Al Oeste, Portugal
Al Oeste, Portugal y el oc¨¦ano Atl¨¢ntico. As¨ª terminaba la descripci¨®n de los l¨ªmites de Espa?a de nuestros a?os escolares. Poco m¨¢s se nos contaba acerca de nuestra naci¨®n hermana: Portugal, pa¨ªs hermano, pa¨ªs vecino, pa¨ªs ib¨¦rico... a mil a?os luz. Ese ha sido el resultado de una pol¨ªtica carente del menor sentido com¨²n, en manos de unas oligarqu¨ªas enemigas de la raz¨®n hist¨®rica.Durante muchos a?os hemos soportado la ret¨®rica de un pacto ib¨¦rico entre hermanos que, en la pr¨¢ctica, viv¨ªan de espaldas, sin hablarse. Muchos espa?oles que hab¨ªan viajado por toda Europa no hab¨ªan estado jam¨¢s en Lisboa. Y eso era un s¨ªmbolo de otras ignorancias.
Ahora, las cosas han cambiado en el orden tur¨ªstico, pero en cuanto a comprensi¨®n y relaci¨®n humana y social entre los dos pueblos, poco se ha avanzado. Y no se trata de infravalorar las visitas tur¨ªsticas. Al contrario. Est¨¢ muy bien que podamos contemplar y recordar los capiteles bizantinos de la catedral vieja de Coimbra, el claustro de Batalla, el cisterciense de Alcoba?a, el manuelino de los Jer¨®nimos o las callejuelas medievales de Alfama. Como bien est¨¢ ver caer la tarde en Nazar¨¦, entre la policrom¨ªa de los barcos pesqueros, o desde el castillo da Pena, en Sintra, en medio de un parque soberbio que le parec¨ªa a Richard Strauss el verdadero jard¨ªn de Klingsor. No hay nada que objetar a quienes deseen broncearse al sol en las playas de Casc?es, de Sesimbra o del Algarve, y quisieran reponerse del esfuerzo con alguna especialidad de bacalao y un vino verde del Mi?o. Pero eso, sin m¨¢s, es del todo insuficiente para quienes, como los espa?oles, hemos tenido una historia y una cultura com¨²n con los portugueses durante muchos siglos y que debi¨¦ramos, ahora, caminar juntos en muchas empresas.
El cambio debe comenzar por parte de nuestra clase pol¨ªtica y de nuestra elite ilustrada. ?Cu¨¢ntos espa?oles cultos de hoy han le¨ªdo a Fernando Pessoa, uno de los grandes poetas del siglo XX? ?D¨®nde est¨¢n los libros de Antero de Quental, de Jo¨¢o de Deus, de Ega de Queir¨®s, de Guerra Junqueiro, de Oliveira Martins? Y si nos vamos un poco m¨¢s atr¨¢s, ?qui¨¦n lee a Herculano, a Almeida Garret, al mismo Cam?ens?. ?Cu¨¢ntos universitarios saben que Cam?ens escribi¨® tambi¨¦n en castellano?
No pretendo afirmar que la cosa sea muy distinta en Portugal, aunque hay notables diferencias. En los famosos a?os del Pacto Ib¨¦rico, la ¨¦lite culta de Portugal saltaba de Lisboa a Par¨ªs, a Bruselas o a Londres, sin pasar por Madrid. Y no hace mucho, en un libro portugu¨¦s donde se dan varias estad¨ªsticas comparativas acerca del consumo de carne, queso y otros alimentos, se mencionan varios pa¨ªses, incluidos algunos como Nueva Zelanda, Finlandia, Ruman¨ªa y otros similares, pero no se cita a Espa?a. Al parecer, la comparaci¨®n con Nueva Zelanda no deja dormir a los portugueses, mientras que una comparaci¨®n con Espa?a carece de inter¨¦s.
Portugueses y espa?oles debemos marchar juntos. La historia nos ha emparejado, propiciando a veces querellas y desaveniencias, pero impidi¨¦ndonos el divorcio definitivo. Para empezar, toda la Pen¨ªnsula, hasta el siglo XVIII, se llam¨® Espa?a. Cam?ens cuenta en su epopeya c¨®mo los hados hab¨ªan anunciado la llegada de una "gente fort¨ªssima de Espanha", para referirse a los lusitanos, y varias veces m¨¢s se refiere a Espa?a como designaci¨®n del conjunto peninsular. Y Cam?ens escribe su obra antes de que Felipe II realice la fusi¨®n ib¨¦rica. Despu¨¦s, todav¨ªa a comienzos del siglo XVIII, en 1708, seg¨²n recuerda Dom¨ªnguez Ortiz, un autor divid¨ªa a Espa?a en Castilla, Arag¨®n y Portugal.
