Historia de un tr¨¢gico fracaso / 1
Brzezinski cuenta el intento frustrado de liberar a los rehenes de la embajada de EE UU en Teher¨¢n. En esta primera parte de su relato, el consejero de Carter describe los preparativos de aquella tr¨¢gica acci¨®n
"El ambiente en la Sala de Situaci¨®n, donde nos hab¨ªamos reunido aquella noche, estaba cargado. El presidente se da perfecta cuenta del significado del paso que va a dar. Al final de la sesi¨®n de informaci¨®n el presidente dijo: "... Mi decisi¨®n es ir". (Notas de mi diario, 16 de abril 1980).A pesar de que pasaron m¨¢s de cinco meses desde el d¨ªa en que nuestros compatriotas fueron apresados como rehenes en Teher¨¢n, hasta que se tom¨® la decisi¨®n definitiva de intentar liberarles, los preparativos de la misi¨®n de rescate comenzaron casi inmediatamente. El 6 de noviembre de 1979, dos d¨ªas despu¨¦s de la toma de nuestra Embajada, se puso en marcha el proceso cuando llam¨® al secretario de Defensa, Harold Brown, y le di instrucciones para que la Junta de Jefes de Estado Mayor trazara un plan para una misi¨®n de rescate.
Los militares volvieron a verme dos d¨ªas despu¨¦s, el 8 de noviembre, y tuvimos una sesi¨®n informativa en la Sala de Situaci¨®n de la Casa Blanca. En esta reuni¨®n, estudiamos con detenimiento unas fotograf¨ªas a¨¦reas y el programa de un posible asalto con helic¨®pteros a la Embajada por parte de un equipo especialmente adiestrado. El plan requer¨ªa que el equipo de rescate y los rehenes fueran evacuados desde un campo de despegue no lejos de Teher¨¢n. Hab¨ªa dos problemas: insuficiencia de informaci¨®n respecto a la situaci¨®n de los rehenes y el enormemente complejo problema de la log¨ªstica. Nuestro blanco estaba lejos de Estados Unidos, lejos de cualquier instalaci¨®n controlada por nosotros; y no era normal que se emplearan helic¨®pteros para misiones de asalto a larga distancia.
Los militares empezaron a trabajar para superar estas dificultades, y el 11 de noviembre acud¨ª al Pent¨¢gono para recibir una informaci¨®n m¨¢s completa sobre la posible ejecuci¨®n de la misi¨®n. Fue entonces cuando empec¨¦ a considerar por primera vez la posibilidad de combinar la misi¨®n de rescate con un ataque de represalia que le causara da?os a Ir¨¢n, pero con las debidas precauciones para evitar bajas civiles a gran escala.
El objetivo de esta combinaci¨®n de acciones era impedir la ulterior humillaci¨®n de Estados Unidos en caso de que fracasara la misi¨®n de rescate. Pensaba que ser¨ªa inevitable tener bajas en la misi¨®n de rescate; pero tambi¨¦n ten¨ªamos que hacer frente a la posibilidad de que la acci¨®n fracasara totalmente.
Si la operaci¨®n de rescate daba resultado, todo ser¨ªa positivo; si fracasaba, el Gobierno de Estados Unidos pod¨ªa anunciar que hab¨ªa ejecutado una misi¨®n de castigo contra Ir¨¢n, a causa de su obstinaci¨®n en mantener prisioneros a nuestros compatriotas, y que, desgraciadamente, en el curso de esa misi¨®n hab¨ªa fracasado un intento de liberar a los rehenes. Esta cuesti¨®n fue debatida acaloradamente m¨¢s adelante, una vez aprobada de modo definitivo la misi¨®n de rescate.
Riesgos con la URSS
Sin embargo, tras la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, a finales de diciembre de 1979, llegu¨¦ a, la conclusi¨®n de que una acci¨®n militar de este tipo ser¨ªa estrat¨¦gicamente perjudicial para Estados Unidos, ya que no har¨ªa m¨¢s que darles m¨¢s oportunidades a los rusos para seguir presionando hacia el golfo P¨¦rsico y el oc¨¦ano Indico.
Durante este tiempo, un peque?o grupo formado por el secretario de Defensa, Harold Brown; el general David C. Jones, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor; el almirante Stansfield Turner, director de la Agencia Central de Inteligencia, y uno o dos colaboradores nuestros, se reun¨ªa con cierta regularidad en mi despacho; yo tomaba notas a mano de las discusiones.
