Magia para gente
La habitaci¨®n est¨¢ abarrotada de b¨²hos, flores de papel, retratos de reyes y arist¨®cratas menores, cretonas de t¨²mulo, m¨¢scaras inici¨¢ticas, gatos de porcelana y cruces de secta secreta, todo bajo la advocaci¨®n de una imagen de san Judas Tadeo. La penumbra es espesa y dentro de ella este marqu¨¦s vidente habla de la felicidad con una risa tonta, que le brota por la nariz, las orejas y la boca de espada h¨²meda. Va vestido de mago campestre, con un zamarr¨®n de lana gorda, con un pu?ado de metales esot¨¦ricos sobre la camisa abierta. Esa mano de F¨¢tima, hija del profeta Mahoma, se la dio el ex presidente del Congo franc¨¦s. Ese colgajo lleno de poder extraterrestre es un obsequio de la mujer de L¨®pez Portillo. Ese colmillo de jabato se lo ha entregado en prenda una princesa n¨®rdica. El reloj de pared suelta las horas entre la aglomeraci¨®n de cacharros para magia y en la oscuridad brilla la bola de cristal.-Todo esto que hay aqu¨ª son recuerdos que me ha dejado el amor de la gente. Es tan alarmante la cantidad de regalos, que cada seis meses lleno maletas enteras y las llevo al almac¨¦n de mi casa en Navarra. Los amigos saben que el b¨²ho me gusta mucho. Es un animal esot¨¦rico, el ¨²nico que ve m¨¢s all¨¢ de la muerte. Cuando era ni?o, en la finca de mis padres en Navarra, por las tardes se posaban b¨²hos en las tapias derruidas por la acci¨®n de la intemperie, y yo iba, los recog¨ªa y les pon¨ªa carne en una caja de zapatos. Al principio les temblaba el coraz¨®n en mi mano, pero no me hac¨ªan nada. Es un animal inofensivo. No pica, no se revuelve, te mira con amor. Y a los cinco d¨ªas ellos ya sab¨ªan que eran mis amigos. Ven m¨¢s all¨¢ de la muerte. Por eso en los cementerios de Par¨ªs, sobre las tumbas, adem¨¢s de la cruz y el reloj de arena, hay b¨²hos. Precisamente en el pante¨®n del abuelo de la reina Fabiola se ven cuatro enormes b¨²hos flanqueando los m¨¢rmoles. Es un animal que est¨¢ muy unido al esoterismo y a la espiritualidad.
Cortejo f¨²nebre en la corbata
Desde peque?o, este marqu¨¦s visionario comenz¨® a hacer de las suyas. A los cuatro a?os ya vaticin¨® el primer entierro. Aquel d¨ªa iba de la mano de su padre a recoger las invitaciones para una cena danzante en el casino de Madrid, y all¨ª, en la entrada, vio bajar por la doble escalinata a un se?or alto, moreno, de nariz larga, pelo blanco, ojos grises, vestido de marr¨®n. Entonces el malvado Dieguito, futuro marqu¨¦s de Araciel, se le qued¨® mirando fijamente, entr¨® en trance en un pelda?o y parece ser que vislumbr¨® un cortejo f¨²nebre, que le estaba escalando la corbata a aquel tipo. Y el chico, con la mejor intenci¨®n, dio el soplo.
-Pap¨¢, este hombre va a morir.
-?Ni?o!
-Va a morir. Lo he visto.
-Y dale.
-A ese hombre...
-No se dice hombre. Se dice se?or.
-Pap¨¢, a ese se?or s¨®lo le queda un mes. Al cabo de un mes justo, el padre del aprendiz de brujo lleg¨® a casa abrumado y no quiso comer. Probablemente el ni?o estaba en el desv¨¢n, d¨¢ndole una morcilla al b¨²ho o jugando con herraduras, rabos de conejo o ristras de ajo. Lo cierto, es que al entrar en el comedor vio a su padre abatido sobre el plato de sopa con la boca, cerrada y le pregunt¨®:
-?Por qu¨¦ no comes?
