El gato y el rat¨®n
Bajito y fornido, incendiario antes que bombero, Jos¨¦ Koljalezck ha logrado escapar "de los uniformes altos y delgados" que le persiguen por haber pintado "rojo y blanco polacos" en una empalizada de los viejos astilleros, hoy astilleros Lenin. Escondido bajo las cuatro verdaderas faldas de la abuela Ana Bronski, que se calienta a media tarde en el patatal de Bissau, el bajito pero fornido Koljalezek se convierte en el silencioso patriarca de una familia antecedente del tambor de hojalata con el que Oscar, el muchacho que se neg¨® a crecer, trocaba en valses los pasos de la oca que entretienen a las Juventudes Hitlerianas las ma?anas de domingo en el Campo de Mayo de Danzig, hoy Gdansk.El perseguido se afeit¨® el bigote, se ha procurado papeles y trabaja de balsero, r¨ªo Vistula arriba y abajo, contagiando su antigua pasi¨®n incendiaria en m¨²ltiples llamaradas de aserraderos "como f¨¦rvido homenaje a una Polonia dividida, sin duda, pero no por ello menos unida". Un d¨ªa el patr¨®n D¨¹ckerhoff le ha pedido al viejo incendiario una cerilla. Est¨¢, por tanto, al descubierto. Y desaparecer¨¢, no se sabe si vivo o muerto, en todo caso m¨ªtico, bajo las aguas que alimentan el astillero.
Trilog¨ªa de Danzig
Aqu¨ª est¨¢ el principio de una de las m¨¢s duras, ir¨®nicas y po¨¦ticas historias de la posguerra, El Tambor de hojalata, del novelista polaco, hoy berlin¨¦s, G¨¹nter Grass. La sombra del drama polaco predomina sobre cualquier otro motivo. La Polonia sometida, por los siglos, a "un jueguecito de demolici¨®n y reconstrucci¨®n" es la historia, seg¨²n Grass, de la ciudad de Gdansk, antes Danzig, antes Dantzig o Gdancik o Gidanie o Giotheschants.
El Tambor de hojalata, que no es la ¨²nica obra polaca de G¨¹nter Grass, la llamada Trilog¨ªa de Danzig alcanza todav¨ªa a A?os de Perro, El Gato y el rat¨®n o El Rodaballo) es un reflejo del estado de ¨¢nimo de un pueblo ante el sufrimiento que no cesa. "Por todas partes hay facturas sin pagar", dice uno de los personajes al final de alguna de las cat¨¢strofes nacionales cuando alguien lejano (Yalta, por ejemplo) estaba "procurando tratados de paz cuidando de que pudieran procurar motivos de nuevas guerras".
Oscar, el ni?o que se tira por una escalera para seguir siendo ni?o con tambor, el enano Bronski o Matzerath (pues tampoco sabe su ascendencia primera) asiste, con distanciamiento endurecido, a todas las guerras. Es un enano que puede esconderse pero que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, aunque padre de familia, puede pasar por ni?o. Pero le dice un amigo, el payaso Bebra con el que recorrer¨¢, de titiritero, medio mundo, que no hay que ponerse nunca debajo o delante de las tribunas. Son rat¨®n y ellos son gato pero "a nosotros nos corresponde estar en la tribuna", insiste Bebra.
El electricista llamado Walesa
Lo estar¨¢n por poco tiempo. Y lo cuenta el novelista como si estuviera viendo ya a otro bajito pero fornido polaco, no incendiario como Koljalezek pero s¨ª electricista, Lech Walesa, en una tribuna ante los astilleros Lenin, pronunciando m¨ªtines que entusiasmar¨ªan a Maria, la cocinera de la cantina de los astilleros Lenin que describe Grass en El Rodaballo. "D¨ªme, Maria. ?Qu¨¦ pas¨® en diciembre del 70? ?Estaba all¨ª tu Jan cuando 30.000 obreros cantaron la Internaciaonal como protesta ante la sede del Partido?". La respuesta para Grass llega p¨¢ginas m¨¢s tarde cuando Maria descubre que su Jan, "en el momento de ser alcanzado por el disparo de la milicia, recitaba el Manifiesto Comunista por un meg¨¢fono" "?Qu¨¦ contradicciones ideol¨®gicas", se pregunta el novelista, "proporcionan entretenimiento dial¨¦ctico a qui¨¦n, en el sentido de Marxengels, cuando, en un pa¨ªs comunista, el poder estatal ordena disparar contra los trabajadores que, en n¨²mero de 30.000, acaban de cantar la Internacioana ante el edificio del Partido, como protesta proletaria"?.
Eso fueron Los sucesos de diciembre. Doce a?os m¨¢s tarde, "los astilleros Lenin siguen llam¨¢ndose astilleros Lenin"', otras huelgas u otras guerras -"obras maestras de la virilidad"- suceden en otros lugares y el malencarado y estr¨¢bico rodaballo del gran G¨¹nter Grass ha gritado, en medio de un ventarr¨®n de intensidad diez, "?Qui¨¦res cerrar el pico?". Pero no. Maria, la cantinera de los astilleros, ve como su hombre (1.970, en diciembre seg¨²n el novelista) "hace agitaci¨®n con conciencia hist¨®rica". Han subido todos los precios. Hay huelga. Cantan la Internaciaonal. Pero Maria, la cantinera, se acerca a Jan-Koljalczek-Walesa y le dir¨¢. "Tienes raz¨®n, Jan. Hay que verlo hist¨®ricamente. Eso no se acaba nunca... Encarecieron el arenque de Escania. Aumentaron, aunque hab¨ªa suficiente, el precio de la pimienta...Y el Partido tiene raz¨®n, tiene siempre raz¨®n: es demasiado pronto para la libertad, dice siempre el Partido".
Babelia
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