Hermetismo inusual en la 'cumbre' de superiores jesuitas que se celebra en Roma
ENVIADO ESPECIALLa inscripci¨®n que adorna el escudo gentilicio de Villa Cavalletti, donde los 104 superiores jesuitas debaten el futuro de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, reza en lat¨ªn: Ad sidera pergo. Puede traducirse, con un poco de generosidad, como ?En ruta hacia los astros, huyendo del mundanal ruido?. Todo se lo han preparado para que nadie moleste y lleven a feliz t¨¦rmino la dolorosa gestaci¨®n, que bien puede ser el parto de los montes o un grave golpe de tim¨®n.
Esta instalaci¨®n en el mundo estelar que dice el lema de la casa que les acoge simboliza, a su manera, una situaci¨®n cuyo ?aqu¨ª nadie sabe nada y no se contesta? adquiere dimensiones kafkianas. Porque resulta que los que vienen no saben para qu¨¦ les han llamado y para cuando lo sepan ya han montado un escenario r¨ªgido que impide toda comunicaci¨®n con el exterior. Hasta ?las fuentes generalmente bien informadas? se han cerrado herm¨¦ticamente ante la consigna de la nueva direcci¨®n de ?discreci¨®n absoluta?. ?S¨ª, se han retirado fuera de Roma?, nos dicen, ?es para que nadie interfiera y la Prensa no moleste?. Los m¨¢s antiguos del lugar no recuerdan un hermetismo semejante al de estos hombres encerrados en un palacio del siglo XVII, defendido por una muralla infranqueable, al cuidado sol¨ªcito de unas religiosas espa?olas. En el concilio o durante los s¨ªnodos funcionaba una informaci¨®n peri¨®dica y conferencias de Prensa, aqu¨ª no se permite ni el ver a los actores de este singular drama. El aislamiento ha ido tan lejos que bien puede decirse que esta conjura del silencio en los centros romanos de los jesuitas es la primera gran batalla ganada por el nuevo equipo.
Si Paolo Dezza convoca a la plana mayor de la orden sin que sepan a ciencia cierta de qu¨¦ se trata, se explica que nieguen toda informaci¨®n a esa opini¨®n p¨²blica que forma el vasto mundo al que los jesuitas tratan de anunciar su mensaje. Lo que ocurre es que en Roma menos que en ning¨²n otro sitio se puede aceptar que los asuntos de la Compa?¨ªa de Jes¨²s sean un asunto interno. Anteanoche mismo, en la vor¨¢gine de los carnavales romanos, la historia de los jesuitas estaba en la calle. Abundaban, por cierto, disfraces de Karol Wojtyla, ayatollahs envejecidos y monjas de todo color. Pero tambi¨¦n jesuitas encadenados, arrastrando su libertad condicionada por la piazza Colonna. Desde siempre los destinos de los jesuitas han interesado no s¨®lo a los papas, sino a los pol¨ªticos y al pueblo y no tanto, y no s¨®lo, por una identificaci¨®n religiosa, sino tambi¨¦n por lo que significan socialmente sus casi 30.000 miembros.
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