Los tenientes hacen el petate
El acusado capit¨¢n de la Guardia Civil Ignacio Rom¨¢n casi no entra ayer en Campamento. En libertad provisional tras haber cumplido tres cuartos de la condena solicitada por el ministerio fiscal, abandon¨® la extra?a prisi¨®n y ayer en la ma?ana no lo dejaban entrar. Asisti¨® a su propio juicio con una tarjeta provisional de invitado. Sus compa?eros e inferiores, tenientes de la Guardia Civil, se pueden ver en breves horas en la misma tesitura. El pr¨®ximo mi¨¦rcoles -no hay vista y se re¨²ne para asuntos ordinarios el Consejo Supremo de Justicia Militar- se decidir¨¢, si el sentido com¨²n no lo impide, el denegamiento de la credencial a Pedro J. Ram¨ªrez, director de Diario 16, y la libertad provisional de los tenientes de la Benem¨¦rita procesados en esta causa.Desde el comienzo de la vista, abogados pol¨ªticos y profesionales hab¨ªan coincidido en el ser¨®n repleto de posibilidades procesales que ofrec¨ªa el llamado pacto del cap¨®. Las hect¨¢reas de memoria que genera este proceso no recogen una sola jornada en la que unos u otros abogados no hayan insistido en el hecho de que los tenientes de la Guardia Civil estaban siendo procesados, en tanto los tenientes de la Acorazada estaban en sus casas. No es como para reprochar a las defensas que se hayan sujetado a ese obenque; hacen muy bien desde el momento en que el asunto -ese supuesto agravio comparativo Guardia Civil Ej¨¦rcito- est¨¢ empozo?ado desde antes del inicio del proceso. Y los errores del Plenario arrastran los Iodos de la vista oral. El agravio comparativo no reside en la presencia como encausados de los tenientes de uniforme verde, sino en la ausencia de los tenientes de caqui con el anagrama y la tanqueta en la manga izquierda. Y, tampoco hay que olvidarlo, de los n¨²meros de la Guardia Civil, protagonistas del asalto al Congreso y alegremente exonerados de cualquier responsabilidad.
Apertura de desag¨¹es Pero ¨¦ste parece ser el signo de esta causa: no s¨®lo no se desvelan nuevos hechos, sino que se abren desag¨¹es para que por ellos desaparezcan presuntos implicados. Alg¨²n d¨ªa este error se cobrar¨¢ su precio en moneda pol¨ªtica contante y sonante. Salva Paradela (un letrado menor, defensor de un teniente) dio la cara final solicitando como cuesti¨®n previa, al comienzo de la sesi¨®n vespertina, la libertad provisional de estos oficiales, teniendo en cuenta que para ¨¦l, como para todos, los valores m¨¢s preciados del ser humano son la vida y la libertad. Hay que reconocer que cuando alguno de los letrados de los presuntos golpistas drena su coraz¨®n, aterciopela la voz y habla de libertad, a todos se nos abren las carnes.
Los involucionistas de todo pela e pueden reencontrarse con una de sus frases propagand¨ªsticas preferidas: "?Libertad, libertad; cuantos cr¨ªmenes se cometen en tu nombre!"
El testigo teniente coronel Eduardo Fuentes G¨®mez de Salazar, de la divisi¨®n de Inteligencia del Estado Mayor del Ej¨¦rcito (que ha volado desde Argentina a Madrid para deponer en este juicio; estaba haciendo un curso en Buenos Aires) dio pie a la removida general sobre los tenientes de la Guardia Civil. G¨®mez de Salazar, ¨ªntimo amigo de San Mart¨ªn y Pardo Zancada, es el hombre que en la ma?ana del 24 de febrero se ofrece voluntario para extraer de su impasse el pudrimiento del Congreso secuestrado. Busca de Pardo Zancada y de Tejero condiciones negociables de rendici¨®n, toma notas para su propio recordatorio en un papel del Congreso, que luego ser¨ªa firmado por los secuestradores y por el general Armada sobre el cap¨® de un jeep y tenido como documento de capitulaci¨®n. G¨®mez de Salazar aparece dolido en el supuesto de que acaso su nerviosismo en aquel momento le hizo equivocar su sentido de la sintaxis, hasta el punto de que en tal documento aparecieran los tenientes de la Acorazada como exentos de culpa y los de la Guardia Civil implicados. Puede dormir tranquilo por cuanto ayer, el consejero togado teniente general Ballesteros, despu¨¦s de un complicado interrogatorio fiscal, le hizo la pregunta-clave:
-Teniendo en cuenta que se encuentra bajo sagrado juramento, ?usted tiene conciencia de que en el pacto de rendici¨®n se estipulaba igual trato para los tenientes de la Acorazada que para los de la Guardia Civil?
