'La regla del juego', de Renoir, se estrena con 42 a?os de retraso
Los cines Alphaville de Madrid estrenan esta noche La regla del juego, de Jean Renoir (1894-1976), una de las pel¨ªculas m¨¢s legendarias del cine europeo. Nos llega con 42 a?os de retraso. La pel¨ªcula se exhibi¨® por vez primera en 1939, unas semanas antes del estallido de la segunda guerra mundial. Fue rechazada por el p¨²blico, por la mayor¨ªa de los cr¨ªticos y retirada de la circulaci¨®n por el Gobierno franc¨¦s, que la consider¨® derrotista, ante la inminencia de la guerra. El filme, entre amputaciones y bombardeos, qued¨® destrozado. La casualidad permiti¨® recomponerlo despu¨¦s de la guerra. En 1959, en el festival de Venecia, se present¨®, en medio del clamor, su versi¨®n integral.
La regla del juego brot¨® en la imaginaci¨®n de Jean Renoir casi torrencialmente. El mismo habl¨® de una acumulaci¨®n de intuiciones que se agolparon en su cabeza y se entrecruzaron durante las sucesivas fases de elaboraci¨®n y en cierta manera, marcaron al filme de arritmia y de una especie de desarrollo en forma de laberinto. La intrincada an¨¦cdota de unos burgueses que deciden pasar unos d¨ªas de campo y caza en las propiedades de un arist¨®crata y su aventura c¨®mica, mundana y cineg¨¦tica acaba en tragedia, tiene complejas v¨ªas de acceso, que requieren esfuerzo por parte del espectador, y que se adelant¨® al cine de su tiempo.Pero lo que Renoir esgrimi¨® como justificaci¨®n de los posibles errores de su trabajo, hoy, casi medio siglo despu¨¦s, son, lejos de defectos, las marcas de una sorprendente modernidad, que hace trizas a muchas vanguardias ficticias. La regla del juego, que es un filme de pretensiones cl¨¢sicas, casi una quintaesencia de los m¨¦todos y las tradiciones naturalistas, se nos aparece ahora como un relato de insuperable audacia, que deja con la boca abierta a los m¨¢s refinados y ultramodernos formalistas.
La pel¨ªcula tiene muchos y muy complicados recovecos argumentales, que forman un entretejido de acciones y subacciones en los que el espectador parece a veces extraviarse y quedarse sin norte. Pero, a medida que el filme avanza, por un milagro de claridad, los hilos se recomponen y configuran un tipo de evidencia narrativa casi sin precedentes ni consecuentes en la historia del cine.
Renoir, durante el rodaje, sigui¨® inventando sobre la marcha di¨¢logos, situaciones e incluso personajes, lo que da al complicado desarrollo de la historia una sensaci¨®n de espontaneidad que contrasta y enriquece a su alta alquimia y elaboraci¨®n. Uno de los escasos cr¨ªticos que supo enjuiciar el filme cuando se estren¨® habl¨® de una "algor¨ªa que, construida como un teorema, es narrada como discurre un arroyo". Imposible decirlo mejor.
Es una historia de amor, de humor, de violencia, de sexo, de caza. Precisamente las escenas de caza son uno de esos instantes privilegiados de la historia del cine, sin equivalente, sin referencia anterior y posterior. Cada personaje es un hallazgo, cada situaci¨®n un estallido de inventiva. Renoir odia lo que cuenta y el signo social de quienes lo ejecutan, pero es un creador y ama a sus criaturas, por lo que dibuja y hace moverse a sus personajes con mimo y con una incontenible generosidad.
La pel¨ªcula comienza con pesadez, muy a ras de tierra. Pero sobre todo a partir de la llegada de los personajes al castillo donde van a pasar unos d¨ªas de caza, la historia se eleva y alcanza cotas de ingenio, tensi¨®n y poder referencial notabil¨ªsimas. En el fondo de este vuelo de la imaginaci¨®n -y en el cine de Renoir, imaginaci¨®n debe tomarse como algo diametralmente distinto de fantas¨ªa- hay un pugna muy propia del pensamiento radical franc¨¦s, del alma jacobina, entre el odio a los contenidos pol¨ªticos de la conducta de los burgueses y el amor a los individuos que encarnan esos contenidos. En esa pugna se mueve este raro y genial filme, no el m¨¢s perfecto de su autor, pero si el m¨¢s comprometido, el m¨¢s amargo, el m¨¢s denso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.