El cabo de la cuerda
Raoul Salan y Mac Arthur pueblan los sue?os de algunos defensores civiles y militares en Campamento. El primero, el general m¨¢s condecorado (y m¨¢s derrotado) del Ej¨¦rcito franc¨¦s, en posesi¨®n de la rara y estimada habilidad de perder las guerras seis meses despu¨¦s de abandonar el mando, cabeza visible de la sublevaci¨®n militar argelina contra De Gaulle; el segundo, genial estratega del Pac¨ªfico durante la segunda guerra mundial y despu¨¦s como virrey del Jap¨®n, y muy probablemente el militar estadounidense que m¨¢s se aproxim¨® -si acaso no la lleg¨® a cruzar- a la raya de la desobediencia al poder civil. Este es el santoral castrense (el extranjero) de Campamento. Varias veces fueron ayer citadas sus frases y sus actos por los abogados defensores.L¨®pez Montero puso fin en la ma?ana a un desordenado y caco f¨®nico alegato sobre su defendido, teniente coronel Tejero. Insisti¨® en el mandato regio y en el axioma de que para poder mandar hay que saber obedecer. Abund¨® en la tesis de que su defendido era un mero teniente coronel operativo, un mero receptor de ¨®rdenes, el cumplidor de un servicio m¨¢s de los que suele prestar la Guardia Civil, consistente en este caso en la retenci¨®n, nada m¨¢s que la retenci¨®n, de los se?ores diputados hasta la llegada de El Elefante. Y trajo a colaci¨®n al C¨¦sar americano :"Nosotros obedecemos siempre, pero si este pa¨ªs ha de sobrevivir-ser¨¢ gracias a un pu?ado de soldados". Ni siquiera es una cita spengleriana. Mac Arthur antes que soldado era un director de escena con proclividades literarias. Durante la segunda Guerra Mundial un periodista desinformado pregunt¨® a Eisenhower si conoc¨ªa al otro genaral¨ªsimo del Pac¨ªfico. Contest¨®: "S¨ª, estudi¨¦ cinco a?os con ¨¦l arte dram¨¢tico" (por ese per¨ªodo hab¨ªa sido su ayudante). Al menos Cabeza Calahorra se tom¨® la molestia y la elegancia de anonadar a la Sala con citas cl¨¢sicas.
Continu¨® el letrado con un interminable dise?o jur¨ªdico de la figura del estado de necesidad. Para terminar leyendo un resumen de lo que las defensas pol¨ªticas procuraban desde el comienzo (prueba repetidamente denegada por tenerla como innecesaria): desde la muerte de Franco ac¨¢ estad¨ªsticas de robos, atracos, violencias contra las personas, evasi¨®n de divisas, paro real y encubierto, atentados terroristas contra los individuos y los bienes, procedimientos vistos en las Magistraturas de Trabajo, pesqueros apresados, camiones quemados allende las fronteras,..., el horror de los horrores; olvid¨® la reciente sequ¨ªa y a la RENFE, que ha tenido un a?o malo. Hasta el m¨¢s lerdo entender¨¢ que todos los males que soporta esta sociedad desde finales de 1.975 se deben a las libertades parlamentarias instauradas en el pa¨ªs.
Por lo dem¨¢s, citas repetidas del honorable Tarradellas sobre los malos pasos en los que anda la. patria, ataques a Euskadi ("Espa?a no puede capitular ante los vascos", palabras de S¨¢nchez Albornoz) y una ringlera de extrapolaciones sobre discursos de generales vivos y con mando, frases condenatorias del terrorismo, sacadas de contexto y destinadas a impresionar a los oficiales generales que se sientan en este Tribunal ("?Escuchad lo que piensan vuestros conmilitones!"). Alguna cita m¨¢s de Salan -que nunca se ha visto en otra- y la traca final con voz tronante y quebrada por la emoci¨®n: "Por encargo expreso (te mi defendido, teniente coronel Tejero, quiero pedir al Tribunal que si se acepta en sus exactos t¨¦rminos el pacto del cap¨®, se cumpla con rigor el orden de su redacci¨®n y se considere a Tejero como el ¨²nico responsable respecto a los hombres que condujo hasta el Congreso".
Tom¨® la palabra el tenienre general Orozco, defensor militar de Tejero. Tenido por vehemente, y -lo peor- luciendo en la pechera una iridiscente Cruz Laureada de San Fernando y en la manga derecha toda una escalera interirninable de galoncillos por heridas en campa?a. Tampoco estuvo mal. Acaso un poco truculento cuando record¨® el amor de Tejero por sus guardias, de quienes sab¨ªa de la esposa enferma o del hijo por venir. Trajo a colaci¨®n la an¨¦cdota, cierta, que retrata a Tejero: ante el cad¨¢ver destrozado por una explosi¨®n de un guardia a sus ¨®rdenes, se inclina sobre el f¨¦retro, besa la cara del asesinado y retira sus labios tintos en sangre "de m¨¢rtir". Otros testigos, oficiales de la Guardia Civil, dan fe de escenas como ¨¦sta, que llegaban a revolverles el est¨®mago.