-Es que se ha muerto un amigo.
-Ya lo s¨¦.
-?Qu¨¦ sabes?
-Hace un mes vi a ese amigo tuyo dentro de la caja, en la escalinata del casino. Te lo dije.
El padre de este marqu¨¦s cay¨® en la cuenta de la profec¨ªa, y con los ojos de espanto mir¨® a su hijo de cuatro a?os, que com¨ªa la sopa de fideos sin inmutarse. Desde entonces ha pasado m¨¢s de medio siglo y la consulta de este mago se ha llenado de princesas extranjeras que quieren saber la forma m¨¢s r¨¢pida de trincar a un magnate del petr¨®leo; de financieros interesados en pegar un bocado de tigre a su socio capitalista; de arist¨®cratas con un orzuelo pertinaz que pretenden sacudirse el mal de Ojo; de pol¨ªticos que confunden la urna con la bola de cristal; de mujeres con una cuerna de catorce puntas que desean recuperar con un sortilegio a su marido pend¨®n; de viudas que buscan la f¨®rmula de ganar en el bingo; de jubilados solitarios a los que el moquillo les ha arrebatado el perro. La gente no es feliz. Y este mago tiene una visi¨®n para cada caso. Su gama de pron¨®sticos va desde la guerra nuclear hasta un problema de ves¨ªcula, de modo que una marquesa llega a este cuchitril de pitoniso para escrutar el porvenir de una testamentar¨ªa y sale con el diagn¨®stico de un c¨¢lculo de ri?¨®n; un embajador suramericano acude a los pies del mago con un asunto de desfalco y ¨¦ste le mira el iris y le adivina las hemorroides. Es un poco raro todo esto.
En la habitaci¨®n en penumbra, doscientos b¨²hos observan cada sesi¨®n con ojos pasmados, lo mi sino que la reina de Inglaterra desde la fotograf¨ªa enmarcada. Los duques de Badajoz tambi¨¦n est¨¢n all¨ª sobre el aparador, junto a san Judas Tadeo, que parece un rockero reci¨¦n salido de la peluquer¨ªa de los hermanos Blanco. El mago Araciel se aparece sentado a una mesa-camilla bajo la luz ¨ªntima de una l¨¢mpara y habla suav¨®n, entre golpes de risa tonta, con los labios h¨²medos de babilla dulce de confesor.
-Lo m¨¢s corriente son los casos de amor.
-?Y usted qu¨¦ les dice?
-Seg¨²n. El otro d¨ªa vino la querida de un famoso periodista, una se?ora con doscientos a?os y ochenta arrobas de peso.
-Y qu¨¦.
-Le dije que se abstuviera. Con ese tonelaje una no puede darse revolcones en la cama.
-Est¨¢ en su derecho.
-Es que a veces soy terriblemente malvado. O como el caso de la suegra de un important¨ªsimo banquero, una vieja de 92 a?os.
-?Qu¨¦ le pasa?
-Est¨¢ enamorada de un diplom¨¢tico negro y se quiere casar. Vino a que le echara el tarot. Confieso que no vi nada en las cartas referente a su boda. Y la se?ora fue por los salones largando de m¨ª. Dec¨ªa que yo era muy simp¨¢tico, pero que no ten¨ªa facultades. Al final la he hecho entrar en raz¨®n. De momento ha desistido de liarse con el negro para no darles un disgusto a sus nietos, que son unos antiguos.
