Jesuitas
EL CONFLICTO de la Compa?¨ªa de Jes¨²s con el Papa pod¨ªa haberse transformado en una batalla de flores si no fuera porque contin¨²an en vigor las medidas excepcionales impuestas por Juan Pablo II, suspendiendo a la direcci¨®n de la orden, constitucionalmente elegida. El Papa ha alabado la capacidad de encaje de los jesuitas y estos han encontrado cordiales y estimulantes las solemnes palabras del jefe espiritual del catolicismo. La verdad es que tanto el discurso del Papa como la reuni¨®n de la plana mayor de los jesuitas en Roma s¨®lo han servido para clarificar unas posturas que contin¨²an siendo las de antes y que originaron la actual crisis.El hombre del Papa al frente de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, el octogenario Paolo Dezza, quiso que su gente analizara cr¨ªticamente las relaciones de los jesuitas con el Vaticano desde el Concilio Vaticano II hasta ahora. El resultado no parece que haya confirmado la hip¨®tesis papal, esto es, que los jesuitas hab¨ªan ca¨ªdo en desviacionismos secularistas, como hab¨ªa dicho Juan Pablo II. Los superiores jesuitas estimaron un¨¢nimemente que la l¨ªnea seguida hab¨ªa sido correcta, salvo contadas excepciones, con lo que la mayor¨ªa de la Compa?¨ªa de Jes¨²s se colocaba del lado de Pedro Arrupe.
Esta confirmaci¨®n de sus posturas, patentes momentos antes de que fueran recibidos por Juan Pablo II, contrasta con el discurso que ¨¦ste les ley¨®. A pesar de las loas a su labor hist¨®rica y de agradecerles la reacci¨®n disciplinada a la prueba a que dice les ha sometido, Juan Pablo II les dirige serias palabras, en un tono expl¨ªcitamente solemne, para recordarles el abece de su pontificado, a saber, que los religiosos deben especial obediencia al Romano Pont¨ªfice y lealtad a los obispos de la Iglesia y que su presencia p¨²blica debe hacerse de acuerdo con la condici¨®n religiosa. Si Juan Pablo II les habla en estos t¨¦rminos es porque no considera a la Compa?¨ªa de Jes¨²s al abrigo de la indisciplina y el secularismo. El discurso del Papa puede ser entendido como una descripci¨®n de potenciales peligros que acechan a cualquier colectivo religioso o como la clara denuncia de unos hechos patentes en la generalidad de la Compa?¨ªa de Jes¨²s. La creaci¨®n de un estado de excepci¨®n en la direcci¨®n de los jesuitas invita a pensar que el Papa considera a la orden de san Ignacio aquejada de esos graves males, mientras que la nota final de los jesuitas hace suponer que ellos lo toman en el sentido de una admonici¨®n general.
El conflicto abierto entre la Compa?¨ªa de Jes¨²s y el Papado desborda ampliamente el marco reducido de una instituci¨®n religiosa, por muy importante que ¨¦sta sea. Como el mismo Papa reconoc¨ªa, la Compa?¨ªa de Jes¨²s constituye una piedra de toque para toda la Iglesia. De esta suerte el conflicto entre jesuitas y Wojtyla se convierte en un test de la capacidad de la Iglesia cat¨®lica para soportar y racionalizar conflictos internos. Por primera vez en los tiempos recientes, una instituci¨®n de la importancia de los jesuitas acepta serenamente el conflicto, analiza sus razones, llega a resultados distintos de los que tiene la autoridad y parece decidida a seguir con su l¨ªnea fundamental, introduciendo los retoques que exijan los abusos cometidos.
Todo indica que la situaci¨®n est¨¢ lejos de ser resuelta. Juan Pablo II ha dado luz verde para la convocatoria de la pr¨®xima Congregaci¨®n General que permita nombrar al sucesor de Pedro Arrupe. Pero para que se lleve: a efecto tendr¨¢n que confirmar los jesuitas los buenos pasos que, en opini¨®n del Papa, ya han dado. Y aqu¨ª est¨¢ el equ¨ªvoco, porque el respeto y disciplina con que han acatado la prueba de la marginaci¨®n de Arrupe y su sucesor, Vincent O'Keefe, no les ha impedido confirmarse en el arrupismo. Hasta el provincial de Centroam¨¦rica, punto neur¨¢lgico de todo este asunto, ha podido apreciar la solidaridad de los otros superiores. Tambi¨¦n en El Salvador o Guatemala los jesuitas dir¨¢n que est¨¢n de acuerdo con Juan Pablo II en que el compromiso pol¨ªtico de un jesuita debe estar en consonancia con su car¨¢cter religioso. Pero no parece que ello vaya a resolver f¨¢cilmente la involucraci¨®n de muchos sacerdotes de la Compa?¨ªa con los movimientos de liberaci¨®n. Para explicarlo de alguna manera, si lo que Karol Wojtyla quiere decir es que "no se puede fumar mientras se reza", los jesuitas le pueden responder otra vez "que s¨ª se puede rezar mientras se fuma".
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