Las amenazas del neoproteccionismo

LA ADMINISTRACION norteamericana acaba de proponer una nueva ronda de negociaciones -que, de celebrarse, ser¨ªa la octava- para ampliar la liberalizaci¨®n del comercio internacional. La iniciativa no deja de resultar sorprendente en momentos en que la tozudez de la crisis econ¨®mica y las d¨¦biles perspectivas de recuperaci¨®n contribuyen a resucitar los fantasmas del proteccionismo. Aunque algunos expertos pronostican para la segunda mitad de 1982 una reactivaci¨®n, se estima que los parados en los pa¨ªses industrializados de econom¨ªa de mercado a finales de este ejercicio alcanzar¨¢n la cifra de veintinueve millones.El nerviosismo y la irritaci¨®n desatados por la crisis mundial se han desviado, en parte, contra la competencia japonesa. Los japoneses no son s¨®lo unos eficientes exportadores, sino tambi¨¦n unos habilidosos proteccionista!. Su amplia red de restricciones a las importaciones ampara a su industria de la competencia exterior sin cerrar oficialmente su mercado. As¨ª, por ejemplo, las normas de control anticontaminante para los autom¨®viles extranjeros no se aplican mediante el muestreo habitual en otros pa¨ªses -un veh¨ªculo de cada diez-, sino coche por coche. De otra parte, la adquisici¨®n por alguna firma extranjera de una compa?¨ªa japonesa, necesaria cabeza de puente para penetrar en la distribuci¨®n interior, est¨¢ seriamente dificultada o simplemente prohibida. Los japoneses se defienden acusando a los occidentales por su falta de tenacidad y sus altos precios o esgrimiendo razones morales -como la necesidad de garantizar los puestos de trabajo- para impedir la compra de compa?¨ªas nacionales. En cualquier caso, el mercado japon¨¦s se halla mucho m¨¢s cerrado que el de los restantes pa¨ªses industriales, y el poderoso complejo Gobierno-banca-empresas se muestra reacio a su apertura. Pero el problema es c¨®mo Jap¨®n puede justificar su enorme super¨¢vit comercial con Europa y Estados Unidos, mientras aplica pr¨¢cticas comerciales proteccionistas en una ¨¦poca de paro creciente.

Entre los aliados atl¨¢nticos los reproches est¨¢n tambi¨¦n a la orden del d¨ªa. Los europeos, acusados de ocultar subvenciones estatales clandestinas en las partidas de su comercio exterior, temen nuevas restricciones norteamericanas a la exportaci¨®n de sus productos sider¨²rgicos. En Estados Unidos se critican las ventas de productos europeos de alta tecnolog¨ªa a los pa¨ªses comunistas, con el argumento de que esas exportaciones permiten al bloque sovi¨¦tico modernizar sus industrias b¨¦licas y obligan a Norteam¨¦rica a un redoblado esfuerzo defensivo, responsable en gran medida de los d¨¦ficit presupuestarios y de los altos tipos de inter¨¦s originados por la necesidad de financiarlos. Los europeos reprochan a la Administraci¨®n Reagan que sus censuras sean compatibles con las ventas de trigo norteamericano a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En el terreno agr¨ªcola la pol¨¦mica est¨¢ al rojo vivo, ya sea a prop¨®sito de los obst¨¢culos no arancelarios para los productos agr¨ªcolas m¨¢s baratos de los Estados Unidos con destino al mercado europeo, ya sea por la competencia desleal con terceros mercados por las primas pagadas por Bruselas a los agricultores comunitarios.

Las disputas enfrentan a los propios pa¨ªses europeos. Pese a la pertenencia de ambas naciones al Mercado Com¨²n, la importaci¨®n en Francia del vino de Italia est¨¢ pr¨¢cticamente prohibida. Espa?a y otros pa¨ªses extracomunitarios encuentran dificultades parecidas o mayores en sus exportaciones. Los salvajes incidentes del Mediod¨ªa franc¨¦s o las huelgas de celo de los aduaneros franceses constituyen un perjuicio directo y grav¨ªsimo contra la exportaci¨®n agr¨ªcola espa?ola, en la que disponemos de ventajas comparativas.

En cualquier caso, la recesi¨®n econ¨®mica mundial y el paro amenazan con cuartear el edificio de un mercado mundial abierto y pueden incluso debilitar la integraci¨®n pol¨ªtica de los pa¨ªses industriales de Occidente y la aceptaci¨®n de sus responsabilidades colectivas frente al Tercer Mundo. Aunque el comercio internacional contin¨²a siendo todav¨ªa esencialmente libre, cabe temer una involuci¨®n proteccionista al grito de s¨¢lvese quien pueda. Con la iniciativa de una nueva ronda -la ronda Reagan-, Estados Unidos propone en realidad una huida hacia adelante que no s¨®lo mantenga inc¨®lumes los logros actuales, sino que adem¨¢s implique la liberalizaci¨®n en las inversiones de capital, los seguros, la construcci¨®n naval, el sector financiero y -por descontado- los productos agr¨ªcolas. Aunque el proyecto ser¨¢ pr¨¢cticamente irrealizable mientras subsistan la recesi¨®n y el paro a escala mundial, su mero enunciado har¨¢ m¨¢s dif¨ªcil justificar cualquier eventual pol¨ªtica neoproteccionista norteamericana.