Como una novia en la escalera
Parte de la Prensa extranjera, en informaciones y comentarios espor¨¢dicos, pero que llegaron a la nuestra magnificados y desconectados de su contexto, ha especulado con el car¨¢cter no suficientemente solidario con lo europeo de las primeras reacciones gubernamentales espa?olas en el conflicto de las Malvinas. En especial, por lo que se refiere a los votos en el Consejo de Seguridad y en el Consejo de Europa. Por su parte, el Gobierno contraataca. En los medios de informaci¨®n que le son m¨¢s afines se transmite, en los ¨²ltimos d¨ªas, mensajes m¨¢s o menos subliminales de la gallard¨ªa e importancia de la acci¨®n del Gobierno, en verdad gris, lenta, si bien prudente y, l¨®gicamente, desconcertada ante situaci¨®n tan grave y por casi nadie prevista.Creo que la utilidad de un an¨¢lisis no reside en criticar o elogiar tales comportamientos, sino en traer a luz c¨®mo el conflicto de las Malvinas confirma, o por el contrario, invalida, o bien impone rectificaci¨®n parcial, a los principios que expl¨ªcitamente han sido presentados como eje de la coherencia de la actual pol¨ªtica exterior espa?ola.
Los efectos concretos
La guerra del fin del mundo ha producido ya efectos de enorme alcance. Pone sobre el tapete la licitud y cordura de pretender alcanzar mediante el empleo de la fuerza una reivindicaci¨®n bien fundada jur¨ªdica e hist¨®ricamente y encuadrada en una de las ideas fuertes de nuestra ¨¦poca: la imposibilidad de la subsistencia de secuelas imperiales y la irracionalidad que supone empecinarse en la negociaci¨®n, bajo pretextos, de llevar a cabo en tiempo ¨²til la descolonizaci¨®n. Plantea, tambi¨¦n, la irresponsabilidad de una escalada en el uso de la fuerza por quienes -sin raz¨®n suficiente en el tema de fondo- fueron objeto, indudablemente, de una primera agresi¨®n. Arroja ante nuestros ojos at¨®nitos el hecho de que ya no hay guerras peque?as, ni caben intervenciones de pol¨ªtica de ca?oneras. Denuncia los efectos de la venta de armamento en cantidades enormes -por valor de 500.000 millones de d¨®lares en 1980-, en un 90% al Tercer Mundo y a los pa¨ªses de desarrollo medio. Dibuja, en gruesos trazos, los peligros de la militarizaci¨®n del pensamiento pol¨ªtico: la supuesta suficiencia de los an¨¢lisis estrat¨¦gicos la sumisi¨®n de los datos culturales, humanos, de cultura, a un planteamiento de ajedrecistas sobre qu¨¦ gambitos y qu¨¦ respuestas inclinan el equilibrio global en favor de uno u otro de quienes propagan esta visi¨®n escalofriante, que se salda en tragedias, pero que se acerca a lo rid¨ªculo. Aparece de nuevo, como los reg¨ªmenes totalitarios, como la Junta argentina, amenazados por la crisis, el caos financiero y la progresiva vertebraci¨®n de las fuerzas por la libertad y el cese de la represi¨®n, repiten una y otra vez en la Historia la operaci¨®n de la huida hacia adelante, agarr¨¢ndose a una causa sentida como nacional por los mismos que los soportan. Muestra c¨®mo la respetabilidad y el buen juicio de la clase pol¨ªtica de pa¨ªses con instituciones que son, dentro de lo relativo, modelo, pueden perder el sentido de la mesura y mostrar una alarmante tendencia a la simplificaci¨®n, a la descalificaci¨®n del poder y a la voluntad del opositor.
Plantea, sobre todo, el tema de cuya justa y razonable soluci¨®n depende la paz, la estabilidad y la legitimaci¨®n ¨¦tica de nuestra era. Es decir: la consecuci¨®n de un orden mundial en el que los pa¨ªses emergentes -hoy sometidos al ruido y a la furia del desorden- jueguen un papel arm¨®nico.
La crisis de las Malvinas, en su planteamiento actual y en su evoluci¨®n posible tiene incidencia sobre: a) la viabilidad y ritmo del procedimiento elegido para obtener la reintegraci¨®n de Gibraltar; b) aspectos importantes del supuesto plan del Gobierno respecto a la forma de integraci¨®n en la OTAN; c) el clima que rodea a nuestras negociaciones para adherimos a las Comunidades Europeas; d) la necesidad absoluta de armonizar nuestros intereses europeos y nuestra vocaci¨®n, v¨ªnculos y comprensi¨®n de Latinoam¨¦rica.