A finales de febrero apunt¨¦ en mi diario que estaba aumentando la presi¨®n del pueblo y del Congreso en favor de una acci¨®n m¨¢s directa. El 28 de febrero de 1980 me reun¨ª con un grupo de cuarenta congresistas, e inform¨¦, a mi regreso a la Casa Blanca, de su creciente frustraci¨®n por la falta de avances en las negociaciones. Trat¨¦ con el presidente la posibilidad de efectuar una operaci¨®n de rescate y le ped¨ª que autorizara un vuelo a Ir¨¢n para buscar in situ un posible punto de aterrizaje de la misi¨®n. El presidente se neg¨®; le preocupaba que fracasase la investigaci¨®n y que pusiera en peligro el proceso de negociaciones.
Sab¨ªa que al secretario de Estado no le entusiasmaba la misi¨®n de rescate, de manera que habl¨¦ con ¨¦l a principios de marzo y logr¨¦ su acuerdo de que una misi¨®n de reconocimiento ser¨ªa, en todo caso, ¨²til. Sab¨ªa que al presidente le influir¨ªa m¨¢s una recomendaci¨®n conjunta.
La cuesti¨®n del rescate era cada vez m¨¢s urgente. Desde un punto de vista pr¨¢ctico, el ¨¦xito de la misi¨®n depend¨ªa de que la noche fuera lo suficientemente larga para dar cobertura al complicado proceso de penetraci¨®n del espacio a¨¦reo iran¨ª.
Tres caminos abiertos
Ten¨ªamos abiertas, b¨¢sicamente, tres posibilidades: pod¨ªamos continuar la negociaci¨®n indefinidamente, aunque los iran¨ªes no daban muestra de buena voluntad o de capacidad para llegar a un acuerdo, aumentando las posibilidades de tener que aceptar finalmente unas condiciones humillantes; pod¨ªamos emprender una gran operaci¨®n militar, de castigo contra Ir¨¢n, con la probabilidad de que los iran¨ªes podr¨ªan reaccionar con una acci¨®n brutal, o asesina, contra los rehenes e, incluso, invitar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a prestarles ayuda militar; o, por ¨²ltimo, pod¨ªamos llevar a cabo la arriesgada misi¨®n de rescate que era cada vez m¨¢s factible.
Con el clima pol¨ªtico aumentando de temperatura, y con nuestros oponentes pol¨ªticos explotando deliberadamente el tema de los rehenes para comprometer al presidente, la presi¨®n p¨²blica a favor de la segunda opci¨®n iba en aumento.
Era evidente que una operaci¨®n militar general era quiz¨¢ la peor soluci¨®n. No liberar¨ªa a los rehenes y podr¨ªa inclinar el equilibrio estrat¨¦gico en esta importante regi¨®n a favor de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, produciendo una colaboraci¨®n pol¨ªtica y militar sin precedentes entre Ir¨¢n y la URSS. De esta manera, las posibilidades se reduc¨ªan a unas interminables negociaciones o a la soluci¨®n m¨¢s radical de la misi¨®n de rescate.
La decisi¨®n
La operaci¨®n de rescate empez¨® a aparecer como inevitable en una reuni¨®n crucial celebrada el 22 de marzo de 1980, cuando el presidente Jimmy Carter recibi¨® por primera vez informaci¨®n completa sobre la misi¨®n. Aunque el secretario de Defensa, Harold Brown, y yo hab¨ªamos participado de manera total en los planes de rescate, la operaci¨®n no se hab¨ªa convertido todav¨ªa en una alternativa oficial de pol¨ªtica nacional. Ese s¨¢bado, Carter y sus principales ayudantes, entre los que me contaba, nos reunirnos en Camp David.
Las cosas en Ir¨¢n estaban alcanzando un punto cr¨ªtico. Las negociaciones se encontraban en una situaci¨®n muy compleja y el sha estaba prepar¨¢ndose a abandonar su exilio paname?o para trasladarse a Egipto.
Al final de nuestras deliberaciones sobre la estrategia diplom¨¢tica, el general David Jones, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, inform¨® detalladamente al presidente Carter de la misi¨®n de rescate.
