Taranc¨®n, testigo y actor de la transici¨®n
El cardenal cumple el d¨ªa 14 la edad de retiro
Mientras Vicente Enrique y Taranc¨®n, primado de Espa?a, se desayunaba aquel 30 de mayo de 1971 en su sede toledana, una llamada del nuncio le comunicaba que Roma hab¨ªa pensado en ¨¦l para mayores empresas, ahora que el arzobispo Morcillo, franquista de corte y porte, yac¨ªa de cuerpo presente. En el Vaticano se sab¨ªa que el Vaticano II, aplicado a Espa?a, no s¨®lo iba a convulsionar al catolicismo integrista, sino tambi¨¦n a un r¨¦gimen pol¨ªtico que hab¨ªa crecido a la sombra de la cruz. Era la hora del cardenal Taranc¨®n, que empez¨® siendo el obispo m¨¢s joven de Espa?a, pero al que una malhadada pastoral le confin¨® 18 a?os en una di¨®cesis que ni siquiera lleva el nombre de una capital de provincia.El pan nuestro de cada d¨ªa, pastoral que public¨® Taranc¨®n en 1950, desde su di¨®cesis de Solsona, se le atragant¨® a m¨¢s de un mandam¨¢s del anterior r¨¦gimen y le agu¨® su prometedora carrera. Tuvo que esperar hasta 1963, a?o en que le llevaron a Oviedo, un regalo envenenado, ya que era la di¨®cesis espa?ola m¨¢s progresista y donde la conflictividad pol¨ªtica y laboral del momento repercut¨ªa con mayor intensidad en la Iglesia local. El nombramiento de primado de Espa?a y su correspondiente traslado a Toledo le salv¨® de graves confrontaciones con su clero, que dec¨ªa de Taranc¨®n: "Adelanta por la izquierda para colocarse en la derecha".
Sin embargo, el Vaticano hab¨ªa puesto sus ojos en este valenciano, emparentado en su talante con aquellos fenicios e hincha y socio del Athl¨¦tic de Bilbao, "porque nos contaban a los seminaristas que eran todos buenos chicos, que hac¨ªan cada a?o ejercicios espirituales y, claro, quer¨ªamos que triunfasen". La clase pol¨ªtica se alborota con la medida de un Pablo VI que nunca hizo demasiada gracia, de tal manera que Franco tuvo que tranquilizar a los suyos: "S¨ª, es un obispo que no es amigo, pero tampoco es enemigo, y lo hace bien", dicen que dijo.
En aquellos a?os, en los que hasta los pol¨ªticos de la oposici¨®n m¨¢s moderados reconoc¨ªan el derecho de autodeterminaci¨®n de los pueblos de Espa?a, Taranc¨®n ya personalizaba el cambio de r¨¦gimen tal y como ha sucedido; esto es, un cambio sin ruptura y respeto a la legalidad vigente. El nuevo l¨ªder se encuentra a medio camino entre el fanatismo de los ¨ªntegristas cat¨®licos y aquella amplia base de sectores cat¨®licos, los verdaderos protagonistas del despegue hist¨®rico del catolicismo espa?ol respecto al cl¨¢sico conservadurismo. El lema taranconiano "perder influencia pol¨ªtica y ganar credibilidad religiosa" no coincide con el compromiso de esos sectores cristianos, ni siquiera con la mayor¨ªa del clero espa?ol, que, seg¨²n una encuesta del tiempo, se siente en su mayor¨ªa cercana al socialismo. Las torpezas del r¨¦gimen, sumadas a las maniobras de Alvarez del Portillo y su Opus Dei en Roma, colaborar¨ªan al realce de su figura entre todos los sectores progresistas de la Iglesia espa?ola.
No lo ha tenido f¨¢cil este levantino vital, que oculta una naturaleza nerviosa bajo un talante relajado y optimista. Su llegada a Madrid fue vista por una parte de la sociedad espa?ola, que esperaba en la capital del reino al "obispo de Espa?a", al gallego Guerra Campos, como si de una aut¨¦ntica usurpaci¨®n se tratara. El nuncio Dadaglio tuvo que andar listo y comunicar al cabildo de Madrid no estando todav¨ªa inhumado el cad¨¢ver de Morcillo, que el candidato de Roma era Taranc¨®n y que no se les ocurriera nombrar un vicario capitular, para cuya elecci¨®n hab¨ªan preparado las papeletas durante la noche.
