El joven profesional
El t¨ªtulo no se refiere al profesional de pocos a?os, sino al joven que ha hecho de serlo una profesi¨®n; es decir, al que, sin atreverse todav¨ªa a escribirlo en el apartado de trabajo en los formularios: "Oficio o profesi¨®n: joven", lo menciona en cualquier otro momento de su vida diaria: "Nosotros, los j¨®venes ... ". "Porque, siendo j¨®venes...". "Lo que los j¨®venes exigimos... ".La verdad es que pueden hacerlo. Desde hace a?os, creo que desde la Segunda Guerra Mundial, y debido a la mala conciencia de los adultos por lo que hab¨ªan hecho, la juventud ha dejado de ser una situaci¨®n de espera para convertirse en una fuerza propia, en un grupo de presi¨®n; casi, casi, en un partido pol¨ªtico. Se llama a los j¨®venes, se busca a los j¨®venes, se conf¨ªa en los j¨®venes...
... Y se vende a los j¨®venes. Porque el sistema, que es muy ladino, ha hecho suyo el consejo americano: "Si no puedes hundirles, ¨²nete a ellos", y en lugar de convencer a los muchachos de la necesidad de esperar su turno, ha dado mayor ¨¦nfasis a sus aspiraciones, empezando por los pol¨ªticos, que les llaman "la esperanza del ma?ana" y rebajan continuamente la edad electoral, y siguiendo por las campa?as del comercio. ?Qu¨¦ bonito es ser joven!, dice el eslogan de unos grandes almacenes. ?Qu¨¦ grande es ser joven!, ?Para ti, que eres joven!, prorrumpe otra propaganda. Y los rebeldes contra el sistema, los que gritan libertad contra el aborregamiento, desconcierto y cobard¨ªa de sus padres, se alinean disciplinadamente para comprar todo lo que la multinacional decide que necesitan, desde el pantal¨®n vaquero al chicle (los anuncios televisivos ¨²ltimamente s¨®lo presentan contoneos de nalgas o de mejillas, cada pantal¨®n m¨¢s ajustado que el anterior, cada chicle con m¨¢s cualidades gl¨®bisticas o anticaries que los dem¨¢s). As¨ª, el (o la) joven que veo en los pubs enfundado en sus jeans, coca cola en mano, alternando con el porro o coincidiendo con cierta dificultad degustativa, con el chicle, resulta que es un liberado / a de la monoton¨ªa y de la uniformidad de sus padres. Ahora s¨®lo le falta liberarse de la monoton¨ªa y uniformidad de sus compa?eros de mesa. A los ejecutivos, todos igual, tan afeitaditos, con sus corbatas, les han sustituido los estudiantes, todos iguales con sus jerseis vueltos y sus barbas...
La marcha de la juventud pidiendo su sitio bajo el sol est¨¢ en pleno auge. No hay quien se atreva a neg¨¢rselo, por miedo f¨ªsico o por temor a quedar antiguo. Pero se trata de un movimiento uniformemente acelerado. Lo curioso del joven que veo en la calle mirando con desprecio a los mayores -ya saben, carroza es el de cuarenta a?os; los dem¨¢s son canicas, "porque van hacia el hoyo"-; no se da cuenta de que d¨ªa a d¨ªa le est¨¢n comiendo el terreno sus propios cong¨¦neres; hasta tal punto se ha aferrado al concepto de que ser joven es algo fijo. Me contaba la hija de unos amigos -dieciocho floridos a?os- su estupefacci¨®n e ira cuando en el picadero donde montaba un chico de doce a?os se dirigi¨® a ella llam¨¢ndola de usted. "Casi le mato", me dec¨ªa, indignada. Le contest¨¦ que era mejor que fuera prepar¨¢ndose para muchos sustos de esta clase, porque para el mayor va bajando todos los d¨ªas, y el concepto de carroza se ajusta a edades cada vez m¨¢s bajas.
Pero la tragedia de la juventud como grupo de presi¨®n que es, como partido pol¨ªtico que casi parece ser, nace de la desintegraci¨®n natural a que obliga el paso del tiempo. Un militante del partido socialista puede seguir si¨¦ndolo a los ochenta a?os, pero un joven se da de baja forzosamente sin pedirlo ni ambicionarlo; en cuanto se descuida ya tiene que ingresar en el odiado y despreciado grupo de los viejos (hay una alternativa, claro, pero es peor). Es algo as¨ª como si un comunista, al llegar a los cuarenta, tuviese que darse de alta forzosamente en Alianza Popular.
Pasean por la calle, entran en locales con aire seguro de s¨ª mismos, conscientes de la fuerza que representan. Antes eran solo el futuro, pero ahora -gritan- son el presente. Lo malo es que pronto ser¨¢n el pasado, y otros, igual de vociferantes, igual de seguros, tomar¨¢n su relevo.
Y si alguien cree que esta deducci¨®n es fruto de mi despecho por verles circular tan guapos, tan fuertes y tan j¨®venes, tiene muchas posibilidades de acertar.
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