Ensalmos entre raciones de lechuga
En el recibidor, en el pasillo, en el sal¨®n del apartamento, desde las ocho de la ma?ana, la clientela espera sentada infinitamente en las sillas y sof¨¢s chamuscados con brasas de cigarrillo o dormita de pie, recostada contra los tabiques. No es f¨¢cil llegar hasta all¨ª. El mago Araciel tiene el tel¨¦fono ahogado bajo un almohad¨®n y no contesta a las llamadas. Las visitas se conciertan con algunos meses de antelaci¨®n. Desde la salida del sol hasta las cuatro de la madrugada este hombre no cesa de echar ensalmos sobre la vida y la muerte, el amor, la enfermedad, la cartera y el destino de una gente infeliz, de alta o baja alcurnia, con un descanso de quince minutos para tomar unas hojas de lechuga. A media tarde hay veinte mujeres tiradas por los rincones de la gruta, con el r¨ªmel corrido hasta la quijada. El mago sale a veces de la alcoba y entonces se produce un clamor de s¨²plicas entre la devastada parroquia, que eleva los brazos hacia el or¨¢culo.
-Que os call¨¦is.
-Llevamos aqu¨ª siete horas.
-La princesa Von Lyons est¨¢ esperando seis meses a que la reciba y se aguanta.
-Por caridad.
-A callar, he dicho.
El mago pasea una dureza de diamante, va apartando fieles con el codo por el pasillo y el filo de su peque?a mirada gris hace enmudecer a los m¨¢s desesperados. Hoy es un d¨ªa relativamente tranquilo. El or¨¢culo despacha asuntos menores, por ejemplo, el caso de esta mujer que ha perdido todo cuanto ten¨ªa. Es una se?ora de buena culata, hundida en el sof¨¢, de pelo rizado, que se muerde las u?as con toda raz¨®n. Su marido es taxista y el tonto del bote a¨²n no se ha dado cuenta de nada, anda muy pancho por ah¨ª en el coche creyendo que tiene todav¨ªa las 800.000 pesetas en la libreta de la Caja de Ahorros. Pero ya no las tiene. Esta mujer las ha evaporado. Le ha ido dando tajadas al dinero, de veinte en veinte mil, para jugar al bingo a la hora de la merienda hasta quedar desplumada en un trimestre. A su lado hay una viuda que ve visiones. Dice que su difunto se le aparece por las noches cantando fragmentos de ¨®pera dentro del armario ropero. Aunque no es eso lo que la tiene alarmada. Se da la circunstancia de que su querido esposo era moreno, ten¨ªa sesenta a?os cuando muri¨® y adem¨¢s no sab¨ªa cantar ¨®pera, ni siquiera tararear un bolero. En cambio, ahora se le presenta sin avisar, con el pelo rubio, vestido de romano y con la cara del encargado de la carboner¨ªa. Aqu¨ª est¨¢ una madre que se deshace en elogios sobre la calidad del mago.
Pasa a la p¨¢gina 14
Viene de la p¨¢gina 13
-Hace dos a?os este hombre dijo que mi hija, reci¨¦n casada, se iba a separar. Y acert¨® con el margen de una semana.
-?Y ahora a qu¨¦ viene?
-Resulta que tengo otra hija que se me casa el mes de junio. Quiero saber qu¨¦ va a pasar.
-Es muy f¨¢cil. Si quiere, se lo digo yo.
-Vaya.
El mago Araciel tiene orgullo de clase y suele volar m¨¢s; alto, muy lejos de los cuernos de tercera categor¨ªa, de los dolores de p¨¢ncreas de una viuda de habilitado o del mal de amores de un aparejador. Lo suyo es la aristocracia europea, desde la princesa de trenzas rubias hasta el bar¨®n con un lobanillo en el cogote. Por esos parajes alfombrados se suele ver al mago Araciel planeando a media altura con la capa abierta, cloqueando una risa blanda. De pronto, se posa como un b¨²ho dulce en la ara?a del sal¨®n. Tambi¨¦n puede acudir al despacho herm¨¦tico de un presidente suramericano, si hay buena carnada. Las duquesas tienen un aura color malva con destellos azules. Los pol¨ªticos de rep¨²blica bananera presentan el cuerpo astral lleno de agujeros de bala. El cord¨®n de plata, que envuelve el perfil de los banqueros, lleva un punz¨®n de pantera coronada.
