El fiscal en Espa?a: una d¨²plica
Despu¨¦s de meditarlo muy serenamente, he decidido contestar a una r¨¦plica. que me hace el estimado profesor C¨¦sar Albi?ana. Las motivaciones que me conducen a ello tienen una triple naturaleza. En primer lugar, est¨¢ la relevancia e inter¨¦s p¨²blico que el propio tema tiene en s¨ª mismo. Conocer c¨®mo se distribuyen las cargas fiscales del Estado es algo que seguramente preocupa a muchos ciudadanos, y pienso que es buena la clarificaci¨®n de todas las cuestiones, aunque esto se produzca a trav¨¦s de la confrontaci¨®n, la cr¨ªtica y el debate. En segundo lugar, porque existen en el art¨ªculo del profesor Albi?ana ciertas dislocaciones y juicios de intenci¨®n que merecen ser oportunamente precisados, y, finalmente, porque deseo subrayar que las conclusiones centrales a que hab¨ªa llegado en mi trabajo -apuntar y explicitar con cifras la existencia de una bolsa de fraude gigantesco y alarmante en los niveles elevados de rentano ha sido negada ni rebatida esencialmente en la r¨¦plica del profesor Albi?ana.Comenzar¨¦, pues, se?alando que estimo m¨¢s bien dislocadas unas cr¨ªticas, previas del profesor Albi?ana a unas ideas que ¨¦l mismo califica de "opiniones sin amparo". Porque si de una forma introductoria y tangencial me refer¨ª a los defectos que permanecen en nuestra imposici¨®n indirecta o se mencion¨¦, el anacronismo de la tributaci¨®n local, ello no significa, ni de tal cosa se deduce, la ausencia de argumentos te¨®ricos y emp¨ªricos o de alternativas que ofrecer para fundamentar tales afirmaciones. Con independencia de los posibles desacuerdos, es f¨¢cil reconocer que cualquier estudioso de nuestra hacienda p¨²blica encontrar¨ªa la tarea no demasiado complicada. Pero insisto que esto no constitu¨ªa el objeto central de nuestra atenci¨®n anal¨ªtica (aunque tambi¨¦n viene a mi memoria, a t¨ªtulo anecd¨®tico, c¨®mo la sabia iron¨ªa de los marineros de mi pueblo natal de O Grove bautiz¨® con el nombre de "imposto das pingueiras" -impuesto de las goteras- a esa joya de tasa, de esp¨ªritu extrafiscal, que perdura en el tiempo y que grava los desag¨¹es de los canalones).
Pero a los efectos de clarificaci¨®n p¨²blica, pienso que resulta de mayor inter¨¦s indicar los juicios de intenci¨®n que se me imputan y que vienen sobre todo expresados en los siguientes p¨¢rrafos:
a) En lo que respecta a la comparaci¨®n o careo de las magnitudes ofrecidas, se dice que mi trabajo "adolece de un importante error de perspectiva o, si se quiere, de una hip¨®tesis ut¨®pica o imposible: que todos los contribuyentes declarasen sus ingresos reales en 1979".
Pues bien, yo en ning¨²n momento part¨ª de tal hip¨®tesis ni tan siquiera insinu¨¦ que no hubiese defraudaci¨®n en los distintos tramos de renta. Lo que hice fue tan s¨®lo constatar, a partir de unas cifras ofrecidas por instituciones p¨²blicas, que del n¨²mero estimado de unidades familiares con rentas superiores a los cinco millones de pesetas/a?o en 1979, solamente hab¨ªan declarado en ese sentido el 10% aproximadamente y por unos ingresos que tambi¨¦n giraban en torno a esa cantidad. Y afirm¨¦ a continuaci¨®n que la explicaci¨®n del fen¨®meno era dual: o no se efectuaron declaraciones o, si ¨¦stas se hicieron, la cuant¨ªa declarada era bastante inferior a sus rentas reales. Tambi¨¦n afirm¨¦ que en ambos casos existe una defraudaci¨®n a la hacienda p¨²blica.
b) Otras frases cuya exposici¨®n por parte del profesor Albi?ana pienso que desv¨ªan el contenido y la intencionalidad de mi escrito, son las referidas al tema de las responsabilidades. As¨ª, se dice literalmente "?qu¨¦ tiene que ver el comportamiento -espont¨¢neo- de los contribuyentes con la voluntad pol¨ªtica o con la eficacia de la Administraci¨®n tributaria?", para concluir, "en el cap¨ªtulo de culpabilidades no est¨¢. la reforma tributar¨ªa ni tampoco en el Ministerio de Hacienda".
Sin embargo, considero de justicia reconocer que de una lectura atenta de mi trabajo no se pueden derivar acusaciones ni responsabilidades. Yo no culpo a nadie de los resultados que proyectan unas declaraciones de ingresos por parte de los contribuyentes, aunque s¨ª afirmo y reitero que, ante tales resultados, s¨®lo una voluntad pol¨ªtica f¨¦rrea para aplicar la legalidad vigente y una Administraci¨®n tributaria eficaz para ejecutarla pueden intentar solucionar tan dram¨¢tica y lamentable situaci¨®n. Otra cosa es que uno siga manteniendo las saludables y leg¨ªtimas dosis de escepticismo ante unos hechos y una din¨¢mica social y fiscal que se explica m¨¢s por relaciones de poder que por voluntarismos pol¨ªticos de diversa ¨ªndole. Desde luego, la omisi¨®n del se?or ministro de Hacienda en sus declaraciones a la Prensa, en lo que respecta a los contribuyentes m¨¢s privilegiados, no deja de ser preocupante.
Pero despu¨¦s de todo, lo que m¨¢s importa de esta pol¨¦mica es precisamente observar la firmeza y cualidad de unos hechos y cifras que est¨¢n ah¨ª y que todav¨ªa no han sido desmentidos. O dicho en otros t¨¦rminos: constatar que habiendo probablemente m¨¢s de 100.000 unidades familiares contribuyentes con rentas superiores a cinco millones de pesetas/a?o en 1979, s¨®lo han declarado en este sentido 14.50,2 contribuyentes. O de que si bien las rentas estimadas durante ese a?o para las familias que superan los nueve millones de pesetas/a?o se aproximan a los 800.000 millones de pesetas, tan s¨®lo fueron declarados 47.547 millones (el 6% del total). Por otro lado, la cualidad de estas cifras viene dada por su relaci¨®n pr¨®xima con el delito fiscal, pues ya se sabe que ¨¦ste se, produce, entre otras causas, por cometer falsedad y por la elusi¨®n del pago del impuesto en cuant¨ªa igual o superior a los dos millones de pesetas.
Finalmente, no quisiera terminar estas notas sin ratificarme otra vez en la convicci¨®n de que a los contribuyentes de buena fe y a las instituciones democr¨¢ticas se les ayuda y sirve mejor con transparencia y claridad en la informaci¨®n -por muy escandalosos que sean los hechos- que a trav¨¦s de los silencios, las informaciones veladas o las explicaciones confusas. Convicci¨®n que estoy seguro comparte el profesor C¨¦sar Albi?ana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.