Producto de laboratorio
Sydney Pollack es uno de los escasos directores norteamericanos empe?ado en ofrecer un panorama cr¨ªtico de su pa¨ªs que no sea materia corriente en el cine de consumo. La sordidez de los concursos de baile en los a?os de la Depresi¨®n posibilit¨® Danzad, danzad, malditos; la rara evoluci¨®n pol¨ªtica de alg¨²n sector de la izquierda se convirti¨® en Tal como ¨¦ramos; la dificultad del ¨¦xito en Un instante, una vida.El director trasciende los puntos de partida de sus pel¨ªculas buscando en sus personajes la complejidad de cualquier ser humano, evitando as¨ª el t¨®pico, analizando las m¨¢s secretas motivaciones de sus antih¨¦roes. De ah¨ª que sus pel¨ªculas permitan frecuentemente lecturas diversas o, al menos, distintas formas de comunicaci¨®n con el espectador.
Ausencia de malicia
Director: Sydney Pollack. Gui¨®n: Kurt Luedike. Fotograf¨ªa: Owen Roizman. Int¨¦rpretes: Paul Newman, Sally Field, Bob Balab¨¢n, Melinda Dill¨®n. Drama. Norteamericana, 1981. Locales de estreno: Callao, Carlos III y Windson A.
Amor y cr¨ªtica social
Su ¨²ltima producci¨®n, Ausencia de malicia, quiere combinar de nuevo la cr¨ªtica social con la comprensi¨®n amorosa de sus personajes. Cierta Prensa escandalosa es puesta en la picota por su inhumano af¨¢n de noticias, mientras el verdugo y la v¨ªctima de la an¨¦cdota filmada establecen una compleja relaci¨®n que, previsiblemente, concluye en el amor. Se sigue el desarrollo de sus encuentros mientras Pollack desliza una denuncia en la que mezcla la gesti¨®n period¨ªstica con la policial, la organizaci¨®n de los sindicatos con la represi¨®n pol¨ªtica. Todo ello, sin embargo, apuntado s¨®lo brevemente, sin que los planteamientos alcancen una dimensi¨®n suficientemente clara. Da la impresi¨®n de que esta pel¨ªcula nace con referencias a obras anteriores del autor, es decir, sin inspiraci¨®n.Sumando los ingredientes de Ausencia de malicia se entiende el proceso de su nacimiento, pero ninguno de esos elementos llega a conmover. Pollack ha utilizado el laboratorio y olvidado la pasi¨®n. Los autores sufren ese mismo esquema en su trabajo. La conocida eficacia de Paul Newman y Sally Field (a quien no hay que olvidar como aquella espl¨¦ndida (Norma Rae) se conforman aqu¨ª con el cart¨®n piedra; el gui¨®n no les ofrece los resortes necesarios para crear aut¨¦nticos seres humanos. Recitan un texto que, en ocasiones, el espectador conoce antes que la pantalla.
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