La crisis del comunismo
Nadie ha de poner en duda que el comunismo se encuentra en crisis, y que esta crisis trasciende el ¨¢rea de los pa¨ªses donde rige el llamado "socialismo real" para afectar a casi la totalidad de los partidos comunistas del mundo. Que esta situaci¨®n cr¨ªtica sea el presagio de su decadencia irreversible o un punto de inflexi¨®n en el movimiento, separa a los autores que participan en el debate. La p¨¦rdida de influencia del marxismo en . Occidente, y el evidente desmayo en la afecci¨®n doctrinaria que conlleva, configuran un panorama de declinaci¨®n al que se suma el desprestigio pol¨ªtico de la URSS - antiguo paradigma- despu¨¦s de acciones como la primavera checoslovaca o el invierno polaco, y tras la revelaci¨®n de sus "gulags" internos. Pero aceptadas estas circunstancias que inciden hoy sobre el comunismo, ?cu¨¢l es el an¨¢lisis de su crisis? y ?cu¨¢l el diagn¨®stico sobre su porvenir? Los juicios que aqu¨ª se emiten muestran el fuerte grado de disensi¨®n sobre su presente y su futuro.
Otro sistema de explotaci¨®n
Hist¨®ricamente, hasta la revoluci¨®n de octubre, el t¨¦rmino comunismo tuvo diversas acepciones, pero siempre conectadas con el ideal de una sociedad sin clases, igualitaria, justa, libre. En la concepci¨®n de Marx designaba tambi¨¦n el movimiento real hacia esa sociedad, tanto en la vertiente de las transformciones estructurales que la propia dial¨¦ctica del capitalismo engendraba como en la de la lucha social consciente. A partir de la revoluci¨®n de octubre, el t¨¦rmino comunismo es requisado por el partido y la ideolog¨ªa que protagonizan esa revoluci¨®n. El comunismo pasa a ser la Internacional Comunista, y sus herederos, los actuales partidos comunistas. El comunismo se convierte en el horizonte de los reg¨ªmenes sociopol¨ªticos, llamados socialistas, que se edifican bajo el poder de esos partidos: es el futuro hacia el que se dirige el "socialismo real". El comunismo queda adscrito -y viceversa- a la ideolog¨ªa oficial de esos reg¨ªmenes, llamada marxismo-leninismo, y a sus subproductos culturales. Recordar, reivindicar los antiguos atributos sem¨¢nticos del t¨¦rmino comunismo, es empresa vana frente a la abrumadora materialidad del comunismo contempor¨¢neo.Restos de credibilidad
No sabemos si en un futuro imprevisible esa rehabilitaci¨®n de los valores originarios tendr¨¢ sentido, pero en el mundo actual comunismo significa gulag, supresi¨®n irreversible de las libertades individuales y colectivas, sociales y nacionales, poder absoluto, total, de una nueva clase burocr¨¢tica; significa militarizaci¨®n de la sociedad, consagraci¨®n de la mentira y el cinismo en las relaciones p¨²blicas, dogmatismo cultural y penuria econ¨®mica; significa un peligro para la paz no menor que el representado por el imperialismo capitalista.
Es dierto que la credibilidad del comunismo contempor¨¢neo no se ha agotado todav¨ªa en algunos sectores del movimiento obrero occidental o de los pueblos tercermundistas. Tampoco en algunos intelectuales (entre ellos, algunos latinoamericanos muy conocidos). La cosa puede explicarse, fundamentalmente, por una serie de hechos: el comunismo expropi¨® a los capitalistas, se enfrenta con el imperialismo americano, ayuda a movimientos revolucionarios tercermundistas; el comunismo sac¨® a Rusia del atraso y la dependencia, mostrando as¨ª un camino a los pueblos colonizados por el imperialismo. Pero tras estos hechos, aparentemente un¨ªvocos, se oculta una realidad compleja que en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha ido conoci¨¦ndose mejor, aunque todav¨ªa sea incomprendida por los mencionados sectores. Es indudable, en primer lugar, que los capitalistas fueron expropiados, pero los medios de producci¨®n no pasaron a la sociedad, para que Ios gestionara democr¨¢ticamente, sino al partido-estado que monopoliz¨® dictatorialmente el poder, en un grado de monopolio no conocido ni siquiera bajo las dictaduras fascistas. El pueblo qued¨® privado de cualquier forma de representaci¨®n o control (sindicatos, partidos, parlamentos, medios de comunicaci¨®n). Las formas de explotaci¨®n de los capitalistas privados fueron reemplazadas por las formas de explotaci¨®n de ese "capitilista ¨²nico" todopoderoso. Naci¨® una nueva clase dominante nomenclatura) constituida por los agentes superiores de ese nuevo mecanismo (pol¨ªtico-econ¨®mico-ideol¨®gico) de explotaci¨®n. En segundo lugar, este sistema