Espa?oles y portugueses recorren los mares en todas direcciones, llevando a los pa¨ªses m¨¢s alejados de nuestras costas -"E si mais mundo ouvera, l¨¢ chegaram"- un com¨²n mensaje peninsular. La vuelta al mundo se inicia con Magalh?es y se concluye con Elcano, y nuestra historia marcha paralela, incluso despu¨¦s de la separaci¨®n e independencia definitiva de Portugal, en 1640. En uno de nuestros regeneracionismos, la ¨¦poca ilustrada, cuando Feijoo lucha por introducir las luces y la modernidad en Espa?a, vemos c¨®mo otro fraile portugu¨¦s, Luis Antonio Verney el Barbadi?o, lleva a cabo una labor semejante en Portugal, que repercute en Espa?a. Su libro Verdadeiro m¨¦todo de estudar fue pronto traducido al castellano y organiz¨® unagran pol¨¦mica, porque ven¨ªa a revolucionar los estudios y las universidades espa?olas. Especialmente los jesu¨ªtas se esforzaron fiara desacreditar y combatir un libro que pretend¨ªa introducir en la ense?anza el discurso cr¨ªtico, los m¨¦todos experimentales y las nuevas ciencias. Y, curiosamente, en los dos pa¨ªses les esperaba a los jesuitas un destino parecido: el marqu¨¦s de Pombal los expulsa de Portugal y, pocos a?os despu¨¦s, el conde de Aranda los expulsa de Espa?a. Pero tambi¨¦n estuvimos hermanados en otros avatares de signo opuesto: cuando la Inquisici¨®n espa?ola est¨¢ a punto de agotar los jud¨ªos y conversos susceptibles de confiscaci¨®n y expoliaci¨®n, llegan aqu¨ª, huyendo de la Inquisici¨®n portuguesa, jud¨ªos y conversos lusitanos que permitir¨¢n mejorar sus finanzas al empobrecido Santo Oficio espa?ol.
Hubo un momento en la eclosi¨®n nacionalista del siglo XIX que pudo llevar a la uni¨®n peninsular de Espa?a y Portugal, seg¨²n pretend¨ªan los progresistas de ambos pa¨ªses. Como es sabido, los moderados espa?oles se desentendieron de la corriente hist¨®rica que llev¨® a la unidad italiana y a la alemana, y son los progresistas quienes formulan diversos proyectos de unidad ib¨¦rica. En alguna ocasi¨®n se pens¨® en la uni¨®n por boda: casar a la heredera de Isabel II con el heredero portugu¨¦s. Despu¨¦s se pens¨® en un rey portugu¨¦s -don Luis I- para toda la Pen¨ªnsula. El Gobierno provisional de Prim, Sagasta y Ruiz Zorrilla ofreci¨® el trono a don Fernando de Portugal, que no quiso. Y, en otra direcci¨®n, las doctrinas federalistas daban un excelente pie para la gran federaci¨®n ib¨¦rica. Personas como Oliveira Martins o Henriques Nogueira, en Portugal, y Pi y Margall o Castelar, en Espa?a, escribieron y mantuvieron posiciones pol¨ªticas que pudieron concluir en la unidad ib¨¦rica. No lleg¨® a puerto la empresa, pero es un ejemplo m¨¢s de lo cercanas que se mueven nuestras historias. Es ocioso recordar que el r¨¦gimen de Salazar, en Portugal, coincide con el r¨¦gimen de Franco, en Espa?a. Pero es menos sabido que cuando en Espa?a se crea la Junta de Ampliaci¨®n de Estudios para incorporar la ciencia y la cultura espa?ola a modelos m¨¢s europeos, en Portugal, Antonio Sergio y su grupo de la Seara Nova proponen tambi¨¦n una Junta de Promulga??o -o de Orienta??o- dos Estudos" para que otorgue becas de estudio en el extranjero, cree institutos de investigaci¨®n y forme profesores modernos, con preparaci¨®n y esp¨ªritu cient¨ªficos.
Podr¨ªamos continuar las semejanzas, pero no hace falta. La Espa?a de las autonom¨ªas debe impulsar una pol¨ªtica de estrecha colaboraci¨®n con Portugal. Y estamos haciendo muy poco. Es m¨¢s, nuestra pol¨ªtica exterior est¨¢ a punto de crear problemas con Portugal en la incorporaci¨®n al Mercado Com¨²n y en la incorporaci¨®n a la OTAN, cuando es obvio que debi¨¦ramos actuar solidariamente en ambos casos. No se trata ahora de pensar en federaciones, sino de abordar juntos los retos y desaf¨ªos de un tiempo nuevo que ha empeque?ecido el planeta, que establece m¨²ltiples dependencias cient¨ªficas, tecnol¨®gicas y econ¨®micas y que ha hecho de las multinacionales un nuevo sistema de imperios en los que no se pone el sol, como no se pon¨ªa anta?o en el espa?ol y el portugu¨¦s.
La pol¨ªtica de acercamiento a Portugal, de actuaci¨®n conjunta y solidaria en muchos campos, presenta, como es l¨®gico, problemas y dificultades. Pero pueden superarse con holgura desde una voluntad pol¨ªtica firme de acci¨®n en com¨²n. Una voluntad que abrir¨¢ el paso al futuro si se hace con la misma fuerza que encierran los versos de Pessoa, en su salutaci¨®n a Walt Whitman: "Sou Eu, um universo pensante de carne e osso, querendo passar. / E que h¨¢... de passar por for?a, porque quando quero passar sou Deus!".
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