LAU y PNN: una trampa para todos
La petici¨®n que con tanto ah¨ªnco hacen los profesores no numerarios para que la ley de Autonom¨ªa Universitaria garantice su permanencia en los puestos laborales es -seg¨²n el autor- una reivindicaci¨®n de efectos parad¨®jicos. Si se asegurara la permanencia de todos los actuales docentes, la universidad quedar¨ªa bloqueada con su dotaci¨®n humana actual hasta, al menos, el a?o 2010, con las negativas consecuencias para la renovaci¨®n y mejora de la calidad en la ense?anza.
Por exigencias del oficio, asist¨ª recientemente a una asamblea de profesores no numerarios (PNN) de mi universidad, a la que concurrieroii tambi¨¦n algunos catedr¨¢ticos y representantes del personal no docente. El objeto de la asamblea era, naturalmente, discutir la plataforma elaborada por la coorclinadora del profesorado no numerario y o¨ªr la opini¨®n del rector sobre cada uno de sus puntos.La di, en efecto, y les llam¨¦ la atenci¨®n sobre el gran enga?o del que ellos, principalmente, los universitarios en general y la sociedad espa?ola toda estamos siendo v¨ªctimas ante los ¨²ltimos y asombrosos rumbos que estos ¨²ltimos d¨ªas ha ido tomando el tristemente c¨¦lebre proyecto de ley, que ha venido a convertirse, por mor de una dial¨¦ctica disparatada, en una eiiorjne tranipa en la que todos, sin distinci¨®n. estamos atrapados.
Los m¨¢s perspicaces de los asistentes lo advirtieron en seguida como pude comprobar al ver aqu¨ª y all¨¢ signos de resignada aprobaci¨®n. Nadie contest¨® a mis palabras, por otra parte, lo que indica tambi¨¦n que, aunque muchos no acertaran a ver la necesidad de la trampa en la que estamos a punto de caer, todos sin excepci¨®n tuvieron, al menos, la evidencia de su existencia.
Me parece, por tanto, necesario explicarlo aqu¨ª para conocimiento general.
La cuesti¨®n es muy simple: si el dinero sigue siendo el mismo (y la LAU ni lo aumenta ni puede aumentarlo) y, la ley que ahora se debate garantiza la permanencia de todos los actuales PNN, es obvio que ninguno de ellos podr¨¢ mejorar nunca su actual estado acad¨¦mico, al menos hasta el d¨ªa -lejano- en que se vayan produciendo las primeras jub¨ªlaciones. La permanentizaci¨®n por ley (org¨¢nica, adem¨¢s) de todos los actuales PNN es radicalmente incompatible con la promoci¨®n acad¨¦mica de ninguno de ellos, porque reduce a cero el margen de maniobra necesario para cualquier tipo de movilidad. Si todos permanecen, ninguno podr¨¢ hacer carrera acad¨¦mica, tanto m¨¢s cuanto que la curva demogr¨¢fica de la sociedad espa?ola ha entrado ya en una acusada fase descendente y cada vez son menores las nuevas promociones que acceden cada a?o al sistema educativo.
Hasta el a?o 2010
?Autonom¨ªa de la universidad para seleccionar su propio profesorado? No puede haber ninguna por hip¨®tesis. Si la LAU hace permanentes a todos los que hoy est¨¢n, sobra discutir sobre qui¨¦n coiitrata, c¨®mo se contrata y a qui¨¦n se contrata. Los estatutos de las universidades podr¨¢n decir lo que quieran al respecto, pero lo que digan servir¨¢ s¨®lo para resolver los supuestos marginales de las vacantes que se produzcan por fallecimiento, jubilaci¨®n o hipot¨¦tico abandono. Todos los que est¨¢n hoy en la universidad tendr¨¢n que ser contratados por ¨¦sta. Es la ley la que ha decidido ya todo hasta el a?o 2010 por lo menos.
?Mejora de la calidad de la ense?anza? Tampoco podr¨¢ producirse. Si la universidad espa?ola actual es mala, como se ha dicho y repetido hasta la saciedad, lo seguir¨¢ siendo, obviamente, si la ley (org¨¢nica, adem¨¢s: ?cu¨¢ndo podr¨¢ encontrarse una mayor¨ªa absoluta en el Parlamento para modificarla, si llega a aprobarse?) garantiza, por una u otra v¨ªa, la permanencia en ella de todos los que hoy estamos. Obviamente, no cabe esperar que la mejora de la calldad de la ense?anza resulte de una mejora de la calidad profesional de los actuales PNN, una vez liberados de la angustia psicol¨®gica que su actual inestabilidad laboral les produce y les impide dedicarse de lleno al estudio y, la investigaci¨®n con la debida tranquilidad de esp¨ªritu, porque ya es sabido -?o no?- que el car¨¢cter vitalicio de las c¨¢tedras universitarias invita a sus permanentes titulares al abandono y al descuido profesional. Tendremos, pues, la sociedad espa?ola tendr¨¢, una unlversidad igual de mala a la actual.
El c¨ªrculo, pues, amenaza cerrarse en perjuicio de todos. Lo que empez¨® a finales de los sesenta como un movimiento renovador de la universidad espa?ola amenaza convertirse en la tumba de la universidad, en la negaci¨®n de toda renovaci¨®n, en el fin de la carrera acad¨¦mica, en la ruina profesional de los propios PNN actuales, que nunca podr¨¢n llegar a catedr¨¢ticos; en la expropiaci¨®n, incluso, de la esperanza misma de acceder a la docencia universitaria de los muchachos que, teniendo esa inclinaci¨®n y condiciones intelectuales id¨®neas, acaban de salir de las aulas o est¨¢n a punto.
Para este resultado no merec¨ªa la pena tanto esfuerzo y tan largo debate. S¨ª lo merecer¨ªa, en cambio, lo contrario: la instauraci¨®n de la competitividad a todos los niveles, la consagraci¨®n de la movilidad m¨¢xima en beneficio de los mejores, de las nuevas generaciones y de los usuarios del servicio p¨²blico universitario. Para esta tarea yo pondr¨ªa con gusto a contribuci¨®n mi propia c¨¢tedra vitalicia, porque si llegara a perderla a resultas de una competencia abierta, trienal o cuatrlenal, me quedar¨ªa el consuelo de que, al menos, la universidad y la sociedad espa?ola habr¨ªan salido ganando.
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