'Taranc¨®n, al pared¨®n'
De "el d¨ªa m¨¢s triste de mi vida" califica Taranc¨®n, en el libro que sobre ¨¦l acaba de escribir Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Descalzo, la fecha del entierro de Carrero Blanco, asesinado el 20 de diciembre de 1973. Pese a las amenazas recibidas de que algo le iba a pasar si asist¨ªa al entierro, el arzobispo de Madrid entendi¨® que el estar all¨ª era su obligaci¨®n. Mientras caminaba pudo o¨ªr c¨®mo los gritos de Taranc¨®n, al pared¨®n se mezclaban con los de ?Viva el cardenal primado! o ?Viva el obispo de Espa?a?. El que los mismos que le llamaban asesino vitorearan a Marcelo Gonz¨¢lez y Guerra Campos le record¨® la guerra civil y a aquellas dos Espa?as que ¨¦l se hab¨ªa jurado reconciliar. Ya antes, en la misa que hab¨ªa celebrado, Julio Rodr¨ªguez, aquel inefable ministro de Educaci¨®n, se neg¨® a darle el ¨®sculo de la paz, pese a que Franco le hab¨ªa abrazado sollozando.Taranc¨®n era presidente de la Conferencia Episcopal y ejerc¨ªa de tal cuando el Gobierno de Arias y P¨ªo Cabanillas se empecinaba en romper las relaciones diplom¨¢ticas con la Santa Sede por culpa de la homil¨ªa de A?overos. Ruiz Jarabo quer¨ªa convencer al nuncio de que todo se arreglar¨ªa con una salida provisional de A?overos en plan vacaciones. Taranc¨®n, que conoc¨ªa el percal, les replic¨® que A?overos no se iba y que si le sacaban por la fuerza les caer¨ªa encima el canon 2.341: excomuni¨®n al jefe de Gobierno. Taranc¨®n se pase¨® toda la ma?ana por Vallecas con el oficio de excomuni¨®n en el bolsillo, dispuesto a hacerlo efectivo tan pronto como le notificaran la salida forz¨¢da. Franco, cuando se enter¨® del prop¨®sito del Gobierno, lo par¨® en seco con un "pero ?ad¨®nde me llev¨¢is vosotros?". Tambi¨¦n Taranc¨®n se desahog¨® ante un A?overos para quien su homil¨ªa era "pura agua bendita": "Eso ni es homil¨ªa ni es nada". Pero casi cuesta la excomuni¨®n de todo un presidente en un Estado oficialmente cat¨®lico.
La homil¨ªa de Taranc¨®n el d¨ªa de la coronaci¨®n del Rey fue el momento culminante de su paciente quehacer, empe?ado en desligar a la Iglesia del franquismo y en encontrar su lugar religioso en un sistema democr¨¢tico. Se recuerda el tono majestuoso del pr¨ªncipe de la Iglesia mientras desgranaba las verdades del taranconismo, atento con una mirada retadora a la ca¨ªda de sus palabras en aquel p¨²blico de post¨ªn. Luego explicar¨ªa que es que se le hab¨ªa olvidado las gafas de leer y tuvo que usar las de lejos, lo que pod¨ªa explicar el cuadro desafiante del predicador.
Sin rodeos
Taranc¨®n era consciente de su papel. "Cuando por la noche la repitieron por televisi¨®n", dice, refiri¨¦ndose a la citada misa, "me gust¨¦". Al evocar la pastoral de 1950, que tanto influy¨® en su carrera, la llama "aquella famosa pastoral rn¨ªa". El cardenal de Madrid sabe que se habla del mito Taranc¨®n, de la era taranconiana, del taranconismo. Y a pesar de los constantes desmentidos, hay en su porte conciencia del papel desempe?ado. Sobre todo, al juzgar a situaciones o personas, ya que tiene por norma hablar para decir algo. A fe que no se anda con rodeos. De su opositor a la sede de Madrid dijo: "El pobre don Jos¨¦ Guerra Campos, con toda su inteligencia, parece que a veces no tiene ninguna". Si le preguntan por Aranguren, no se muerde la lengua: "Vaya por delante el que a m¨ª Aranguren no me satisface. Yo le conozco desde hace mucho tiempo y me da la impresi¨®n de que est¨¢ demasiado amargado y que lo ¨²nico que hace es proyectar sus amarguras personales".Nunca se sabe si estas salidas son estrambotes incontrolados o salidas calculadas, porque nadie pone en duda su sentido de las proporciones, su intuici¨®n pr¨¢ctica, sobre todo en temas pol¨ªticos. Otra cosa son sus escapadas te¨®ricas, que le suelen jugar una mala pasada. Por ejemplo, con la democracia cristiana. Como se sabe, el fracaso en Espa?a de un partido democristiano se debe a Taranc¨®n, pero cuando se puso a explicarlo se perdi¨® en una distinci¨®n entre los partidos democristianos y los aceptables partidos de inspiraci¨®n cristiana, que llev¨® a exclamar a un dirigente de Izquierda Democr¨¢tica: "?Pues de eso se trata, y ¨¦l se opone!". Otro tanto ocurri¨® cuando, en v¨ªsperas de las primeras elecciones, Taranc¨®n pon¨ªa como frontera al l¨ªcito pluralismo de los cat¨®licos "ideolog¨ªas ateas y materialistas". Partidos ateos no hab¨ªa ninguno, aunque s¨ª varios marxistas o de inspiraci¨®n marxista donde el materialismo hist¨®rico tiene algo que decir. La cl¨¢sica doctrina del magisterio le jugaba una mala pasada al liberal pragm¨¢tico que es Taranc¨®n.
El d¨ªa 14 de mayo, Taranc¨®n cumple 75 a?os, edad reglamentaria para la jubilaci¨®n. Nada de lo que ha ocurrido en este ¨²ltimo decenio ha escapado a su control. Aunque no todo ha sido como ¨¦l hubiera querido: reconoce que ha habido torpezas en la Iglesia con lo de la defensa de la ense?anza privada y que se ha hablado m¨¢s de la cuenta sobre el divorcio. Pero est¨¢ satisfecho con su sucesor al frente de la Conferencia Episcopal. Lo que le preocupa ahora es Madrid. Para sucederle ya tiene sus candidatos: Fernando Sebasti¨¢n, Ram¨®n Echarren, el mismo D¨ªaz Merch¨¢n... Sobre alguno de ellos hay denuncias en el Vaticano. Pero el cardenal de Madrid ha demostrado que sabe ganar ese tipo de batallas.
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