El fraude fiscal en Espa?a
El descubrimiento de las bolsas de fraude fiscal entre los grupos mas privilegiados de Espa?a y la construcci¨®n de una mayor "conciencia fiscal" en la poblaci¨®n son dos de las conclusiones del an¨¢lisis realizado por el profesor Alvarez Corbacho tras examinar la situaci¨®n del fraude fiscal.
Al menos te¨®ricamente el principio impositivo m¨¢s anhelado, reiterativo y legitimador de un Estado 'Moderno es aquel que se asienta y desarrolla a trav¨¦s de la justicia fiscal. Los manuales convencionales de la Hacienda p¨²blica no cesan en su empe?o de invocarlo, tanto para inspirar el dise?o y la plasmaci¨®n de sistemas tributarios ¨®ptimos como para referirse cr¨ªticamente a las instituciones fiscales existentes. As¨ª, se dice que un sistema tributario es m¨¢s justo que otro si es capaz de gravar diferentemente a los contribuyentes de un pa¨ªs, siempre en funci¨®n de las capacidades econ¨®micas y teniendo en cuenta los condicionamientos familiares o personales, porque conoce y se acerca m¨¢s a la realidad de sus bases tributarias.En Espa?a, despu¨¦s de soportar con paciencia franciscana durante tantos a?os un sistema fiscal regresivo, brutalmente injusto y t¨¦cnicamente deficiente, se inici¨® una reforma en 1977 que parec¨ªa abrir un poco de aire fresco y de racionalidad a la mayor¨ªa de los sufridos contribuyentes. Sin embargo, hay que reconocer que los pasos dados hasta la fecha no son muy alentadores. La imposici¨®n indirecta sigue todav¨ªa pr¨¢cticamente intacta, el anacronismo de los tributos locales permanece inalterable y se aprecian adem¨¢s determinados s¨ªntomas de escasa voluntad pol¨ªtica para hacer cumplir la legalidad vigente ya reformada y perseguir as¨ª el fraude fiscal cometido.
Por eso cuando, hace pocos d¨ªas, el ministro de Hacienda, se?or Garc¨ªa A?overos, declaraba a la Prensa que es eficaz y necesario que el defraudador fiscal pueda ir a la c¨¢rcel, y que adem¨¢s estaba deseando publicar la lista de los actuales defraudadores (v¨¦ase El Nuevo Lunes, de 22 de marzo de 1982), no pudimos ocultar la hermosa e ingenua satisfacci¨®n del simple contribuyente de a pie. Desgraciadamente, tal alegr¨ªa dur¨® muy poco. Al lado de estas palabras esperanzadoras, el se?or ministro de Hacienda a?ad¨ªa tambi¨¦n que en Espa?a solamente existen tres bolsas globales de no declarantes en el impuesto que grava la renta personal: los agricultores (que es la m¨¢s numerosa), los peque?os empresarios (de menor cuant¨ªa) y los trabajadores por cuenta ajena de car¨¢cter eventual. Con verdadera sorpresa por nuestra parte comprobamos que no se hac¨ªa referencia alguna a la posible bolsa de defraudadores existente entre las personas que tienen las rentas m¨¢s elevadas de nuestro pa¨ªs. Aunque, desde luego, parece que, haberlos, haylos.
En efecto, utilizando estad¨ªsticas of¨ªciales o cuasi oficiales, como son las 'correspondientes a la distribuci¨®n de la renta familiar disponible en Espa?a para el a?o 1974 (cuadro n? 1) -trabajo realizado por los hermanos Alcaide Inchausti por encargo del Instituto de Estudios Fiscales y publicado en la revista Hacienda P¨²blica Espa?ola, n? 47, 1977-, as¨ª como la relaci¨®n de contribuyentes e ingresos declarados en el IRPF para el ejercicio de 1979 (cuadro n? 2) -publicada en el Bolet¨ªn de Informaci¨®n de la Direcci¨®n General de Tributos n? 4, junio, 1981 -, se llega a unos resultados y conclusiones que son verdaderamente asombrosos.
