El Ej¨¦rcito de la democracia
Pregunt¨¦ hace pocos d¨ªas a un viejo amigo del conservatismo brit¨¢nico cu¨¢l era el pensamiento pol¨ªtico dominante en las Fuerzas Armadas del Reino Unido. Pareci¨® no comprender del todo la cuesti¨®n y me respondi¨® en t¨¦rminos ambiguos, dando un rodeo para evitar la precisi¨®n, El ingl¨¦s es un hombre maestro en definiciones de voluntaria vaguedad. No s¨¦ si era Dickens quien planteaba en una de sus novelas la necesidad de crear un "Ministerio de Circunloquios" como elemento b¨¢sico de la composici¨®n de un gabinete ministerial. No hay", me dijo mi amigo, pensamiento pol¨ªtico propiamente dicho en las instituciones militares del Reino Unido. S¨ª hay, en cambio, doctrina estrat¨¦gica; opiniones sobre cuestiones t¨¢cticas, sobre programaci¨®n, y tambi¨¦n disputas considerables sobre la pol¨ªtica de armamento y las asignaciones presupuestarias. Ahora mismo se ha producido viv¨ªsima pol¨¦mica en ocasi¨®n de haberse vendido el m¨¢s poderoso portaviones de la Marina, en su estricto precio de coste, al Gobierno de Australia. Se piensa en algunos c¨ªrculos de la Navy que ello es una prueba de la ausencia de un planning adecuado en materia de inversiones en material de guerra. Ese es el tema de conversaci¨®n predominante en los c¨ªrculos de los mandos navales. No el resultado de las elecciones parciales o el muestreo de las elecciones generales de aqu¨ª a dos a?os. Cada jefe o cada oficial votar¨¢, sin duda, seg¨²n sus preferencias ideol¨®gicas, a ¨¦sta o a la otra candidatura. Pero de ah¨ª a deducir una tendencia favorable a un determinado partido hay un abismo. Nuestras Fuerzas Armadas no son ni de izquierda ni de derecha. Acatan el sistema establecido y son fieles a la Corona y a la naci¨®n. For King and country sigue siendo su lema, breve y elemental en su hondo contenido".El Ej¨¦rcito de una gran democracia europea ha de ser instrumento espec¨ªfico, dotado de una gran autonom¨ªa en su regulaci¨®n interna y estar al servicio del Gobierno constitucional. ?Puede llamarse a esa estructura tan evidente un Ej¨¦rcito de contenido democr¨¢tico? Nadie lo entender¨ªa as¨ª. La propia condici¨®n de un Ej¨¦rcito moderno requiere principios de disciplina, jerarqu¨ªa, autoridad y unidad de mando que poco o nada tienen que ver con el contenido sustancial del credo democr¨¢tico inventado para otros fines. La libre discusi¨®n, el respeto a las minor¨ªas, el derecho a disentir, el derecho a equivocarse, las decisiones mayoritarias, las transparencias informativas, son otros tantos ingredientes de un r¨¦gimen democr¨¢tico que no tienen cabida en el orden institucional interno de una milicia uniformada. El Ej¨¦rcito puede y debe mantener su coherencia con los principios que informan su eficacia combativa. Despu¨¦s, como entidad corporativa, se inserta dentro del funcionamiento general del sistema democr¨¢tico con su m¨®dulo estricto de servicio a los intereses nacionales y a la supremac¨ªa del poder constitucional.
As¨ª ocurre con las Fuerzas Armadas del llamado mundo occidental. En la Alemania Federal, en la V Rep¨²blica francesa, en la Rep¨²blica italiana, en Canad¨¢ y en Estados Unidos, los Ej¨¦rcitos no tienen "una estructura democr¨¢tica", pero s¨ª est¨¢n al servicio de reg¨ªmenes democr¨¢ticos parlamentarios y pluralistas. Resulta impensable que una divisi¨®n de la Budeswehr se subleve en Heidelberg para que cambie el Gobierno de Bonn o que el jefe de los marines estadounidense se pronuncie en Fort Bragg pidiendo que se disuelva el Congreso de Washington. Son hip¨®tesis inveros¨ªmiles de pol¨ªtica-ficci¨®n. S¨ª hay, en cambio, una entera libertad de cr¨ªtica para enjuiciar la pol¨ªtica militar. Al cesar el almirante Rickover, despu¨¦s de medio siglo de servicios relevantes en su cargo omnipotente en la construcci¨®n de los submarinos nucleares de Estados Unidos -que se deben en gran parte a su genio inventivo-, pronunci¨® un discurso de adi¨®s a sus colaboradores que fue la m¨¢s feroz invectiva contra la pol¨ªtica de construcciones navales que jam¨¢s se hab¨ªa escuchado en los ambientes oficiales.
Recientemente, el general David Jones, jefe del Estado Mayor conjunto de Estados Unidos, hizo unas importantes declaraciones, en las que, seguramente, reflejaba el pensamiento de gran parte de los altos niveles de las Fuerzas Armadas de su pa¨ªs. Se refer¨ªa a la necesidad de dotar de m¨¢s autonom¨ªa a determinadas facultades del mando supremo en tiempo de paz y especialmente en el planeamiento estrat¨¦gico de los programas de producci¨®n industrial y tambi¨¦n en el sistema de ejecuci¨®n de los despliegues de los cuerpos de intervenci¨®n r¨¢pida. Pero no se le ocurri¨® proponer, en nombre de la instituci¨®n a la que pertenece, que se le den m¨¢s poderes al presidente de Estados Unidos, o que se reforme la Constituci¨®n norteamericana, o que se modifique radicalmente la estructura federal de la Rep¨²blica. Ni menos todav¨ªa a?adir que el Congreso de Washington es un foro de corrupci¨®n inoperante, que los partidos turnantes son funestos y que, de no ponerse remedio a esa situaci¨®n, habr¨ªa que ir a establecer una dictadura para reconstruir la democracia. Tales desprop¨®sitos le hubiesen valido lana destituci¨®n fulminante. Para ese y otros hipot¨¦ticos proyectos de revolucionaria reforma pol¨ªtica hubiera tenido un camino bien conocido: despojarse de sus vestiduras institucionales y acudir despu¨¦s, como simple ciudadano, a las elecciones presidenciales.
