Cervera confirma en Madrid sus triunfos italianos

Sim¨®n Boccanegra, ¨®pera de Verdi, con libro de Piave, sobre el drama de Garc¨ªa Guti¨¦rrez, se estren¨® en La Fenice, de Venecia (y no en Valencia, como una patri¨®tica errata hizo decir en esta misma secci¨®n el pasado s¨¢bado), el 12 de marzo de 1857. Casi un cuarto de siglo despu¨¦s, el 24 de marzo de 1881, se dio a conocer en La Scala, de Mil¨¢n, la versi¨®n revisada por Verdi, con la colaboraci¨®n literaria de Boito. Esta circunstancia a?adi¨® complejidad, por el l¨®gico entrecruzamiento de estilos, a una obra que no era precisamente simple en su origen. En definitiva, Sim¨®n Boccanegra no ha conocido los mismos favores de los int¨¦rpretes ni del p¨²blico que una Traviata o un Otello (¨®peras m¨¢s "compactas", estil¨ªsticamente), o incluso que Don Carlos, quiz¨¢ el t¨ªtulo al que m¨¢s pr¨®ximo se encuentra Sim¨®n.Sin embargo, en esta complejidad de "maneras", en la falta de linealidad en el trazo de alg¨²n personaje o en detalles como, por ejemplo, la ausencia de arias tradicionales en el formidable papel protagonista, se encuentran atractivos musicales y teatrales que hacen de Sim¨®n Boccanegra una ¨®pera, si no redonda, por lo menos interesante en alto grado.

En la primera representaci¨®n de la tercera jornada de abono, el p¨²blico capt¨® perfectamente el extra ordinario trabajo de un joven maestro espa?ol: Jos¨¦ Mar¨ªa Cervera. Vista su actuaci¨®n, a nadie pueden extra?ar los triunfos que ha recogido en Italia y que le van a llevar a La Scala la pr¨®xima temporada para dirigir Andre Chenier. Dirigi¨® con total dominio de la partitura, depur¨® el sonido de la Orquesta Sinf¨®nica, que toc¨® des de el pp hasta el ff sin p¨¦rdida del empaste en ning¨²n momento; concert¨® con admirable ajuste, "respir¨®" con los cantantes y alcanz¨® a dar toda la gama expresiva, desde la delicadeza sonora de los momentos po¨¦ticos hasta la vibraci¨®n electrizante, tan verdiana, de las cimas dram¨¢ticas. En suma, una actuaci¨®n sobresaliente del director valenciano, que, recibido con ?bravos! al empezar el segundo acto, hubo de saludar solo al final de la representaci¨®n.

Junto a Cervera hay que colocar en seguida a otro joven artista espa?ol, el que protagoniz¨® la escena. Juan Pons, admirado ya en otros papeles, pero por vez primera en el de Boccanegra, es un magn¨ªfico bar¨ªtono, de facultades vocales extraordinarias, que maneja con mesura, naturalidad y verdad musical. Su actuaci¨®n, aunque sin baches, fue cobrando temperatura -es decir, comunicatividad- a partir del pr¨®logo, y result¨® sencillamente admirable en escenas claves, como la de la sala del consejo o la final. Pons fue aclamado con justicia en toda la extensi¨®n de su largo, dif¨ªcil e interesant¨ªsimo papel.

Excelente fue tambi¨¦n la actuaci¨®n de la soprano Ilona Todoky en su rol de Amelia (o Mar¨ªa); su bella voz y su sensibilidad interpretativa prendieron en el p¨²blico, que mostr¨® con largueza tal complacencia. La siempre admirada entrega del tenor Pedro Lavirgen, su seguridad en el agudo, el indudable mordiente dram¨¢tico de su arte, no tuvieron el deseable paralelo en la calidad puramente vocal, y as¨ª su Gabriele qued¨® un poco desplazado de los m¨¢s altos niveles de la noche. Mario Rinaudo, un tanto desigual en las distintas tesituras de su dif¨ªcil Fiesco y nuestro Antonio Blancas (Paolo), en su conocida regularidad, redondearon el buen plantel de cantantes en esta ¨®pera que los exige en cantidad y calidad. Completaron el reparto Juan P. Garc¨ªa Marqu¨¦s, Amalia Barrio y Julio Pardo.

Al comentar el ¨¦xito grande del director musical de la sesi¨®n, queda impl¨ªcito el elogio de la actuaci¨®n de la orquesta y el coro del maestro Perera, sin cuya positiva respuesta ser¨ªa aqu¨¦l imposible. En suma, una buena representaci¨®n que se presta adem¨¢s a una consideraci¨®n final: la orquesta, el coro, sus directores, el director de escena y seis de los ocho cantantes solistas son artistas espa?oles. Cada d¨ªa se hacen m¨¢s poderosas las aspiraciones a un teatro y a unos elementos de ¨®pera estatales estables.