La guerra civil salvadore?a est¨¢ llegando a la capital
Viene de la primera p¨¢ginaLa conquista de Guazapa lleva camino de convertirse en un fiasco. Es cierto que el Ej¨¦rcito ha ocupado la cumbre. Superaba as¨ª fracasos anteriores, cuando su aviaci¨®n, su artiller¨ªa y cientos de hombres no le permitieron desalojar de las alturas a los guerrilleros. Romp¨ªa as¨ª el maleficio de que el FMLN era inexpugnable en la monta?a.
Pero la ocupaci¨®n hab¨ªa sido incre¨ªblemente incruenta para no encerrar trampa. El Ej¨¦rcito hab¨ªa ascendido por una de las laderas y la guerrilla, en lugar de hacerle frente, decidi¨® descender por la otra para cercar luego a los supuestos vencedores. Mientras el alto mando del Ej¨¦rcito se presentaba a sus compatriotas en la calva ¨²ltima de Guazapa desde todos los peri¨®dicos, en las laderas ya se estaba combatiendo de nuevo.
Camiones verde olivo, cargados de combatientes de refresco, circulaban a toda prisa desde San Salvador hasta la base del cerro, transportando cientos de soldados en ayuda de sus compa?eros sitiados. La batalla de Guazapa no estaba escrita todav¨ªa.
El taxi amarillo camina penosamente arriba-abajo, sorteando curvas por todas partes, entre retenes militares y comprobaci¨®n de los documentos firmados por el alto estado mayor del Ej¨¦rcito. Se llega apenas a diez kil¨®metros de Guazapa. M¨¢s all¨¢ todo tr¨¢nsito est¨¢ limitado a veh¨ªculos del Ej¨¦rcito. Pero no se puede pasar. Las ¨®rdenes son tajantes.
Guazapa se perfila imponente entre la neblina de la ma?ana. Su tupida vegetaci¨®n, de un verde casi negro a estas horas, parece el escenario id¨®neo para una guerra de guerrillas. S¨®lo los helic¨®pteros y alg¨²n ca?onazo ocasional revelan que se est¨¦ combatiendo.
Acaba de amanecer y en este peque?o pa¨ªs el taxi amarillo puede ir en un solo d¨ªa a varios frentes de esta misma guerra. Por la carretera del litoral, a la altura del kil¨®metro 83, los guerrilleros han cortado el tr¨¢fico durante los ¨²ltimos d¨ªas para cobrar su contribuci¨®n a los viajeros.
Apenas tres kil¨®metros antes, el impresionante puente de Oro sobre el r¨ªo Lempa descansa con la mitad de su panza sobre el agua. Un puente paralelo del ferrocarril se ha habilitado para que pasen los coches de uno en uno, sin valla de protecci¨®n, sobre el r¨ªo, que pasa mansamente veinte metros por debajo.
El puente hundido marca justamente la demarcaci¨®n entre las zonas dominadas por el Ej¨¦rcito y la guerrilla. En los ¨²ltimos kil¨®metros antes de llegar al puente de Oro, las patrullas militares se han sucedido en la rutina de comprobar los documentos. M¨¢s all¨¢ se entra en tierra del FMLN (Frente de Liberaci¨®n Nacional Farabundo Mart¨ª).
En Usulut¨¢n, el Ej¨¦rcito recupera su presencia en la calle. Nada hace pensar que el pa¨ªs est¨¦ en guerra. La guerra se sigue librando por los cerros y las campas, con incursiones ocasionales en las ciudades. Camino hacia el golfo de Fonseca, una ruta de tierra y piedras, casi una escalera, conduce hasta Jucuar¨¢n. Tambi¨¦n aqu¨ª hay un puente destruido y hay que dar un giro de diez kil¨®metros. Por el piso de tierra cruza un cami¨®n con unos cincuenta soldados de paisano. Vienen de relevar a las guarniciones de la zona y, de paso, de prender fuego a la floresta. Los montes arden por cinco puntos en una t¨¢ctica militar de tierra quemada.
