Espa?a ante la OTAN / 1
Se inicia con este texto una serie de tres art¨ªculos en que se analizan los costes que acarrea y las posibilidades que se abren, tras la reciente decisi¨®n espa?ola de ingresar en la OTAN. La incorporaci¨®n a esta organizaci¨®n militar supone un paso trascendente para hacer frente a las principales amenazas exteriores -desde el norte de Africa hasta el Pacto de Varsovia- que actualmente enfrenta nuestro pa¨ªs; pero en todo caso -seg¨²n el autor- no deber¨¢ considerarse una panacea, y su eficacia depender¨¢ especialmente de la modalidad de nuestra inserci¨®n en la Alianza Atl¨¢ntica.
Decidido el ingreso de Espa?a en la OTAN, conviene examinar las posibilidades que ¨¦ste ofrece para hacer frente a algunos de los m¨¢s importantes problemas con que topa la pol¨ªtica de seguridad espa?ola, que deja de lado por vez primera desde 1953 el enfeudamiento a Estados Unidos como eje pivotal sobre el cual se ha asentado la inserci¨®n de nuestro pa¨ªs en el sistema de defensa occidental, decidida por el general Franco tras aceptar elevados recortes de soberan¨ªa, ins¨®litos en nuestra historia contempor¨¢nea.Es imprescindible abordar dicha cuesti¨®n se?alando, por orden de prioridad y con la m¨¢xima claridad, las principales amenazas exteriores con que hoy se enfrenta Espa?a.
En primer lugar, hay que mencionar, creo, el norte de Africa, donde Marruecos tiene planteado un contencioso en reivindicaci¨®n de las plazas de Ceuta y Melilla, am¨¦n de las islas y pe?ones pr¨®ximos a la costa, y que objetivamente tambi¨¦n puede competir con Espa?a por el control del estrecho de Gibraltar. S¨®lo en segundo lugar cabr¨ªa se?alar la amenaza del Pacto de Varsovia, bien fuese procedente de la gran llanura centroeuropeo o del espacio mediterr¨¢neo. Sobre tal amenaza, las posibilidades de acci¨®n por parte de nuestro pa¨ªs son inexistentes. El potencial de conflicto deriva de una dial¨¦ctica en las relaciones Este-Oeste sobre la cual no puede influir aisladamente Espa?a.
En lo que se refiere a la primera amenaza, es obvio que la soluci¨®n discurre por la necesidad de potenciar nuestras Fuerzas Armadas de acuerdo con el incremento del poder militar del enemigo previsible, a fin de garantizar tanto la integridad territorial espa?ola como el control efectivo del eje Baleares-Estrecho-Canarias. Ahora bien, en qu¨¦ medida puede hacerse frente a tal escenario sin conexi¨®n con un cierto apoyo exterior, ya sea de Estados Unidos o de la OTAN, es tema debatible al que me referir¨¦ m¨¢s adelante.
En lo que respecta a la segunda amenaza, Espa?a no podr¨ªa defenderse realmente si no es en el marco de la Alianza o mediante un nuevo tratado bilateral con Estados Unidos, mejorado sustancialmente en lo jur¨ªdico y en lo militar, ya que una eventual neutralidad armada exigir¨ªa elevad¨ªsimos gastos de defensa y es veros¨ªmil que no fuera respetada en caso de conflicto armado entre los dos bloques.
Este es un aspecto que ha desempe?ado un papel fundamental en la discusi¨®n del pasado a?o; pero quisiera destacar que la doble opci¨®n -Estados Unidos, OTAN- que acabo de mencionar no constituye una aut¨¦ntica alternativa por las tres razones siguientes:
1. Cabe pensar que las facilidades militares, de control y de comunicaciones concedidas por Espa?a a Estados Unidos formen parte, de una u otra manera, de las posibilidades contempladas en el despliegue de la Alianza.
2. Parece claro que la Alianza no ha reconocido oficialmente la aportaci¨®n indirecta espa?ola a su despliegue y que la conexi¨®n Espa?a-OTAN para comunicaci¨®n y previsi¨®n de escenarios b¨¦licos ha tenido que ser tenue e insuficiente, si es que se ha producido.
3. Por mor de la subsistencia de los acuerdos con Estados Unidos para un caso de emergencia, Espa?a es una zona potencialmente caliente en el flanco sur de la OTAN, lo que implica un riesgo militar obvio en el caso de un conflicto con el Pacto de Varsovia.
Para bien o para mal, el general Franco introdujo a Espa?a, ciertamente por la puerta falsa, en la dial¨¦ctica Este-Oeste, a la vez que extra¨ªa de ello, fundamentalmente, efectos de fortalecimiento interno para su r¨¦gimen.