-El mismo.
Tras esta intervenci¨®n de un consejero y despu¨¦s de lo escuchado sesi¨®n a sesi¨®n, a pocos nos qued¨® la duda de que los tenientes de la Benem¨¦rita pod¨ªan ir haciendo sus petates,. La inversi¨®n de la realidad, como en un espejo, acababa de ser lograda. Ya ser¨¢ dif¨ªcil que estos hombres, algunos de los cuales se distinguieron en la toma del Congreso por actitudes especialmente desde?osas, chulescas y amenazadoras, se vean sometidos a todos los rigores de la Justicia. Por el momento se encuentran a las doce menos cinco de ser declarados exentos de responsabilidad.
La teor¨ªa de los tenientes de la Benem¨¦rita est¨¢ distorsionada desde los autos. A pocos les cabe en la cabeza la validez jur¨ªdica del pacto del cap¨®, firmado por otro encausado en representaci¨®n de m¨¢s altas instancias y, en cualquier caso, obtenido bajo presi¨®n de las armas. Quiere: presentarse este papel -no es exageraci¨®n, es comentario extraprocesal- como si se tratara de la rendici¨®n firmada por el almirante Doenitz ante el general Eisenhower.
Como si el 23 de febrero este pa¨ªs estuviera en estado de guerra, diplom¨¢ticamente declarada, entre dos potencias: de un lado Espa?a, de otro Tejero, Pardo Zancada y Camilo Men¨¦ndez, como potencias derrotadas. Hasta como broma es excesivo. Las autoridades que el 23 de febrero bregaron por restablecer la normalidad en la naci¨®n utilizaron -como era su deber- todos los subterfugios a su alcance, pero ninguno puede obligarles -ni a¨²n apelando a un honor militar del que los rebeldes empezaron por dimitir- a suscribir ahora en libertad lo que aceptaron bajo tan tremenda coacci¨®n.
No hace faIta ser una lumbrera del Derecho para tener por enjuiciables a todos -guardias incluidos- los que aquella noche vapulearon el honor del pa¨ªs vejando a sus representantes. Y tan dignos de juicio son los tenientes de este o de otro cuerpo castrense; a ninguno les libera el libre albedr¨ªo que reconocen las Ordenanzas Militares y que impide la comisi¨®n de delitos amparada en la c¨®moda manta de la obediencia al mando natural. De lo contrario las actas de Campamento pasar¨¢n a la historia de la jurisprudencia occidental por ser las que rectifican y mejoran los criterios judiciales
sentados en el proceso de Nuremberg. La especulaci¨®n de Casablanca El resto de la jornada fue ringlera de jefes militares, de los que s¨®lo cabe destacar el talento expositivo de G¨®mez de Salazar y Pardo de Santayana -este ¨²ltimo empe?ado en el recordatorio del supuesto papel del Rey en aquel ruido de sables- y el rumrum que atronaba Campamento (familiares y letrados) sobre la figura penal del extra?amiento; escribir, como la vieja Grecia, el nombre de algunos encausados en la concha de una ostra y arrojarla al mar. A este respecto se especula con la supuesta adquisici¨®n de una casa en Casablanca (Marruecos) por la familia del general Armada.
La expectativa procesal reside en que el jueves (d¨ªa m¨¢s, d¨ªa menos) termine el desfile de testigos; el fiscal puede entonces reclamar sus 48 horas de reflexi¨®n y dar comienzo el viernes su lectura de conclusiones definitivas, que, a lo que parece, no ser¨¢ una pieza legal globalizada sino pormenorizada sobre los encausados que le queden.
Nota bene.- Una especie de comisi¨®n de esposas de encausados me buscaba ayer por Campamento. Son las mismas que se toman la evidente molestia de recabar fondos militares para reponer los sueldos de los encausados mermados por su condici¨®n de justiciables. Estaban quejosas por una alusi¨®n sin importancia a la vida sexual de la extra?a prisi¨®n. La dignidad de tales se?oras ni puedo ni quiero ponerla en precario -su mal trago es evidente y merece compasi¨®n y respeto-; pero desde Reich, Freud o Froom, la dignidad en las sociedades avanzadas no se pierde detr¨¢s de una puerta p¨²dicamente entornada.
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