Los ej¨¦rcitos de las democracias tienen un pensamiento militar elaborado y cambiante que refleja no s¨®lo la adecuaci¨®n del poder¨ªo de las armas a la defensa de los intereses nacionales, sino tambi¨¦n la capacidad de respuesta a los otros; n¨²cleos militares de ¨ªndole intelectual en los que se planifican los planteamientos del eventual o efectivo adversario. El military thinking sovi¨¦tico, espeso y bastante bien conocido, es objeto de constantes estudios y an¨¢lisis por los numerosos institutos de estrategia que funcionan en el Occidente democr¨¢tico. Ahora mismo se desarrolla una viva pol¨¦mica en el seno de los gabinetes pensantes de los pa¨ªses de la Alianza Atl¨¢ntica sobre si el despliegue de las fuerzas occidentales en el eventual teatro de operaciones europeo central se debe llevar a cabo en una l¨ªnea continua y adelantada, pr¨®xima a la frontera con las fuerzas del Pacto de Varsovia, para resistir all¨ª el primer empuje de un ataque por sorpresa de las divisiones sovi¨¦ticas o si es preferible guardar el grueso de las unidades occidentales para una batalla de maniobra m¨¢s al Oeste, convirtiendo la entera Rep¨²blica Federal en el escenario de esa hipot¨¦tica irrupci¨®n.
Traigo a colaci¨®n esos ejemplos para se?alar lo que representan las "doctrinas militares" vigentes y las discusiones en profundidad que provocan en los medios castrenses y universitarios dedicados a esas especialidades. En ning¨²n caso ni en ning¨²n pa¨ªs se llamar¨ªa "doctrina tradicional militar" a un programa de gobierno civil o de reforma constitucional que se quiera propugnar, o defender, o imponer, con el peso de las armas. Eso es otra cosa que tiene nombre conocido. Y decir -como se ha hecho recientemente en determinado documento que circula clandestinamente- que se quiere llevar a la par¨¢lisis moral a las instituciones armadas espa?olas porque no se acepta ese tipo de doctrina, consider¨¢ndolo un producto arcaico, es una simple tautolog¨ªa porque es efectivamente esa formulaci¨®n un producto intelectual anticuado y obsoleto que ning¨²n Ej¨¦rcito democr¨¢tico considerar¨ªa como "doctrina propia", sino que lo denominar¨ªa sencillamente un intento de golpismo totalitario.
Las democracias parlamentarias no necesitan convertir en ciudadanos de opiniones dem¨®cratas, liberales, conservadores o socialistas a los jefes y oficiales de sus ej¨¦rcitos. Son muy libres de pertenecer al partido que quieran y de votar al candidato que m¨¢s les agrade. Y, por supuesto, los reg¨ªmenes democr¨¢ticos esperan de esos hombres no s¨®lo el cumplimiento de la misi¨®n que les confiere la Constituci¨®n, sino tambi¨¦n la elaboraci¨®n de un pensamiento estrat¨¦gico de gran alcance insertado en el proyecto de Estado y de Gobierno que lleve a cabo la sociedad civil. Esa es la verdadera doctrina militar de las naciones libres de Occidente y no el apoyo a peque?os n¨²cleos de fan¨¢ticos de las ideolog¨ªas de corte autoritario. La era de las dictaduras militares ya pas¨® en la Europa occidental, y el caso de Turqu¨ªa, con su insistente anuncio de que existe un calendario establecido para el regreso de su sistema actual de la vida p¨²blica a las coordenadas democr¨¢ticas no demuestra sino que la normalidad es la democracia y la excepcionalidad es la dictadura, que, por su propia naturaleza, es algo coyuntural y epis¨®dico que se trata de superar lo antes posible, como ocurre con las ortopedias posteriores a un accidente sufrido en el sistema locomotor.
Las dictaduras militares s¨®lo aparecen y funcionan en el mundo no desarrollado, en el que los niveles socio-econ¨®micos y culturales no permiten a¨²n el libre funcionamiento de un r¨¦gimen democr¨¢tico plenario inspirado en las libertades civiles. Son f¨®rmulas de gobierno primarias que pertenecen a estadios anteriores del progreso pol¨ªtico. El gran conjunto de los pa¨ªses del Este europeo vive asimismo dentro de esas coordenadas de mordaza y autoritarismo para mantener la vigencia de una ideolog¨ªa ut¨®pica basada en un dogmatismo moribundo. Sus oficiantes creen que est¨¢n sirviendo a una causa patri¨®tica de alcance universal que justifica las violencias instrumentales aunque las imponga una minor¨ªa.
Pero si en el Kremlin hubiera un Gobierno democr¨¢tico pluralista, la doctrina militar estrat¨¦gica y t¨¢ctica de los ej¨¦rcitos de Rusia se desarrollar¨ªa, quiz¨¢, en t¨¦rminos parecidos al servicio de un prop¨®sito nacionalista o imperialista. Tocqueville, primero, y Carlos Marx, despu¨¦s, cuando era corresponsal en Londres, ya lo anunciaron en forma clara y precisa hace m¨¢s de cien a?os.
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