-Es gente simp¨¢tica, que quiere ser feliz.
-Como todos.
-Ellos m¨¢s. Necesitan amor y yo se lo doy. A cambio me colman de regalo. Dentro de unos d¨ªas me voy a M¨¦xico, invitado por la mujer de L¨®pez Portillo. Pondr¨¢ a mi disposici¨®n un hotel de cinco estrellas y un Rolls-Royce en la puerta. Me pasear¨¢ por todo el pa¨ªs como a un dios. Yo le mirar¨¦ el iris de los ojos y depositar¨¦ en sus manos toda la felicidad que se merece.
-As¨ª cualquiera.
-Algo tendr¨¢ el agua cuando la bendicen. Estoy alarmado, porque me llaman de todas partes. El presidente de Panam¨¢ me pide por favor que vaya a verle. El presidente de Colombia suplica en esta carta qu¨¦ no le abandone. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando aqu¨ª?
-Ni idea.
-Ya lo ve. La reina de Inglaterra me ha invitado personalmente a la boda de su hijo. Aqu¨ª est¨¢ la tarjeta. Si quisiera, podr¨ªa ganar seis millones de pesetas al mes, sin moverme de casa. Pero no quiero dinero. S¨®lo deseo penetrar en el coraz¨®n de mis amigos para ayudarles con buenos presagios.
-?Ha venido a su consulta el rey Juan Carlos?
-Oh, no. Ser¨ªa un esc¨¢ndalo que de pronto el Rey se presentara aqu¨ª. Pero no puedo negar que le he visto. Su hermana Pilar es muy amiga m¨ªa. Mire esta foto dedicada.
Hist¨®rico conglomerado de signos
En medio de este bebedero de patos, todas las princesas est¨¢n tristes. El caso no es para menos, con la cantidad de rojos que hay. Las duquesas tienen el coraz¨®n en un pu?o, las marquesas duermen con una oreja levantada, como las liebres, los pol¨ªticos sienten chapotear a los cocodrilos bajo la trampilla, los banqueros viven en una tienda de campa?a dentro de la caja de caudales. Ha pasado siempre. Los griegos, en caso de apuro, se iban al santuario de Delfos, sacrificaban un palomino y el or¨¢culo les soplaba al o¨ªdo la forma de salir del l¨ªo. Los romanos, a pesar de sus m¨²sculos de hortera, se licuaban patas abajo ante un cuervo que hac¨ªa un extra?o en el vuelo y entonces le abr¨ªan la tripa a un cabrito para consultar el destino en sus entra?as. Y as¨ª hasta llegar a Hitler, que ten¨ªa un brujo en n¨®mina, pasando por los astr¨®logos medievales librados por pelos de la hoguera, por los hechiceros de la selva que entraron en competencia con los misioneros. El marqu¨¦s de Araciel es una f¨®rmula perenne en este conglomerado de s¨ªmbolos, astros, cartas, esp¨ªritus, c¨¢balas, arcanos, en los que el ser humano disuelve su miedo a no llegar al fin de mes.
-Usted se va a forrar.
-?Por qu¨¦?
-Porque maneja un buen asunto.
-Yo no he hecho nada, s¨®lo he estado callado amando a la gente. Si quisiera dinero, tendr¨ªa la caja llena; aun as¨ª, tengo much¨ªsimo. Es alarmante.
