Las declaraciones del terrorista italiano Savasta ponen al descubierto los entresijos del 'caso Moro'
Ante el tribunal que juzga en Roma a los presuntos miembros de las Brigadas Rojas acusados de haber secuestrado y asesinado al l¨ªder democristiano Aldo Moro y a los cinco hombres de su escolta, Antonio Savasta, el terrorista arrepentido que fue carcelero del general norteamericano Lee Dozier, lleva hablando ininterrumpidamente m¨¢s de una semana, y se asegura que a¨²n emplear¨¢ otra semana para acabar su declaraci¨®n.
Si todo lo que ha revelado Savasta, que se ha confesado reo de diecisiete homicidios con una exasperante sangre fr¨ªa, resultara cierto, podr¨ªa decirse que ahora ya se sabe todo acerca del gran misterio del caso Moro, hasta los m¨¢s peque?os detalles.Por ejemplo, los restos de are na encontrados en el doblez de los pantalones de Moro despu¨¦s de su muerte. Fue muy sencillo Mario Moretti se present¨® un d¨ªa con un cubo de arena y salpic¨® con ella los pantalones que vest¨ªa Moro antes de su asesinato. Un simple truco para despistar a los investigadores sobre el lugar de su prisi¨®n. El presidente del tribunal y los jueces populares es t¨¢n acribillando a preguntas a Savasta. Savasta afirma con cierta iron¨ªa que hubiera sido muy sencillo a la polic¨ªa descubrir la guar¨ªda de Moro. El terrorista dice haber ido a los barrios de Roma e informarse en el ¨¢mbito del movimiento clandestino con total ?mpunidad. Con ello trata de demostrar que los controles no sirven para nada: "Yo mismo", afirm¨®, "fui detenido e interrogado tres o cuatro veces por la polic¨ªa, y no pas¨® nada".
Uno de los puntos m¨¢s delicados del interrogatorio ha sido el relativo a los contactos internacionales entre las Brigadas Rojas y las otras organizaciones terroristas internacionales o con los servicios secretos de otros pa¨ªses. En este campo, Savasta ha sido muy expl¨ªcito, pero tambi¨¦n. poco cre¨ªdo por el tribunal. Ha asegurado,que en Par¨ªs no exist¨ªa "ninguna agencia terrorista que distribuyera armas", que exist¨ªa s¨®lo "un grupo de compa?eros que nos daba ayuda econ¨®mica y trabajo a alguno de nosotros". Y por lo que se refiere a las otras organizaciones terroristas: "Las Brigadas Rojas somos como un rat¨®n a su lado; nos hubieran aplastado". Admite s¨®lo que la OLP ayud¨® con armas a la organizaci¨®n, y esto porque la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina "es un movimiento pol¨ªtico".
Al referirse a la financiaci¨®n de las Brigadas Rojas: "Nos autofinanciamos con secuestros y atracos", dice. "?C¨®mo se lo gastaban?". "La contabilidad era muy rigurosa. El sueldo del brigadista era de 30.000 pesetas mensuales, excluidos los gastos. Se daba ayuda tambi¨¦n a los que estaban en la c¨¢rcel. Y el gasto mayor era para comprar casas y para alquilarlas. Las armas eran siempre robadas o regaladas. Parte del dinero iba tambi¨¦n para corromper a los guardias de las c¨¢rceles y para todo el material necesario para los atentados y para falsificar documentos, y tambi¨¦n para viajes".
Otro punto crucial fue el de las revelaciones hechas por Aldo Moro en su prisi¨®n y sobre la autenticidad de sus famosas cartas a hombres pol¨ªticos, a los familiares, al mismo papa Pablo VI. Savasta afirma que tanto las respuestas a los intertogatorios como las cartas eran de Moro, pero que a veces eran retocadas por Mario Moretti, que era su inquisidor. "?Fue alguna vez drogado?", pregunt¨® el tribunal. "Jam¨¢s", dijo Savasta. "Sobre todo, porque pod¨ªa ser peligroso". Confirm¨® que Moro supo mantener a un alto nivel un debate pol¨ªtico, pero que "no hubo modo de arrancarle secretos".
Tal vez no es casual que en estos mismos d¨ªas el gran escritor siciliano Leonardo Sciascia, diputado radical y miembro de la comisi¨®n parlamentaria que investiga el caso Moro, haya hecho unas declaraciones explosivas que desmienten a Savasta, y todos saben que Sciascia es un buen conocedor del caso Moro.
Seg¨²n Sciascia, el secretario del Partido Socialista italiano, Bettino Craxi, tiene raz¨®n al afirmar que quien maneja las riendas del terrorismo italiano es el gran viejo, un personaje insospechado que vive en la legalidad. Sciascia afirma que no conoce su nombre, pero hace de ¨¦l este preciso identikit: "Un hombre m¨¢s o menos de mi edad, 61 a?os, un miembro de la resistencia antifascista, y consider¨¢ndola traicionada cree que as¨ª la contin¨²a; alguien estalinista en su coraz¨®n, aunque externamente acepte, con rencor, la l¨ªnea de Berlinguer y mantiene relaciones con los partidos del Este comunista".
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