sociopol¨ªtico se enfrenta, efectivamente, con el representado por el imperialismo americano. Pero no es un enfrentamiento entre socialismo y capitalismo, sino entre dos sistemas distintos de explotaci¨®n del trabajo humano y de opresi¨®n de los pueblos. Dos sistemas distintos de explotaci¨®n y opresi¨®n que se disputan la dominaci¨®n mundial, a veces con enfrentamientos abiertos, a veces con compromisos. En tercer lugar, es cierto que Mosc¨² ayuda a movimientos revolucionarios que chocan con el imperialismo americano, pero no es por motivaciones revolucionarias. Lo hace para debilitar a su rival mundial y para extender su propio sistema interno a otros pa¨ªses, aniquilando todo el contenido democr¨¢tico y emancipador que pod¨ªan tener esos movimientos durante su etapa aut¨®noma. Los ayuda a liberarse de la dependencia del imperialismo americano para someterlos despu¨¦s a su propia dependencia. Cuba es uno de los ejemplos m¨¢s flagrantes. En cuarto lugar, es innegable que la v¨ªa seguida a partir de octubre transform¨® a la Rusia atrasada y dependiente en la actual superpotencia. Pero este hecho s¨®lo demuestra que la explotaci¨®n y opresi¨®n del propio pueblo puede ser una de las v¨ªas de superaci¨®n del atraso econ¨®mico y de conquista de la independencia nacional. No era necesario llegar al siglo XX para comprobarlo, pero es indudable que Rusia ha proporcionado uno de los ejemplos m¨¢s impresionantes. Lo que no puede ni debe hacerse -sobre todo no debe hacerlo un intelectual- es confundir esa v¨ªa con el socialismo.
La esperanza del XX Congreso
En algunos momentos de su historia pareci¨® que el comunismo podr¨ªa transformarse en sentido progresista por su propia din¨¢mica interna. Por ejemplo, despu¨¦s de la muerte de Stalin, cuando el XX Congreso del Partido Comunista Sovi¨¦tico conden¨® el estalinismo y anunci¨® reformas democratizadoras. Pero aquella promesa, personificada en Jruschov, no fue cumplida. Durante la era de Breznev se ha regularizado institucionalmente el sistema creado bajo Stalin, aunque depur¨¢ndolo de las formas m¨¢s b¨¢rbaras y arbitrarias del terror estaliniano.
De nuevo, con la primavera de Praga, pareci¨® que un partido comunista pod¨ªa transformarse y transformar al r¨¦gimen en sentido democr¨¢tico. Ya se sabe c¨®mo termin¨® aquello. Es factible suponer que sin la intervenci¨®n armada sovi¨¦tica la experiencia checoslovaca hubiera conducido a una verdadera democracia socialista. Todos los par¨¢metros espec¨ªficamente checoslovacos apuntaban en esa direcci¨®n. Pero qued¨® en evidencia la incompatibilidad profunda entre cualquier evoluci¨®n de ese tipo y el modelo de partido-estado dominante en el imperio regentado desde Mosc¨². Entonces, lo mismo que ahora en el caso de Polonia, no se trataba s¨®lo de factores geoestrat¨¦gicos, sino de incompatibilidad radical entre comunismo, en su significaci¨®n contempor¨¢nea, y cualquier forma de democracia socialista. Bajo el impacto de movimientos revolucionarios como el polaco, los partidos comunistas en el poder pueden descomponerse, y parte de sus bases, e incluso algunos de sus cuadros, pasar a posiciones democr¨¢tico- socialistas. Pero es indudable que esos partidos han perdido toda capacidad de autotransformaci¨®n. Ello no excluye que en situaciones de crisis del sistema algunos n¨²cleos de la nueva clase dominante opten por ciertas reformas para salvar lo esencial, y que esta actitud puede favorecer a la oposici¨®n democr¨¢tico-socialista.
En todo caso, el t¨¦rmino comunismo ha quedado inservible para todo uso progresista. Las corrientes o partidos eurocomunistas padecen esta hipoteca, y para librarse de ella es muy posible que ni siquiera sea suficiente la ruptura abierta con los comunismos-estado. Tendr¨¢n que rebautizarse, llamarse de otra manera. Por otra parte, el desprestigio del comunismo afecta tambi¨¦n al socialismo -puesto que presenta su obra como la aut¨¦ntica realizaci¨®n del socialismo-, y no digamos al marxismo. Pero la dimensi¨®n prevista para el presente art¨ªculo no nos permite entrar en este aspecto del tema.
Fernando Claud¨ªn es director de la Fundaci¨®n Pablo Iglesias y uno de los m¨¢s prestigiosos te¨®ricos latinos del marxismo. Perteneci¨® al comit¨¦ ejecutivo del PCE hasta su separaci¨®n en 1964. Dirigente de la Juventud Comunista en Madrid durante la Rep¨²blica, se exili¨® en 1939 y regres¨® a Espa?a en 1975.
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