La aristocracia es una clase desvencijada que guarda en la alacena de palacio los pasteles con moho de un domingo para otro, pero tiene el coraz¨®n muy sensible y necesita que un ser extraterrestre la consuele. La alta burgues¨ªa carece de liquidez y est¨¢ pidiendo a gritos el aval de un mago. El contribuyente medio s¨®lo piensa en ganar al bingo. La vida est¨¢ llena de misterio. El empleado de seguros le pone los cuernos a la mujer. En la playa de Torrevieja aparece de pronto un cad¨¢ver. La reina de Inglaterra sufre de insomnio. Gadafi est¨¢ fabricando una bomba at¨®mica con serrucho y martillo. A la se?ora marquesa le ha salido un for¨²nculo en el sobaco. El plantea Tierra va a entrar en la constelaci¨®n de Acuario, Un drogadicto le ha pegado un navajazo a un farmac¨¦utico. Un funcionario de Hacienda se ha quedado con la paga de todo el negociado y se ha fugado a Brasil. En la gruta del or¨¢culo, situada en un apartamento de la calle de la Princesa de Madrid, hay una espesa sombra de cortina y all¨ª en medio brilla la bola de cristal.
-?Para qu¨¦ sirve la bola?
-Para concentrarme. La uso poco. S¨®lo cuando quiero descubrir un robo o tengo que se?alar el lugar exacto donde va a aparecer un cad¨¢ver.
-?Ve en ella algo ahora?
-Las sentencias del juicio del 23 de febrero. Saldr¨¢n trece a?os para los principales encartados. Despu¨¦s, con la visita del Papa, todo quedar¨¢ en nada. Y la gente se olvidar¨¢.
-?Y la democracia?
-Inmejorable. Tiene un porvenir de doscientos a?os. El golpe de febrero lo pararon Giscard y la reina de Inglaterra. Llamaron por tel¨¦fono al Rey y le dijeron que llevara cuidado, que. detr¨¢s de todo aquello estaban los rusos.
-Me lo tem¨ªa.
Un mago censado, con su nido en la calle Princesa
La vida est¨¢ llena de misterio y apenas te descuidas los esp¨ªritus levantan las patas de la mesa. Diego de Araciel, mago censado, es un se?or de sesenta a?os contados a bulto, de buen corpach¨®n, con la cabeza de pu?al dorado. Tiene la boca fina, un poco h¨²meda y te mira con ojitos sesgados, de reflejos grises entre las pesta?as cortas. Se agita con ademanes de loca sublime y r¨ªe sus propios ¨¦xitos, sus visiones en la diana, con una carcajada blandorra, como reina Ad¨¢n antes de comer manzanas. No tiene p¨¦rdida. Est¨¢ encaramado en un apartamento de la calle de la Princesa de Madrid, en un edificio con ascensores de astronauta llenos de suramericanos. Se llega a su nido por un pasillo de moquetas cargadas de electricidad. Apenas se empuja la puerta, sale una bandada de esp¨ªritus domesticados, que se dejan el plumaje en el dintel. Esos ya no vuelven.
-?Diego de Araciel?
- Aqu¨ª.
-Qui¨¦n da la vez?
-Servidora.
Servidora puede ser una marquesa de cuatro tenedores o una viuda de brigada de la m¨²sica con un bolso de pl¨¢stico lleno de recetas del seguro. Por aqu¨ª pasan presidentes de consejo de administraci¨®n, embajadores rubios, ex dictadores mulatos, rusos blancos con perro afgano, pretendientes al trono de Mongolia, coleccionistas de esquelas. Ahora la clientela dormita en los sof¨¢s despu¨¦s de una espera desde las ocho de la ma?ana.
Dentro est¨¢ ¨¦l, mirando fijamente los ojos de una anciana entre b¨²hos y fotograf¨ªas de reyes. En el pasillo abarrotado de m¨¢scaras se percibe un olor pesado de anh¨ªdrido carb¨®nico. Hay un tipo de media edad sentado en el suelo, con el cuerpo astral en carne viva.
-?Usted qu¨¦ le va a pedir al rey mago?
-Despu¨¦s de aguantar siete horas aqu¨ª ya s¨®lo esper¨® que la gr¨²a no se, me haya llevado el coche.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Manuel Vicent](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F27a99c12-b26e-43e9-b1e5-7e8491d81e69.png?auth=7c48523ab8d4dc1597a572ebf80a1136d1221b4ce17dbe1d10cde90e6d6d4ab6&width=100&height=100&smart=true)