Poco miedo
En la invasi¨®n de pel¨ªculas de terror que sufrimos o gozamos desde hace un par de a?os, han cabido todo tipo de estilos. Hay pel¨ªculas que quieren mantenerse en el cuadro de lo cl¨¢sico, confiando el ¨¦xito a la estructura de su puesta en escena, y otras que han so?ado mejorar, con modestia econ¨®mica, los brillantes resultados t¨¦cnicos de otras pel¨ªculas taquilleras.Veneno puede englobarse en el apartado de un cine sin ambiciones que apuesta por la eficacia de la realizaci¨®n para mejorar su d¨¦bil punto de partida; un cine, pues, que s¨®lo interesa si cuenta con la maestr¨ªa de un director imaginativo y osado, es decir, lo opuesto a Piers Haggard que no ha sabido en esta pel¨ªcula m¨¢s que ilustrar con artesan¨ªa la mediocre historieta. Ni un destello de inventiva ni un momento de tensi¨®n. Lo obvio reemplaza a lo nuevo.
Veneno
Director: Piers Haggard. Gui¨®n: Robert Carrington, seg¨²n la novela de Alan Scholefield. Fotograf¨ªa: Gil Taylor. M¨²sica: Michael Kamen. Int¨¦rpretes: Klaus Kinski, Oliver Redd, Nicol Williamson, Sarah Miles, Sterfing Hayden. Inglesa, 1981. Suspense. Locales de estreno: Gran V¨ªa, El Espa?oleto.
Puede tenerse en cuenta, sin embargo, que en esa oleada de pel¨ªculas de terror, hemos sufrido productos con menos inter¨¦s, resueltos con tanta torpeza que se inscriben antes en el g¨¦nero humor¨ªstico que en el que nos ocupa. La reciente semana de cine fant¨¢stico celebrada en Madrid exhibi¨® m¨¢s de un t¨ªtulo acreedor a la agresividad. Veneno, presentada en este festival, destac¨®, no obstante, por su correcci¨®n formal que, si a algunos no pareci¨® suficiente, al menos no llegaba a provocar la irritaci¨®n. Haggard no es un genio pero tampoco ignora las leyes del juego.
Inquietar al espectador
Veneno quiere idear un sistema nuevo para inquietar al espectador, utilizando como fuente del peligro a un peligroso reptil que permanece oculto en una casa. La acci¨®n se complica cuando en ese mismo decorado se produce un secuestro que obliga a sus v¨ªctimas a defenderse tanto del peligro escondido como del rev¨®lver de sus adversarios. En la combinaci¨®n de ambos problemas, conf¨ªa la pel¨ªcula para alcanzar inter¨¦s, pero es precisamente en esa uni¨®n donde el gui¨®n pierde fuerza. Es previsible que un problema solucione al otro y es tambi¨¦n imaginable que la operaci¨®n policial desencadenada alrededor de la casa no es m¨¢s que un testigo impotente que s¨®lo intervendr¨¢ en el ¨²ltimo instante. La falta de sorpresa no es un buen medio para apasionar.
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