Partiendo de la hip¨®tesis, considerada como perfectamente razonable, de que la distribuci¨®n de la renta espa?ola no se alter¨® sensiblemente entre los a?os 1974 y 1979, los 481.091 millones de pesetas que en conjunto recib¨ªan las familias con ingresos superiores a los cinco millones de pesetas/a?o en 1974 equivalen, en pesetas de 1979, a la cantidad de 1.115.167 millones. Pues bien, como en el a?o 1979 las familias que superaban los cinco millones de pesetas/ a?o s¨®lo declararon 120.816 millones de pesetas, se llega a una primera conclusi¨®n, siempre seg¨²n estos datos, de que tan s¨®lo fueron declarados el 10,8% del total de estos ingresos familiares. Por otro lado, es preciso reconocer tambi¨¦n que este porcentaje es todav¨ªa m¨¢s reducido, puesto que en realidad habr¨ªa que incluir aqu¨ª a todas aquellas familias nuevas que en 1979 lograban superar, en t¨¦rminos monetarios, el umbral de los cinco millones de pesetas/a?o.
Si las comparaciones las hacemos ahora entre el n¨²mero de familias que declararon a la Hacienda y aquellas otras que ingresaban m¨¢s de los cinco millones de pesetas / a?o, los resultados son los siguientes: de las 34.986 unidades familiares existentes en 1974 (0,38% del total) declararon tan s¨®lo 14.502 en 1979, lo que viene a representar el 41,4%. Ahora bien, si suponemos igualmente que la mayor¨ªa de las familias que en 1974 ten¨ªan ingresos entre los doscinco millones de pesetas/a?o (82.913 unidades familiares), logran superar los cinco millones de pesetas en t¨¦rminos monetarios en 1979, este porcentaje se reducir¨ªa en torno al 10%, lo que equivale a decir que aproximadamente el 90% de las familias con ingresos superiores a los cinco millones de pesetasl a?o en 1979 no declararon a la Hacienda p¨²blica o lo hicieron por una cuant¨ªa bastante inferior a sus rentas reales.
Finalmente, si estas comparaciones estad¨ªsticas las vamos reduciendo a los tramos m¨¢s elevados de renta y s¨®lo considerarnos ahora a aquellas familias que superan los nueve millones de pesetas/a?o, las cifras obtenidas son realmente escandalosas. Se comprobar¨ªa que tan s¨®lo declararon el 6% de los ingresos familiares globales y que el n¨²mero de familias que cumplieron sus obligaciones con la Hacienda volver¨ªa a reducirse otra vez al 10% de las realmente existentes.
La otra cara de la moneda la ofrece, de alguna forma, el cuadro n 2 3. Deseamos acercarnos a Europa, alcanzar con rapidez los niveles de prestaciones p¨²blicas que tienen los pa¨ªses europeos y que tanto inciden en su calidad. de vida (infraestructura urban¨ªstica, educaci¨®n y cultura, viviendas, sanidad, deportes, etc¨¦tera), pero todav¨ªa contamos con un sector p¨²blico relativamente peque?o (y no muy eficiente), cuyas forzadas exigencias expansivas se traducen todos los a?os en d¨¦ficit presupuestarios que no debieran convertirse en cr¨®nicos y estructurales. Los servicios p¨²blicos espa?oles tienen objetivamente que extenderse y mejorar, pero no a costa de presionar fiscalmente unas rentas salariales que se deterioran cada a?o en su poder adquisitivo. No son v¨¢lidos ya los argumentos que se apoyan en "los desincentivos a la inversi¨®n" o en la necesidad de crear un "clima de confianza inversora". Estamos b¨¢sicamente ante una cuesti¨®n de voluntad , pol¨ªtica para aplicar una ley existente y de mejorar la eficacia de la Administraci¨®n tributaria.
En definitiva, que con estos datos en la mano confesamos que uno no cesa de dar vueltas y revueltas a las cosas que pueden ocurrirle a nuestra Hacienda. ?,Es que existe la m¨¢s minima posibilidad de que el fraude fiscal llegue a ser alguna vez de tal magnitud en nuestro pa¨ªs? Y si no es as¨ª, ?qu¨¦ explicaci¨®n dar a todo ello? ?Por qu¨¦ el ministro de Hacienda no hizo ninguna alusi¨®n a la existencia de una posible bolsa de defraudadores entre el colectivo de poblaci¨®n m¨¢s privilegiado? ?Son tan malas las estad¨ªsticas espa?olas? ?O es que estamos acerc¨¢ndonos a una realidad fiscal tan insospechada como irritante? Pensamos que, en nombre de la llamada justicia tributaria, se necesita con urgencia una explicaci¨®n p¨²blica, n¨ªtida y satisfactoria, por parte de quien corresponda. Esto tambi¨¦n ayuda, y de qu¨¦ manera, a fortalecer la democracia, a construir una "conciencia fiscal" y a caminar hacia un futuro mejor para la gran mayor¨ªa de los espa?oles.
es profesor de Hacienda P¨²blica en la Universidad de Santiago de Compostela.
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