Ayer y hoy
Anillos para una dama.
De Antonio Gala (19 73). Int¨¦rpretes: Alberto Fern¨¢ndez, Mar¨ªa Asquerino, Mor¨ªa Jes¨²s Sirvent. Trini Alonso, Francisco Casares, Francisco Piquer. Director: Jos¨¦ Luis Alonso. Reposici¨®n: 10-IV-1981.
Teatro Reina Victoria.
Antonio Gala estren¨® Anillos para una dama en 1973; ten¨ªa entonces unas determinadas resonancias. Hab¨ªa una iron¨ªa, una burla para con los poderes absolutos, para la lectura oficial de la historia (era un momento en el que todav¨ªa la vida cotidiana estaba como almidonada por la oquedad enf¨¢toca y falsa de lo trascendental, lo eterno, lo definitivo); un cierto cinismo para el papel del h¨¦roe. Hab¨ªa ya inventada en Espa?a una palabra y hasta una moda: la de la desmitificaci¨®n; incluso ven¨ªa reforzada por lo quedaba de mayo de 1968.En Anillos estaba una libertad forzada, que se representaba como inevitable y definitiva -porque en los relatos hist¨®ricos se pueden inventar muchas cosas, menos los desenlaces- y sin embargo no era negativa ni pesimista esta consecuencia. Era una obra rebelde. Ha pasado el tiempo. ?Ha pasado el tiempo? Muchas de sus resonancias siguen produciendo arm¨®nicos: mala se?al, no para la obra sino para los espectadores. Otras tienen un car¨¢cter m¨¢s dram¨¢tico del que ten¨ªan entonces: todo el mundo es libre de ver otro s¨ªmbolo en do?a Jimena, la viuda del Cid, a la que se impide elegir lo que quiere, a la que se obliga a comportarse seg¨²n las conveniencias de los otros, de aquellos que determinan la historia seg¨²n su conveniencia, los que identifican la patria con ellos mismos y sus posesiones y su af¨¢n de poder; y sus t¨®picos, sus ¨®rdenes, sus privilegios.
El final, por tanto, podr¨ªa aparecer bastante m¨¢s angustioso que entonces, como una especie de fuerza del destino: "nadie puede vencer el destino", se dice en la obra, como lo dec¨ªa ya Racine ("On ne peut vaincre sa destin¨¦e", Fedra) o como lo dec¨ªan los griegos. Estar¨ªa, involuntariamente, puesto que escrita antes, en el arm¨®nico del desencanto, o en la perplejidad con que se siguen ciertos desarrollos del d¨ªa. Y a¨²n as¨ª, los parlamentos de libertad -o libertarios-, la raz¨®n de lo oprimido o de lo forzado, siguen teniendo su llamada.
Quiz¨¢ haya pasado, tambi¨¦n, el tiempo para la estructura teatral y para la forma de Anillos. Muchos parlamentos largos, muchas frases de autor, y un temblor l¨ªrico en ciertos momentos que inquieta. Mucho Benavente, mucho Casona, mucho de la generaci¨®n anterior a la de Gala -ya quemada-. Se dice con suficiencia y sabidur¨ªa que el teatro de hoy ya no es as¨ª. No se puede comprobar: no se ve por ning¨²n sitio el teatro de hoy -ni siquiera en el mismo Gala, que se hereda a s¨ª mismo-, y hay mucha m¨¢s teor¨ªa que pr¨¢ctica sobre como debe ser el teatro de hoy.
Con la armaz¨®n cr¨ªtica de esa abundancia de teor¨ªa puede sentirse el peso de lo antiguo en esta obra. Pero no ha.y en la pr¨¢ctica con qu¨¦ compararlo que est¨¦ m¨¢s adelante, rr.i¨¢s all¨¢. Con la misma pesadumbre con que se ve el fatalismo y lo inevitable de las ideas de la obra puede verse una antig¨¹edad en el texto y en la estructura dram¨ªtica.
La culpa no es de Antonio Gala; ser¨ªa m¨¢s bien de los que han tenido que hacer la historia, la vida, las relaciones humanas de otra manera, de los que tendr¨ªan que hacer que el teatro fuese distinto, y no han sabido hacerlo. Mientras no se demuestre lo conrario, este teatro es v¨¢lico; es socialmente claro. Aunque sea por la casualidad de que este tiempo de hoy coincida con la literatura de ayer, y se puede tener la tendencia a no creer en las casualidades, sino en las intuiciones de los autores.
Podr¨ªa decirse lo mismo de la interpretaci¨®n. Mar¨ªa Asquerino tiene nueve a?os ¨¢s que entonces, alg¨²n actor de entonces ha pasado a hacer un papel mayor en edad. Lo que se a?ade es un patetismo, y el patetismo sienta bien a nuestro tiempo. Tal vez, tambi¨¦n, la interpretaci¨®n de Mar¨ªa Asquerino no se ajusta a lo que se imagina en el actor de hoy; y el actor de hoy busca por cursillos, m¨¦todos, libros, profesores, viajes al extranjero y educaciones corporales algo que todav¨ªa no ha encontrado. Mientras lo encuentra ser¨¢ todav¨ªa v¨¢lida esta escuela de decir las cosas con emoci¨®n y con frescura, de subrayar las intenciones del autor, de entenderse directamente con el p¨²blico para sacarle de su abulia. Y la iron¨ªa fr¨ªa de Francisco Piquer.
Quiz¨¢ Jos¨¦ Luis Alonso, que vuelve a dirigir lo que dirigi¨® ya entonces, haya subrayado tambi¨¦n ahora lo que mejor va con nuestro tiempo -que por mucho desencanto es objetivamente mejor que lo que fue, y que puede sacar esperanzas de donde parece no haberlas-, una forma de actualizaci¨®n. Todo ello funciona. Como los bell¨ªsimos trajes de Elio Berhanyer o el decorado de Vicente Vela, que subraya todo lo que de pesada puerta cerrada tiene la historia que se cuenta.
Toda esta einoci¨®n se transmiti¨® al p¨²blico. Ciertamente, tambi¨¦n envejecido: Gala se dirigi¨® a ¨¦l -en unas palabras finales- seguro de que la mayor parte de los espectadores hab¨ªan ya visto antes sus Anillos.
Puede ir, probablemente, un p¨²blico joven, un p¨²blico que pueda superar todo lo que le suene a falso o a antiguo para quedarse con lo que se le dice desde el escenario en lo que todavia, desgraciadamente -por la desgracia del inmovilismo y del eterno retorno- tiene mucho que ver con su tiempo; incluso en la formaci¨®n de una rebeld¨ªa y de una esperanza.
Babelia
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