Aclaraciones para don Joaqu¨ªn Calvo Sotelo
El autor de este art¨ªculo hace algunas precisiones a uno suyo anterior sobre la presentaci¨®n del libro de lan Gibson sobre el asesinato de Jos¨¦ Calvo Sotelo y responde al texto de r¨¦plica que el acad¨¦mico Joaqu¨ªn Calvo Sotelo public¨® en este mismo peri¨®dico sobre la ausencia de familiares de ¨¦ste en el acto de presentaci¨®n del mencionado volumen.
Deseo corresponder a un art¨ªculo publicado por don Joaqu¨ªn Calvo Sotelo (EL PAIS, jueves 18 de marzo) por una raz¨®n de valor primario: afirmarle con rotundidad que por ning¨²n concepto estuvo en mi intenci¨®n producir a ¨¦l o a sus familiares el disgusto que mi art¨ªculo les ha causado. Vamos a ver si los errores que me recrimina son tales y adem¨¢s m¨ªos:1. Si yo ech¨¦ de menos la asistencia de alg¨²n Calvo Sotelo en la presentaci¨®n del libro de Gibson no fue pensando que ¨¦stos acudiesen "para aplaudir o felicitar" al autor (son palabras de don Joaqu¨ªn), sino porque podr¨ªan "otorgar luz y veracidad a la historia contempor¨¢nea"... "aportando explicaciones diferenciales o contradicciones" (son palabras de mi art¨ªculo en EL PAIS) con respecto a la versi¨®n del libro, que podr¨ªa estar equivocada.
2. En aquel acto no se iba a hacer la autopsia de don Jos¨¦ (no lo digo con falta de respeto); el t¨¦rmino autopsia no fue utilizado por m¨ª. Acudimos muchos para o¨ªr la exposici¨®n de los detalles hist¨®ricos en que el asesinato tuvo lugar. Esos datos ten¨ªan gran importancia, pues unas acusaciones concretas y documentadas permitir¨ªan dar curso a exculpaciones de quienes hasta la presentaci¨®n del libro ven¨ªan cargando p¨²blica e inmerecidamente con la responsabilidad de tan significativa muerte violenta. Restablecer una verdad, si es posible, es un acto de justicia.
3. No soy insensible a la muerte por razones profesionales, ni menos ante un asesinato; pensar tal cosa de m¨ª ser¨ªa ofenderme, y tengo en tan alto concepto al se?or Calvo Sotelo que no pienso que ¨¦sa pudiera ser su intenci¨®n al redactar su art¨ªculo. Todo asesinato horroriza al que es bien nacido. En 1936 me horrorizaron los dos que ocurrieron en el espacio de horas.
4. Me niego con firmeza a aceptar la frase del ilustre acad¨¦mico de la Lengua cuando dice que el asesinato de Calvo Sotelo fue "desencadenante del dolor de media Espa?a y del j¨²bilo de la otra media". Creo que se ha excedido en el c¨¢lculo y pienso que no ha tenido la pretensi¨®n de ofender a media Espa?a. A ning¨²n espa?ol pudo haber producido j¨²bilo el asesinato del ex ministro de Hacienda. Acaso lo hayan podido tener quienes le dispararon para vengarse de la muerte del teniente Castillo, y, as¨ª y todo, doy por supuesto que la mayor¨ªa de ellos se habr¨¢n arrepentido de haber dado rienda suelta a los sentimientos de venganza. En el libro de Gibson hay testimonios de l¨¢grimas de remordimiento. No concibo que haya disfrutado j¨²bilo la media Espa?a izquierdista a la que se lo achaca; los que hayan le¨ªdo el art¨ªculo de don Joaqu¨ªn Calvo Sotelo podr¨¢n estar considerando sus palabras como insultantes. Tampoco creo que la otra media Espa?a lo haya sentido por la muerte similar de Castillo.
5. Escribe don Joaqu¨ªn Calvo Sotelo que "Vega D¨ªaz se permite la osada hip¨®tesis de suponer..., etc¨¦tera". ?En qu¨¦ rinc¨®n de mi art¨ªculo ha podido leer el se?or Calvo Sotelo que Vega D¨ªaz sostenga personalmente tal osad¨ªa (que, induscutiblemente, lo habr¨ªa sido por mi parte) como pensamiento propio? Lo que en mi art¨ªculo dije fue que la ausencia de familiares de Calvo Sotelo en la presentaci¨®n del cuestionado libro "se prest¨® a muchas interpretaciones entre los asistentes". De ninguna frase m¨ªa puede deducir Calvo Sotelo que mi personal modo de entender las ausencias fuera el que me atribuye.
6. Afirma asimismo que "es asombroso que no se?ale, al menos", las excepciones del actual presidente del Gobierno y la suya. ?C¨®mo puede decir eso el se?or Calvo Sotelo, cuando en mi art¨ªculo se dec¨ªa que los dos familiares que conozco "me merecen simpat¨ªa y aut¨¦ntica admiraci¨®n" y est¨¢n dando muestras, por caminos distintos (uno, el literario; otro, el pol¨ªtico), de tolerancia y convivencia pol¨ªticas? ?Necesitar¨¦ decirle -yo lo cre¨ªa ocioso- que esos dos Calvo Sotelo son precisamente don Joaqu¨ªn y don Leopoldo? Yo no he tenido el honor de conocer personalmente a ning¨²n otro miembro de la familia actual. No hice, pues, afirmaciones gratuitas, irresponsables u ofensivas. Doy por no le¨ªdas esas palabras, porque no quiero que el se?or Calvo Sotelo crea que yo pienso lo mismo de las suya .