M¨¢s citas de Mac Arthur: "Ejercemos antes la lealtad a los que ostentan transitoriamente el mando pol¨ªtico que a la patria y a nuestra Constituci¨®n". Y escarbamiento en el ¨¦nfasis que los golpistas y Tejero en particular pusieron en que la toma del Congreso (o cordial retenci¨®n de los diputados) fuera incruenta. El general Orozco ha llegado hasta conmovernos record¨¢ndonos que cuando Tejero se ve obligado -ante la posibilidad de que los padres de la patria hicieran alguna barbaridad- a ordenar disparar en el hemiciclo, lo hizo con displacer. La Sala entendi¨® que Tejero, entonces, no experiment¨® signos externos de satisfacci¨®n f¨ªsica cuando le dio al gatillo. Siempre es un atenuante. De cu¨¢ndo Tejero, al parpadear las luces del Congreso, manda traer luces de fortuna y coloca guardias de puertas en la sala de sesiones con la orden de disparar al cuerpo si se sienten rozados, ya nadie se acuerda.
Intervino a continuaci¨®n el letrado Mart¨ªn Fern¨¢ndez (que ya intervino en la defensa del general Sanjurjo), amable vejete con tirol¨¦s y descapotable. Levant¨® las risas de la Sala. Tremendos elogios previos al Tribunal. Experto en consejos de guerra, se le notan las tablas y la fragilidad de la memoria: "Aquellos consejos de guerra (por los franquistas) merecieron el respeto del mundo entero y hasta los peri¨®dicos rusos se hac¨ªan lenguas de ellos". "Los partidos y la Prensa est¨¢n, pidiendo prudencia a este Tribunal ?Por qu¨¦? Este Tribunal no necesita tales consejos". "Se ha cambiado la denominaci¨®n de la patria por la del pa¨ªs, con lo que los patriotas ahora ser¨¢n s¨®lo paisanos"."Calvo Sotelo ha continuado la labor iniciada el 23 de Febrero, por cuanto estos caballeros ahora juzgados se adelantaron a la acci¨®n posterior del Gobierno". "?Qu¨¦ observan aqu¨ª los observadores de los partidos" (es llamado al orden por el presidente en funciones). Alegor¨ªas sobre camiones de harina que arrollan cortejos f¨²nebres, lamentos sobre la muerte de Franco, con la que comienzan las desgracias de la naci¨®n, y alusiones a la nave de la patria que se hunde. Risas y bromas (siempre de agradecer) sobre este titular del bufete madrile?o que m¨¢s dinero ha ganado defendiendo a izas, rabizas y colipoterras injustamente perseguidas por la moralina del r¨¦gimen anterior. Este letrado, que al menos cae simp¨¢tico, se ignora como justificar¨¢ su minuta ante el teniente coronel Pedro Mas, su defendido. Este ten¨ªa una no mala defensa: como ayudante de Milans hac¨ªa lo que le mandaban en un cargo que exige particular devoci¨®n y discrecci¨®n para con el que manda. Pues lo ha hecho polvo.
El general Vallesp¨ªn, codefensor de Mas, arras¨® contra los pretendidos abusos (le la libertad de expresi¨®n. La intervenci¨®n m¨¢s de salida de pata de banco escuchada en esta Sala por un militar. "Si vivi¨¦ramos en la Edad Media ya se escuchar¨ªa a los carpinteros construir el cadalso". "La democracia de la que se han apoderado los medios informativos, que hablan de golpe militar en Polonia para dejar bien a los comunistas y seguir su campa?a contra los militares, contra los generales y en definitiva contra los que hoy est¨¢n sentados en el banquillo". Todo de este tenor. Algunos oficiales, con toda discreci¨®n, dejaron la Sala y expresaron su malhumor (esto desune al pa¨ªs y al Ej¨¦rcito) en el patio de armas del Servicio Geogr¨¢fico.
Rogelio Villalonga, defensor del comandante Cortina (el jefe de la inteligencia militar que supuestamente contacta al general Armada con Tejero) cerr¨® la jornada con una intervenci¨®n descabalada que acaso pueda hoy enmendar (continua). Ayer deambulaba por Campamento alica¨ªdo, por cuanto cumpl¨ªa aniversario la muerte de un hijo de corta edad. Su defensa es la m¨¢s f¨¢cil. Hasta el m¨¢s lego sabe que en Campamento nada ha sido probado contra el comandante Corfina, excepci¨®n hecha de la inculpaci¨®n de otro encausado (Tejero), lo que seg¨²n jurisprudencia carece de valor jur¨ªdico. Una defensa plana, suave, de tono menor, era lo adecuado. Pues no; contradici¨¦ndose a s¨ª mismo -record¨® acertadamente que es el fiscal quien tiene que probar la culpa y no el abogado la inocencia- se ha metido en un terreno de minas descriptivo del piso de su patrocinado (para demostrar que Tejero miente) o inculpatorio para quienes atacan a su cliente: "Quien tiene dinero para comprar autobuses, ?no lo va tener para adquirir unos radiotel¨¦fonos?". Hoy nos dar¨¢ la clave de su defensa. Ayer hemos tenido los coletazos, en ocasiones rabiosos, de unos abogados que parecen serlo m¨¢s del golpe que de los golpistas, que centraron todo su inter¨¦s en que el juicio no se llegara a celebrar y que vi¨¦ndolo ya en sus postrimer¨ªas se saben en el cabo de la cuerda. Esto se acaba, y cuando no hay m¨¢s cuerda hay que saber caer.
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