Sin embargo, no se tom¨® ninguna decisi¨®n final, puesto que todos esper¨¢bamos el buen ¨¦xito de las negociaciones. De todas formas, el secretario de Estado, Cyrus Vance, hizo constar en la reuni¨®n su oposici¨®n a cualquier acci¨®n de tipo coercitivo contra los iran¨ªes. El presidente pregunt¨®, impacientado, si eso significaba que estaba dispuesto a esperar cruzado de brazos a que acabara el a?o mientras que los rehenes segu¨ªan presos.
El presidente autoriz¨®, a primeros de abril, una incursi¨®n de reconocimiento en Ir¨¢n, con el fin de ir preparando nuestros planes de usar el desierto iran¨ª como ¨¢rea de acci¨®n.
El plan consist¨ªa en una operaci¨®n de dos d¨ªas: nuestros helic¨®pteros se dar¨ªan cita con seis aviones de transporte C-130 en medio del desierto persa la primera noche. Los helic¨®pteros cargar¨ªan combustible y recoger¨ªan al equipo de asalto; a continuaci¨®n, ir¨ªan a un emplazamiento pr¨®ximo a Teher¨¢n, donde el equipo se mantendr¨ªa oculto durante, todo un d¨ªa.
Nuestros distintos ensayos y c¨¢lculos indicaban que hac¨ªa falta un m¨ªnimo de seis helic¨®pteros para la misi¨®n. Para contar con el apoyo necesario, los planificadores militares hab¨ªan a?adido un s¨¦ptimo helic¨®ptero. El elemento esencial de sorpresa exig¨ªa que la misi¨®n fuera lo m¨¢s reducida y lo m¨¢s afinada posible.
El asalto a la Embajada deb¨ªa tener lugar la segunda noche; unos veh¨ªculos previamente preparados transportar¨ªan hasta all¨ª al equipo. Una misi¨®n separada se dirigir¨ªa al mismo, tiempo al Ministerio de Asuntos Exteriores para liberar al encargado de Asuntos Consulares, Bruce Laingen, y a sus dos colaboradores, que permanec¨ªan all¨ª en un ¨¢tico del edificio.
Tras la entrada en el edificio de la Embajada, todos los rehenes, y quiz¨¢ algunos prisioneros de entre los captores, se trasladar¨ªan a un estadio cercano. Desde all¨ª, los helic¨®pteros transportar¨ªan a todo el grupo a un aeropuerto pr¨®ximo a Teher¨¢n, que ser¨ªa ocupado mediante un aterrizaje repentino de tropas norteamericanas. Toda la operaci¨®n se llevar¨ªa a cabo en la oscuridad.
Las negociaciones se rompieron en los primeros d¨ªas de abril. El lunes 7 de abril, a las nueve de la ma?ana, el presidente, que presid¨ªa una reuni¨®n oficial del Consejo de Seguridad Nacional, afirm¨® que hab¨ªa llegado el momento de que Estados Unidos actuara m¨¢s firmemente. La discusi¨®n que sigui¨® a sus palabras acab¨® con la decisi¨®n de adoptar sanciones econ¨®micas contra Ir¨¢n, as¨ª como la de rompe r las relaciones diplom¨¢ticas.
Tambi¨¦n discutimos la posibilidad de una acci¨®n militar, centrando la atenci¨®n en un bloqueo naval. Aunque no se tom¨® ninguna decisi¨®n, Carter indic¨® claramente que en su opini¨®n hab¨ªa llegado la hora de pasar a la acci¨®n.
El d¨ªa 10 d¨¦ abril le entregu¨¦ al presidente un memor¨¢ndum sobre la liberaci¨®n de los rehenes en el que argumentaba que era in¨²til continuar con las negociaciones y que, b¨¢sicamente, ten¨ªamos que elegir entre la operaci¨®n de rescate o una aplicaci¨®n directa de la fuerza. Como esto ¨²ltimo empujar¨ªa, probablemente, a Ir¨¢n a los brazos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, recomendaba que el presidente considerase seriamente la posibilidad de una misi¨®n de rescate.
"Hay que actuar"
Cuando Jimmy Carter me dijo el d¨ªa 11 de abril, por la ma?ana, que quer¨ªa convocar una reuni¨®n general del Consejo de Seguridad Nacional, le pregunt¨¦ qu¨¦ era lo que quer¨ªa. Me contest¨® que hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que hab¨ªa que actuar.