(En mi art¨ªculo comet¨ª, ciertamente, un equ¨ªvoco sem¨¢ntico: el de calificar como descendientes de don Jos¨¦ Calvo Sotelo a los que son hermano y sobrino suyos; pero pienso que don Joaqu¨ªn pudo comprenderlo.)
7. Otra frase que hace m¨ªa, puesto que la entradilla constituye una consciente, voluntaria e ir¨®nica desfiguraci¨®n de mi texto, refiri¨¦ndose a una se?ora de la que yo escrib¨ª adjetivos distintos seria y afectivamente.
8. Otra parte de su art¨ªculo hace referencia a los adjetivos que dedico al se?or Casares Quiroga. Admito que al se?or Calvo Sotelo no le gusten, pero los mantengo y no puedo rectificarlos en funci¨®n de los datos con que el se?or Calvo Sotelo me los rebate. Mi diagn¨®stico de Casares Quiroga, mal que le pese a don Joaqu¨ªn, no es err¨®neo o s¨®lo lo es en matices secundarios. Para m¨ª, que pertenec¨ª a su mismo partido pol¨ªtico, fue un despistado que tuvo la mala suerte de que le tocara luchar contra unas circunstancias que sobrepasaban en mucho su capacidad de gobernante. De ah¨ª que ¨¦se fuera el punto clave de la presentaci¨®n del libro de Gibson: desmontar el tinglado del crimen de Estado a instancias gubernamentales, levantado por la propaganda pol¨ªtica y no justiciera.
9. Admito que no le satisfaga el voquible desaguisado; pero el se?or Calvo Sotelo puede observar que en cinco lugares de mi art¨ªculo us¨¦ el t¨¦rmino asesinato para edificar la muerte de su hermano.
10. ?Que fue uno de los m¨¢s horrendos cr¨ªmenes de nuestra historia? Se?or Calvo Sotelo: fue uno m¨¢s, y todos los cr¨ªmenes de ese tipo son horrendos. En la historia que menciona, a lo ancho de nuestra guerra civil y despu¨¦s de ella, el n¨²mero de cr¨ªmenes horrendos vale m¨¢s no calcularlo ni recordarlo. Algunos con tanta o m¨¢s alevos¨ªa y sa?a que el cometido con don Jos¨¦. Si el asesinato de ¨¦ste marc¨® un jal¨®n en la vida de don Joaqu¨ªn, cuyo dolor comparto, jalones id¨¦nticos o mayores los marcaron otros muchos asesinatos igualmente execrables, que no recibieron despu¨¦s clamores de holocausto en este balanceante y angustioso mundo que nos toc¨® vivir.
11. Lo del protomartirio. El prefijo protes significa prioridad, cualidad de ser el primero en el tiempo, m¨¢s bien que primac¨ªa, y don Joaqu¨ªn lo sabe mejor que nadie, por lo menos mejor que yo. En el diccionario de la Academia, de la que tan dignamente forma parte, se dice que protom¨¢rtir es el primero de los m¨¢rtires; en el cristianismo lo fue san Esteban. lloras antes de ser asesinado don Jos¨¦ lo hab¨ªa sido el teniente Castillo, y d¨ªas o meses antes, otros de uno y otro lado. Ni en las derechas ni en las izquierdas se adjudic¨® a los otros asesinados el prefijo griego.
12. Me parece muy bien que: el se?or Calvo Sotelo desapruebe los t¨¦rminos con que "un Manuel Benavides" habla de su hermano; a m¨ª tambi¨¦n me molest¨® su lectura.
13. Estoy conforme con el se?or Calvo Sotelo en lo de que cada uno administre sus sentimientos a su manera, y admiro la seriedad y honestidad con que la familia Calvo Sotelo ha venido administrando los suyos tan desgarrados.
14. Lamento que don Joaqu¨ªn Calvo Sotelo haya entendido mal el sentido de mi art¨ªculo. Si hubiera entrevisto el respeto con que en ¨¦l trat¨¦ a la familia Calvo Sotelo se habr¨ªan podido evitar su disgusto y su art¨ªculo, as¨ª como mis aclaraciones de hoy, con las que pretendo tranquilizar su esp¨ªritu. Espero que no nos separen las diferencias que puedan caracterizar a nuestros respectivos pensamientos y que podamos contribuir a la tolerancia y a la convivencia que don Joaqu¨ªn Calvo Sotelo y yo deseamos a los espa?oles que quieren paz y no guerra. Porque si en el panorama hispano se advirtiera que los hombres cultos no se sienten dispuestos a aceptar la cura de verdades, dif¨ªcilmente podr¨ªan sentirse los incultos, que son num¨¦ricamente m¨¢s.
es m¨¦dico y escritor.
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