El premio
EL MINISTERIO de Hacienda afirma que merece la pena rellenar bien la declaraci¨®n del impuesto general de la renta de las personas f¨ªsicas. Otros mensajes de los organismos recaudadores recuerdan, en un tono mitad moralizante y mitad amenazante, la necesidad de que todos los espa?oles cumplamos con este deber colectivo. En nuestro pa¨ªs los deberes impositivos no han gozado a lo largo de la historia de una buena acogida de los ciudadanos, y ¨²ltimamente, desde la llegada del sistema de libertades, s¨¦ ha registrado un serio avance en este capital terreno de la vida colectiva de un pa¨ªs desarrollado. Pero, a lo que parece, el Gobierno ha decidido con sus actos descarriar a los ciudadanos del camino del pago de sus impuestos y prefiere ofrecerles ejemplos que reblandezcan su conciencia fiscal y convertir en una subida al G¨®lgota el cumplimiento de sus obligaciones fiscales.As¨ª las cosas, en el ¨²ltimo Consejo de Ministros se ha concedido la gran placa de la Telecomunicaci¨®n al presidente de la Compa?¨ªa Telef¨®nica Nacional de Espa?a, Salvador S¨¢nchez Ter¨¢n, por su labor al frente de esta compa?¨ªa privada durante muchos a?os (sic), si son fiables las manifestaciones del secretario de Estado para la informaci¨®n en la habitual conferencia de Prensa que se celebra tras las reuniones del Ejecutivo.
Sabemos que los criterios de tiempo y lugar son siempre relativos pero hasta ahora hab¨ªamos pensado que un a?o y medio -el diputado de UCD por Salamanca pas¨¦ a la presidencia de Telef¨®nica el 21 de noviembre de 1980- no era lo que se suele llamar en la pomposa literatura oficial una dilatada etapa de servicios. Pero hay m¨¢s. Parece mentira, o mejor, producto de una alucinaci¨®n pasajera del Gobierno premiar la gesti¨®n del m¨¢ximo responsable de la central de R¨ªos Rosas a las dos semanas escasas del atentado que colaps¨® las comunicaciones de todo el Estado.
El presidente del Gobierno y el ministro del Interior han reconocido en el Parlamento que el estrat¨¦gico centro de comunicaciones no contaba con la protecci¨®n suficiente, y el plan especial de seguridad del Mundial no se aplic¨® a esa central como en principio estaba previsto. Los empresarios, las entidades de cr¨¦dito y los ciudadanos en general estamos padeciendo todav¨ªa las secuelas del salvaje atentado y nos desayunamos que se premia la gesti¨®n del m¨¢ximo responsable de la Compa?¨ªa Telef¨®nica. Mientras tanto, los trabajadores y t¨¦cnicos de la compa?¨ªa con disponibilidad y dedicaci¨®n dignas de elogio se esfuerzan por restablecer los servicios, sin que precisamente sus desvelos puedan llegar a merecer distinciones o prebendas. Eso s¨ª, voluntariamente han prolongado sus turnos y suprimido las libranzas a fin de compensar con su esfuerzo los errores de quienes con gran generosidad remuneratoria ocupan los altos cargos de responsabilidad.
Esta es, sencillamente la lectura que se puede seguir de los hechos y que parece toda una falta de respeto para los contribuyentes espa?oles, en capilla de rellenar sus declaraciones de la renta, o una pesada broma del mal gusto. En definitiva, estas acciones no hacen sino restar credibilidad al Ejecutivo frente a los ciudadanos en general, que por muy dilatada que tengan su capacidad de comprensi¨®n no terminar¨¢n de entender el sentido de las condecoraciones oficiales del estado moderno. Las compa?¨ªas de seguro, que tendr¨¢n que hacer frente a unos 3.000 millones de pesetas de siniestro, y los tenedores de matildes se encontrar¨¢n de pronto sometidos a la constelaci¨®n del absurdo.
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