El hecho de la ocupaci¨®n por Argentina del archipi¨¦lago, trasladando una cuesti¨®n de descolonizaci¨®n y un impulso irredentista al plano de la fuerza, tambi¨¦n nos ha hecho recordar el recurso de Espa?a al Consejo de Seguridad en 1975, ante la Marcha Verde marroqu¨ª, y nos ha advertido de la necesidad de que se establezca sin ambig¨¹edad la condena del uso de la fuerza, cualquiera que sea quien la emplea.
El efecto respecto a Gibraltar es, a corto, y tal vez a medio plazo, negativo. La utilizaci¨®n de la base para una operaci¨®n, que se ha convertido no en un apoyo a una acci¨®n diplom¨¢tica, sino en una escalada de fuerza, subraya lo inadmisible de la permanencia de una parte de nuestro territorio en manos ajenas. La acci¨®n militar potencia a los sistemas de apoyo, a las bases. Un Gibraltar brit¨¢nico con un hinterland perteneciente a la misma Alianza potencia a la base, y la base es la fuente de trabajo y renta de la poblaci¨®n, que desde la Constituci¨®n de la ciudad, de 1969 -citada, por primera vez, en un texto con firma espa?ola en Lisboa, en abril de 1980- tiene un verdadero derecho de veto frente a todo posible acuerdo anglo-espa?ol. Salvo que, establecida la paz, prospere en el Reino Unido el nunca perdido totalmente en Westminster buen sentido, el amargo poso de la aventura -con victoria, fracaso o arreglo- ser¨¢ por un tiempo mal consejero para la decisi¨®n sobre c¨®mo resolver el tema con Espa?a.
Nuestro lugar en Europa
Nuestra vocaci¨®n europea es indudable. Tambi¨¦n lo es que el europeismo constituy¨® una de las se?as de identidad de la reconstrucci¨®n de la democracia en Espa?a. Fue motor, y espacio de entendimiento, de la oposici¨®n democr¨¢tica de izquierdas y de derechas. Fue Europa un modelo. Vivimos la pol¨ªtica vicariamente durante la larga noche. Democracia y Europa se identificaron. De manera que nos volvimos acr¨ªticos. Casi era una doctrina de salvaci¨®n.
El Gobierno y su partido han intentado, en nombre de la congruencia, identificar Europa y OTAN. La OTAN era la llave. Tambi¨¦n la conclusi¨®n de la opci¨®n europea. Forzando la raz¨®n y las realidades, ocultando la tensi¨®n siempre existente entre las dos partes del Atl¨¢ntico, la relaci¨®n con Estados Unidos, la Alianza y Europa eran lo mismo. Tal globalizaci¨®n por parte del Gobierno espa?ol ha disminuido nuestra capacidad negociadora con Washington y, naturalmente, no ha allanado las dificultades de ajuste de la entrada de Espa?a en la Comunidad.
Las Malvinas han despertado una solidaridad europea muy positiva, y que hoy se matiza ante lo alto y lo brutal de la apuesta. En nombre de esa solidaridad, de un patriotismo europeo -sin duda m¨¢s sentido en Madrid que en Londres- aveces se nos pone alto el list¨®n. "Firme Espa?a el tratado de no proliferaci¨®n nuclear, restablezca relaciones con Israel, transforme su pol¨ªtica con el norte de Africa. Si no deduciremos, nosotros, europeos -pa¨ªses que siempre hemos entendido los intereses y conveniencias nacionales, a veces llamados sagrados- que le falta identidad europea".
Entre nosotros hay quien lo admite. Tratado de no proliferaci¨®n nuclear, Israel, norte de Africa, decisiones que habr¨¢ que tomar; pero tras un c¨¢lculo en libertad. Como todos los europeos.
"Que Espa?a no arroje sobre Europa la sombra de su pasado ib¨¦rico y americano". Sobre todo ahora, cuando un pa¨ªs europeo, por razones que gran parte de su opini¨®n considera leg¨ªtimas, arrastra a Europa en su propio desconocimiento de Latinoam¨¦rica.
Las Malvinas, su tragedia, su planteamiento, arroja una tremenda luz sobre el grave error de perspectiva del Gobierno y de su partido. Una potencia media, incluso en una alianza, debe evitar la globalizaci¨®n de sus intereses en base al solo criterio de c¨®mo afectan las situaciones al bloque a que se pertenece. Esta es la regla de todo Estado colaborador, aliado, que se respete y aprecie la dureza de la vida solamente conservando un ¨¢rea de decisiones aut¨®nomas se evita la satelizaci¨®n.
En su caminar, ideologizado hacia la OTAN y hacia Europa -m¨¢s r¨¢pidamente hacia la primera- , Espa?a se iba despojando de todo ropaje necesario, como una novia impaciente en la escalera. Si el Gobierno deduce las correcciones de su rumbo y estilo de este tremendo caso de las Malvinas, habremos avanzado mucho en el camino de una verdadera pol¨ªtica exterior nacional en la que todos podamos colaborar.
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