Ajuste de cuentas en Guatemala
HAY NUMEROSAS razones, aunque todav¨ªa no haya informaci¨®n suficiente, para mantener muchas reservas frente al golpe de Estado de Guatemala. Las f¨®rmulas de acabar con la corrupci¨®n, restablecer los derechos humanos y volver a la democracia han sido utilizadas en cada uno de estos movimientos -tantos en Guatemala que ya parecen la forma normal de cambiar los poderes en el pa¨ªs-, y ninguna de estas promesas se ha cumplido jam¨¢s. Lo que en principio parec¨ªa un movimiento de oficiales j¨®venes cansados de una caduca c¨²pula de mandos (lo cual tampoco ser¨ªa una garant¨ªa de solvencia) se canaliz¨® inmediatamente hacia viejos generales y viejos pol¨ªticos, en lo que parece un ajuste de cuentas, un episodio m¨¢s de los antiguos y perennes enfrentamientos entre distintas familias militares.Emerge el general Efra¨ªn R¨ªos Montt frente al general Romeo Lucas y su sucesor, nombrado de forma que las ¨²ltimas elecciones coincidieran con esa designaci¨®n, el general Angel An¨ªbal Guevara, que era a¨²n ministro de Defensa hasta su toma de poder, pero que estaba descansando en Estados Unidos; descanso ins¨®lito en un ministro de Defensa de un pa¨ªs en plena guerra civil y con amenazas muy concretas de levantamiento. Los suspicaces creen ver en este viaje el deseo de desaparecer de momento, bien por su informaci¨®n propia, bien porque Estados Unidos le advirtiera de algo. La amenaza de gol pe estaba hecha por el movimiento anticomunista, que hab¨ªa dicho ya que, si los resultados electorales no eran legales, marchar¨ªa sobre el palacio presidencial. Lionel Sisniega, que aparec¨ªa como vicepresidente en la candidatura anticomunista (que encabezaba Mario Sandoval), hizo una repulsa y una impugnaci¨®n legal de las elecciones; ha sido el portavoz oficial de los sublevados. En cuanto a Efra¨ªn R¨ªos Montt, est¨¢ impugnando elecciones y discutiendo la legalidad del pa¨ªs desde, por lo menos, el a?o 1974, cuando en las elecciones del 3 de marzo apareci¨® en segundo lugar -encabezando dos partidos: la Democracia Cristiana guatemalteca y el Frente Unido Revolucionario Democr¨¢tico-, bajo el candidato oficialista, el general Laugerud; impugn¨®, pero el Congreso confirm¨® el 12 de marzo la validez de la elecci¨®n de Laugerud (a quien sucedi¨®, en 1978, Romeo Lucas, depuesto ahora, despu¨¦s de haber cedido el poder por sospechosa v¨ªa electoral a Guevara).
Aparte de la ilegalidad intr¨ªnseca del golpe o ajuste de cuentas, ¨¦ste significa una ruptura de la situaci¨®n anterior. ?En qu¨¦ sentido? Podr¨ªa verse en ¨¦l una situaci¨®n parecida -dentro de lo relativo- a la que se plante¨® en El Salvador el 15 de octubre de 1979, cuando un grupo de militares destituy¨® al general Romero y form¨® una Junta en la que participaron civiles -de la Democracia Cristiana, preferentemente-, y cuyo residuo -despu¨¦s de depuraciones, fugas y renuncias, como la del coronel Majano- es el esquema de poder que apoya hoy Washington, y que se apresta a celebrar elecciones tan dudosas, por lo menos, como la de El Salvador el pr¨®ximo domingo, en un pa¨ªs ba?ado por la sangre y el terror. La cuidada discreci¨®n del Departamento de Estado ante los sucesos de Guatemala da a entender que, por lo menos, sospecha que esta Junta guatemalteca puede intentar una apariencia de legalidad que ya no amparaba la sucesi¨®n Romeo Lucas-An¨ªbal Guevara.
El intento de los protagonistas de esta nueva situaci¨®n de mantener una apariencia de regreso a la democracia y de creaci¨®n de una nueva imagen del poder en Guatemala no parece, por las caracter¨ªsticas del golpe y por lo que se sabe de las personalidades ascendidas, destinado a un gran futuro: tendr¨ªan que variar enteramente los planteamientos sociales del pa¨ªs, y en un plazo muy breve; y quiz¨¢ la guerra civil est¨¦ ya demasiado adelantada como para que se abra una tregua en una situaci¨®n tan poco convincente.
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