Nuestra posici¨®n geogr¨¢fica y geoestrat¨¦gica y el peso de las alianzas hacen de Espa?a blanco no s¨®lo en el posible desbordamiento de la OTAN, en el caso de un enfrentamiento directo entre ¨¦sta y el Pacto de Varsovia, sino quiz¨¢ tambi¨¦n en el supuesto de un desbordamiento indirecto por el flanco sur a base de conflictos b¨¦licos limitados y vehiculados a trav¨¦s de terceros (es decir, los pa¨ªses de Africa del Norte).
La b¨²squeda de opciones
La contraestrategia m¨¢s viable -neutralidad armada- ha de sopesarse no s¨®lo contra una tradici¨®n de casi treinta a?os de alineaci¨®n efectiva, aunque un tanto vergonzante, sino tambi¨¦n contra la resistencia presumible del aparato militar a cortar el caudal de experiencias, adiestramientos e intercomunicaci¨®n que, bien o mal, ha ligado a nuestras Fuerzas Armadas con las norteamericanas y les ha permitido asomarse algo a la instrumentaci¨®n del pensamiento militar y de defensa de la superpotencia occidental, lo que habr¨¢ mejorado algo la capacitaci¨®n y el despliegue espa?oles. En mi opini¨®n, no es posible argumentar l¨®gicamente en favor de la no adhesi¨®n de Espa?a a la Alianza Atl¨¢ntica y continuar, sin embargo, la desequilibrada relaci¨®n con Estados Unidos.
La opci¨®n estrat¨¦gica OTAN se ha defendido, en ocasiones con parquedad argumental, en base a una serie de consideraciones sobre objetivos nacionales a alcanzar. Desde la experiencia del franquismo, quiz¨¢ el m¨¢s sobresaliente sea la ruptura definitiva del aislamiento relativo de Espa?a en los asuntos internacionales. La pol¨ªtica que se inici¨® con el ingreso en las Naciones Unidas, en el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el grupo del Banco Mundial, en la OECE y en otras organizaciones se prolonga hacia la incorporaci¨®n a las instituciones de defensa del mundo europeo occidental, ya que hasta ahora se ha mantenido con ellas una relaci¨®n sui generis, no exenta de inconvenientes de ¨ªndole pol¨ªtica, militar y diplom¨¢tica.
Estos inconvenientes se derivan, b¨¢sicamente, de la no asunci¨®n por Espa?a de responsabilidades de defensa colectiva en el ¨¢mbito creado al efecto, lo que impide participar en las reuniones, discusiones, informaci¨®n y decisiones de mayor o menor nivel en el seno de la Alianza Atl¨¢ntica, aunque en ellas se abordan problemas y situaciones a cuyas consecuencias no escapa Espa?a.
En este sentido, no cabe duda de la importancia de introducirse en los planes de seguridad y defensa colectivos, en el acceso a la doctrina militar aliada y en ?os programas de apoyo y cooperaci¨®n mutua. Ello, se piensa, contribuir¨¢ a romper estructuras, instituciones y mentalidades arraigadas en la experiencia de una ¨¦poca de repliegue, de aislamiento, que de otra forma ser¨ªa muy dif¨ªcil modificar. El paralelo con lo que ocurri¨® en el plano econ¨®mico tras 1959 es evidente.
Decisi¨®n hist¨®rica
En dicha perspectiva no cabe duda de que la integraci¨®n en la OTAN es una decisi¨®n hist¨®rica para Espa?a, como tambi¨¦n lo es la de acceder a las Comunidades Europeas. Las dos se insertan en una estrategia amplia de incorporaci¨®n definitiva a los esquemas institucionales (pol¨ªticos, econ¨®micos y militares) occidentales. Sus resultados pueden ser profundos, aunque no est¨¦n desprovistos de efectos negativos.
Desde luego, la mejora en el tono de la pol¨ªtica de seguridad frente a una de las dos grandes amenazas que penden sobre Espa?a, parece que ha de considerarse hoy como la principal ventaja derivada del ingreso en la OTAN. No es ¨¦ste, naturalmente, la panacea para resolver los m¨¢s apremiantes problemas de nuestra pol¨ªtica exterior y de nuestra defensa. Sin embargo, la posibilidad de abordar, en mejores condiciones si se hace inteligentemente, algunos de los m¨¢s urgentes depender¨¢ en gran medida de la modalidad de nuestra inserci¨®n en la Alianza: este es uno de los grandes retos de 1982.
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