpides, S¨®focles, Shakespeare, Beethoven, en sus grandes monumentos tr¨¢gicos, comenzaban arriba, en la m¨¢xima tensi¨®n emocional. Tras la primera estrofa de La Orest¨ªada, el primer acto de Hamlet, o el primer acorde de la Novena sinfon¨ªa, parece imposible ir m¨¢s all¨¢, ascender, remontar la imaginaci¨®n. Y, sin embargo, aquellos genios siguieron subiendo. Esa es la peculiaridad formal de una ceremonia tr¨¢gica. Y Welles se propuso en ese famoso plano-secuencia de Sed de mal encontrar para el cine una v¨ªa de acceso a esa cumbre de las leyes de la imaginaci¨®n humana. Lo consigui¨®. Situ¨® el comienzo de su filme en la cresta de la ola y, no obstante, este sigui¨® creciendo, elev¨¢ndose y elevando a este arte, que todav¨ªa algunos ciegos consideran menor, a la altura exacta de las artes primordiales.
La deuda del cine a Welles por esta aventura es impagable. Sed de mal es un filme dif¨ªcil, complejo, una amarga representaci¨®n de los mecanismos del poder y la violencia. Bajo el esquema de una intriga polic¨ªaca, Welles va superponiendo sucesivos niveles de inteligencia, que hacen de cada personaje, de cada situaci¨®n y de cada hecho una especie de monolito con varias caras, que puede observarse desde distintos ¨¢ngulos con diferentes visiones seg¨²n cada punto de mira. Casi lo de menos es lo que ocurre. Importa como ocurre. El personaje Quinland, que interpreta el propio Welles, es una de las grandes aportaciones del cine a la galer¨ªa de prototipos mitol¨®gicos de la narrativa contempor¨¢nea, a la altura de un Joseph K., de un RaskoInikov, de un Julian Sorel, o de un Gay Gatsby.
Sed de mal se emite el domingo, a las 22 horas, por la segunda cadena.
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