Bar¨®n Rojo, la apoteosis de una ingenuidad
Bar¨®n Rojo, Oviformia Sci, dos nombres para la m¨²sica madrile?a. Y no s¨®lo eso, sino tambi¨¦n dos visiones perfectamente diferenciadas que reflejan c¨®mo esa m¨²sica abandon¨® hace mucho su monolitismo y coherencia para lanzarse a la creaci¨®n de subg¨¦neros distintos dirigidos a distintas gentes.
Oviformia Sci es un tr¨ªo digamos que electr¨®nico. Y, como tal, posee un cierto aroma culturalista que les condujo a realizar una presentaci¨®n en el incomparable marco de una galer¨ªa de arte (Amad¨ªs, perteneciente al Ministerio de Cultura) y bajo estricta invitaci¨®n. De esta manera los asistentes nos ve¨ªamos impelidos a suplir las reacciones m¨¢s o menos espont¨¢neas de las gentes que pagan. Aun as¨ª, el concierto se produjo con alg¨²n car¨¢cter de normalidad. Oviformia Sci, trajeados con toda pulcritud, peinados muy a la moderna y bajo una m¨¢scara de absoluto hieratismo, fueron desgranando unas canciones que, en lo general, resultaban algo obsesivas y, en lo particular, se notaban trabajadas.Los ritmos, producidos electr¨®nicamente, fueron bastante menos mon¨®tonos de lo que suele ser habitual; las letras, aproximadamente futuristas, ca¨ªan bien en el contexto, y el ¨²nico punto negativo era lo previsible de muchas de las melod¨ªas, tambi¨¦n sintetizadas, que debieran haber adornado el invento. En todo caso, y en tan circunspecto ambiente, m¨¢s propio de una sesi¨®n de c¨¢mara barroca que de un concierto de pop-rock, el grupo se mostr¨® lleno de clase, que era lo adecuado para tal ocasi¨®n.
El espacio que separa la calle de Ortega y Gasset de la prolongaci¨®n de la Castellana se convirti¨® el martes en mucho mayor que el simple espacio f¨ªsico. Era m¨¢s bien un abismo conceptual, porque la riada humana que llen¨® el pabell¨®n del Real Madrid s¨ª hab¨ªa pagado, s¨ª estaba emocionada. Buscaban a Bar¨®n Rojo, el rock duro, la bulla, el mogoll¨®n.
Bar¨®n Rojo han recorrido mucho trecho hasta llegar a un montaje que no deja de ser la demostraci¨®n de una pujanza y de una fuerza al margen de cualquier moda, de cualquier novedad. Bar¨®n Rojo se trajo incluso a Stray, un grupo ingl¨¦s de s¨¦ptima u octava fila, para que les caldearan el ambiente. Hab¨ªan montado un gran equipo y, tras su periplo londinense, estaban preparados para conquistar Espa?a.
El concierto no result¨® uno de los mejores del grupo. Ni ellos estuvieron todo lo finos que acostumbran, ni el sonido llegaba con la nitidez que hubiera sido deseable. Pero esto era lo de menos. Lo de m¨¢s eran canciones mil veces escuchadas, era percibir a los h¨¦roes en sus carnes y en sus huesos ,era escuchar cosas como las siguientes: "De pobre yo nac¨ª / lo tengo que advertir / nada se me cedi¨® / todo cuesta sudor" (Nac¨ª pobre), o "Ya nadie lucha por el futuro / todo es provisional / y el ego¨ªsmo se hace estandarte / internacional" (Las flores del mal) o "?Cuando los gobernantes / funcionar¨¢n de un modo racional? / Ellos que pasaron media vida / en la Universidad" (Son como hormigas).
La ideologizada ingenuidad de unas letras que bordean el kitsch es la demostraci¨®n de lo b¨¢sico de este estilo. Algo que no es malo, que no es bueno, que, simplemente, es. Y que siendo encuentra recipiendarios como las buenas gentes que ped¨ªan m¨¢s y m¨¢s y lo recib¨ªan. Bar¨®n Rojo hab¨ªa triunfado m¨¢s por lo que representa que por lo que hizo. El p¨²blico, su p¨²blico, as¨ª pareci¨® entenderlo.
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