El presidente me pidi¨® mi opini¨®n, y dije que, como ya conoc¨ªa lo que pensaba, me limitar¨ªa a decir que, en mi opini¨®n, deber¨ªamos intentar el rescate lo antes posible, porque las noches se estaban acortando; que deber¨ªamos considerar la posibilidad de llevarnos a algunos de los captores m¨¢s importantes para tener alg¨²n punto de negociaci¨®n en caso de que los iran¨ªes cogiesen a otros norteamericanos como rehenes, y que deber¨ªamos pensar tambi¨¦n en un ataque de represalia simult¨¢neo, para el caso de que fracasara la operaci¨®n de rescate.
El presidente concluy¨® que hab¨ªa que ir adelante con la operaci¨®n de rescate de nuestros compatriotas. La misi¨®n se realizar¨ªa lo antes posible que, seg¨²n el general Jones, ser¨ªa el d¨ªa 24 de abril. A las 12.48 horas el presidente dijo: "Tenemos que ponemos en marcha sin retraso".
El Consejo de Seguridad Nacional volvi¨® a reunirse el martes 15 de abril. El presidente se reuni¨® primero a solas con Vance, para que pudiera expresarle sus objeciones en privado. Un ce?udo Carter abri¨® la reuni¨®n pidi¨¦ndole a Vance que resumiera su postura. Vance afirm¨® que, en su opini¨®n, se estaba avanzando algo en las negociaciones, que nuestros aliados estaban empezando a colaborar con nosotros en las sanciones y que la misi¨®n de rescate costar¨ªa probablemente algunas vidas. Limit¨¦ mis comentarios a observar que deber¨ªamos intentar el rescate ya o ser¨ªa demasiado tarde, simplemente porque las noches no ser¨ªan lo suficientemente largas para realizar la operaci¨®n. A?ad¨ª que ten¨ªamos que resolver la papeleta con una operaci¨®n de rescate, ya que, de otra forma, nos ver¨ªamos obligados a emprender acciones, un bloqueo o un embargo, que dejar¨ªan a Ir¨¢n en manos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Tras algunos comentarios m¨¢s, el presidente se limit¨® a decir: "Mantengo la decisi¨®n que tomamos".
El d¨ªa 16 de abril, el presidente presidi¨® una reuni¨®n secreta en la sala de Situaci¨®n, desde las 19.37 horas hasta las 21.55 horas, con los comandantes de la misi¨®n. Era la primera vez que el presidente se reun¨ªa con el comandante del equipo de asalto, el coronel Charlie Beckith, conocido por sus legendarias acciones en Vietnam. Fue entonces cuando se decidi¨® a aumentar a ocho el n¨²mero de helic¨®pteros pensado para la misi¨®n.
Desgraciadamente, la evidente molestia de Cy Vance no hab¨ªa disminuido. Hay que recordar que la decisi¨®n de la misi¨®n de rescate se hab¨ªa tomado en medio de un creciente enfrentamiento entre Vance y la Casa Blanca.
Todo sigue adelante
"Todo sigue hacia adelante... Me doy cuenta de que el presidente est¨¢ preocupado, pero me dice que se siente a gusto con la decisi¨®n. Le pregunto por Vance y me dice, simplemente, que Vance seguir¨¢ en su cargo de secretario de Estado todo el tiempo, aunque se opone a la operaci¨®n". (Extracto de mi diario, 22 de abril).
El d¨ªa 23 de abril, el d¨ªa antes de la misi¨®n de rescate, Carter decidi¨® que no se realizar¨ªa ning¨²n ataque simult¨¢neo contra otros blancos. Basaba su decisi¨®n en la creencia de que esto complicar¨ªa innecesariamente la ejecuci¨®n de la operaci¨®n de rescate, adem¨¢s de aumentar las tensiones internacionales hasta un punto contraproducente.
"La primera fase cr¨ªtica de la operaci¨®n comenzar¨¢ dentro de catorce horas. Me siento estupendamente. Me doy cuenta de que si fracasa, probablemente me culpar¨¢n m¨¢s que a los dem¨¢s, pero estoy dispuesto a aceptarlo. Si triunfa le dar¨¢ un buen est¨ªmulo a Estados Unidos, un est¨ªmulo que necesita desde hace veinte a?os".
Extracto del diario, 23 de abril.
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