S¨®lo quedan ancianos, mujeres y ni?os
En Jucuar¨¢n, los tiros llegan siempre de una peque?a loma cercana. Uno de los soldados explica que nunca han intentado ocupar el pueblo (3.000 habitantes). "S¨®lo disparan para tenernos aqu¨ª quietos". La due?a de la tienda, esposa del maestro, se queja del aislamiento del pueblo. "Los de caminos no han querido arreglar la carretera porque les atacaron y tuvieron dos muertos. Nosotros mismos hemos tenido que hacer un apa?o con tierra para que pueda pasar el bus". Aqu¨ª, como en cualquier pueblo, no quedan m¨¢s que ancianos, mujeres y ni?os. Los hombres est¨¢n en la guerra, en uno u otro lado. Los soldados cobran 150 colones al mes (unas 6.000 pesetas). El sueldo m¨ªnimo es de 325 colones, pero la m¨ªtad del pa¨ªs vive a salto de mata, sin un trabajo fijo, con menos de cincuenta colones.En el retorno hacia San Salvador, el taxi amarillo enfila por Santiago Mar¨ªa para cruzar desde la carretera del litoral hasta la panamericana. Un polic¨ªa nacional dice que la ruta est¨¢ cortada desde la ma?ana que "los muchachos" han cruzado unos camiones.
Es el kil¨®metro 75, entre San Juan de Merino y San Felipe. Bastante antes de llegar, decenas de autobuses y camiones aparecen estacionados en las cunetas, a la espera de que quede libre la v¨ªa. Son las cinco de la tarde. Los guerrilleros ya se han ido, llev¨¢ndose consigo por una pista de tierra dos camiones cargados de v¨ªveres. Los dem¨¢s, con las llantas pinchadas, tratan de cambiarlas a toda prisa para llegar a su destino antes de que caiga la noche. Un remolque ha sido incenciado. Tambi¨¦n un jeep.
Un camionero cuenta que tuvo que pagarles cinco colones (doscientas pesetas) como peaje. La operaci¨®n empez¨® a las seis de la ma?ana. Veinte hombres y dos mujeres, con pa?uelos sobre la boca y gorros con la estrella y las siglas del FMLN, surgen en la carretera con sus metralletas al frente. Un camionero se queja al que parece ser el jefe por el incendio de un veh¨ªculo y por los pinchazos. "Me dijo que no ten¨ªan ¨®rdenes de destruir nada, pero que a los muchachos se les iba la mano a veces".
A las diez de la ma?ana, los veinte guerrilleros se van hacia el volc¨¢n San Vicente para reaparecer de nuevo, s¨®lo cinco o seis, a las dos de la tarde. El Ej¨¦rcito no se presenta hasta las cuatro para tratar de poner orden en un tr¨¢fico ca¨®tico entre los camiones que siguen esperando sus llantas nuevas. S¨®lo a las cinco se restablece la circulaci¨®n a duras penas. Un soldado que apenas tendr¨¢ quince a?os explica que los guerrilleros eran unos ni?os. Esta es una guerra de adolescentes.
Combates casa a casa en San Vicente
De regreso a San Salvador, ya noche cerrada, uno se entera de otros acontecimientos del d¨ªa: en San Vicente, la guerrilla atac¨® a primera hora de la ma?ana (6.45) el cuartel del Ej¨¦rcito. En medio de una ciudad desierta se combati¨® casa a casa durante cerca de tres horas. No hay informe de bajas, pero parece que han muerto unos diez soldados y varios civiles m¨¢s.En San Salvador, el presidente de la Junta, Jos¨¦ Napole¨®n Duarte, ofreci¨® una conferencia de Prensa en la que, ante el acoso de los periodistas, tuvo que admitir la presencia de argentinos en el pa¨ªs. "Pero no se trata de asesores militares, sino de observadores, que, naturalmente, observan y luego hablan". Admiti¨® que barcos de Estados Unidos tienen autorizaci¨®n del Gobierno salvadore?o para patrullar el golfo de Fonseca y reiter¨® que su pa¨ªs no aceptar¨¢ la formaci¨®n de un cuerpo expedicionario del exterior.
No, no cree Duarte en la posibilidad de que la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), del ultraderechista mayor Roberto d'Abuisson, gane las elecciones del 28 de marzo. "El pueblo no lo permitir¨¢". Justamente a las siete de la tarde del viernes, la sede de Arena en la capital ha sido ametrallada y hay cuatro heridos. D'Abuisson dice que no tiene miedo y que ganar¨¢ las elecciones. El viernes por la noche se cerr¨® el plazo para la presentaci¨®n de candidaturas a las elecciones constituyentes, a las que concurrir¨¢n seis partidos, que van desde el centro dereclia hasta la extrema derecha.
Antes de esto, diecis¨¦is autobuses han sido incendiados y destruidos con bombas en la capital. Los empresarios paran por la tarde y amenazan con interrumpir el tr¨¢fico de autobuses en todo el pa¨ªs. Todo el d¨ªa buscando la guerra por distintos rumbos en un taxi amarillo y la guerra estaba llegando a la capital.
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