Todo el a?o es festival
En nuestro pa¨ªs y tratando de cine, bien podr¨ªa afirmarse, recordando a Larra, que todo el a?o es festival. Cualquier especialidad es buena para organizarlos, cualquier ocasi¨®n o ¨¦poca del a?o, aunque, por razones evidentes a las que no es ajeno el turismo del todo, se suela preferir los meses; c¨¢lidos. Por lo dem¨¢s, los hay para todos los gustos: de terror, fantas¨ªa, ecol¨®gicos, de la mar, cient¨ªficos en general, para ni?os y j¨®venes, aparte de los consabidos homenajes a alg¨²n realizador o actor malogrado o desaparecido. Unos con otros forman un abanico, resumen de temas y estilos capaces de agotar en sus sesiones las p¨¢ginas de una voluminosa enciclopedia, y a ellos hay que a?adir los que cada ciudad de mayor o menor importancia juzga imprescindibles para ofrecer la imagen de s¨ª misma que hoy d¨ªa se exige en ciertos medios de difusi¨®n culturales.La ¨¦poca de la censura fue su edad de oro. La posibilidad de conocer pel¨ªculas antes de ser mutiladas con vistas a su exhibici¨®n comercial sirvi¨® para aliviar en numerosas ocasiones las arcas de diversas corporaciones a las que tales ciclos y homenajes acababan por hacer deficitarias. Hoy d¨ªa tampoco tales cert¨¢menes cubren gastos, y ha de ser la Administraci¨®n quien les eche una mano repartiendo por nuestra geograf¨ªa del espect¨¢culo un man¨¢ que para s¨ª otras artes populares quisieran.
En lo que se refiere a este tipo de cert¨¢menes y por encima de todos, antiguos y modernos, en Espa?a cont¨¢bamos con el de San Sebasti¨¢n, que, entre continuas experiencias y remodelaciones, perdi¨® su categor¨ªa de anta?o quedando reducido a papel de hermano menor de Venecia o de Cannes, hu¨¦rfano de premios oficiales. Entre considerarlo semana de divulgaci¨®n cultural, ateneo popular de estudios o de simple recreo, mercado de consumo para uso de productores y exhibidores, el destino de este hoy modesto festival fue cambiando seg¨²n los gustos de sus organizadores y la afici¨®n o el saber de los diversos consejos asesores que, a?o tras a?o, se fueron turnando en su direcci¨®n.
Hoy, como el mismo cine, intenta hallar soluci¨®n a la tenaz competencia de otros m¨¢s claramente abiertos a las nuevas tendencias, mejor dotados econ¨®micamente y m¨¢s vivos e inquietos, volviendo la mirada atr¨¢s tornando a f¨®rmulas que, rechazadas en su d¨ªa, se revelaron m¨¢s adecuadas que las llamadas a sustituirlas.
Nuevas invitaciones a estrellas apagadas ya, los mencionados ciclos conmemorativos, conferencias de Prensa destinadas a lanzar pel¨ªculas modestas o conocidas en encuentros anteriores, libran a lo largo de diez o quince d¨ªas su batalla particular contra el tedio y la nostalgia, intentando devolver a las salas un p¨²blico que huy¨® hace tiempo en busca de espect¨¢culos mejores. Ni siquiera las postreras llamadas a artistas e intelectuales, quiz¨¢ maestro cada uno en su quehacer cotidiano, pero ayuno de aut¨¦ntica cultura cinematogr¨¢fica, ha conseguido hasta hoy devolver al viejo certamen su pasado esplendor, siempre con la amenaza de alg¨²n nuevo competidor capaz de alzarse improvisadamente y ocupar su lugar en cualquier otro rinc¨®n de nuestra geograf¨ªa.
Mientras tanto, sus hermanos menores procuran ponerse al d¨ªa especializ¨¢ndose en los pocos apartados que los mayores dejan; vecinos a la mar en su gran mayor¨ªa, arrastran como pueden una vida mon¨®tona a la espera de las ansiadas subvenciones como tantos otros empe?os culturales. Aparte de cubrir fechas marcadas por una tradici¨®n que nadie se atreve a cambiar o borrar, lanzar pel¨ªculas dif¨ªciles o ins¨®litas condenadas en la mayor¨ªa de los casos a no alcanzar circuitos comerciales y ofrecer secretos pactos a un pu?ado de realizadores para que vengan a explicar sus obras, tal abundancia de semanas cinematogr¨¢ficas en un tiempo de sequ¨ªa industrial y creacional aparece como una paradoja m¨¢s de este cine de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Incapaz de llenar las horas de competici¨®n que hoy cubren cinco continentes, desde Otawa a Manila o Teher¨¢n, agotada la vena oriental, las historias tercermundistas, el cine militante de mejor o peor calidad, los maestros de Hollywood o los nombres que dieron fama a las escuelas europeas, es dif¨ªcil prever qui¨¦n vendr¨¢ a sucederlos. Si el cine se halla en trance de cambiar, es l¨®gico que lo haga desde su cima a sus cimientos, a partir de sus estructuras comerciales.
El d¨ªa en que sus festivales desaparezcan para siempre, cuando obras y autores ocupen definitivamente lugar de honor en manuales y anuarios, se borrar¨¢ un cap¨ªtulo importante de su historia, se cerrar¨¢ la puerta a un modo de entenderlo que, equivocado o no, ef¨ªmero o constante, el nuestro nunca lleg¨® a aprender a aprovechar en una m¨ªnima parte, y que ahora, como los carnavales reci¨¦n dejados atr¨¢s, se inicia para nuestra industria sin saber cu¨¢ndo acabar¨¢ su tiempo de Cuaresma.
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