El a?o de Mitterrand
"CAMBIAR LA vida" es una excelente frase de programa pol¨ªtico y de campa?a electoral. Resulta, sin embargo, algo dif¨ªcil de llevar a la pr¨¢ctica cuando ese programa se acepta o la campa?a pol¨ªtica termina con una victoria tan grande, tan profunda, como la que obtuvo Fran?ois Mitterrand en las elecciones presidenciales francesas, y el partido socialista, en las legislativas que las siguieron. Si se dice, ahora, que Mitterrand comenz¨® a cambiar la vida de Francia hace un a?o, la frase sonar¨ªa con un deje ir¨®nico y levemente peyorativo. La vida de un pa¨ªs no se cambia con facilidad, a veces ni siquiera la cambian una revoluci¨®n o una guerra, y hasta puede decirse que tras una dictadura de cuarenta a?os, totalitaria en el peor de los sentidos -en el de querer entrar no s¨®lo en la vida, sino en las conciencias de todos los ciudadanos-, la vida propia de una comunidad, la din¨¢mica de su comportamiento, es capaz de renacer y de continuar: as¨ª ha sucedido en Espa?a.Francia es un pa¨ªs de un pesado armaz¨®n de instituciones, c¨®digos y costumbres, de un hilo enredado de leyes y disposiciones escritas, y de una carga de comportamientos: es, dentro de su libertad de conceptos generales, de su individualismo y de su acendrada obsesi¨®n de pensar y de decantar su cultura, y hasta de su plasticidad para adaptarse a las evoluciones constantes, un pa¨ªs profundamente conservador. Un a?o es muy poco tiempo -es incluso una medida de tiempo rid¨ªcula- para el empe?o de cambiar la vida. Sin embargo, porque es lo habitual, hay que enfrentar a Mitterrand y al Gobierno de izquierdas con este primer aniversario. Quiz¨¢ su mayor m¨¦rito en el proceso emprendido es el de haber devuelto a Francia esa parte de s¨ª misma que hab¨ªa estado alienada por un plomizo poder de la derecha, a partir de De Gaulle y hasta llegar a Giscard; tal vez fueron ellos los que cambiaron o intentaron cambiar una cierta espontaneidad de vida de la naci¨®n francesa, y lo que puede haber empezado Mitterrand a hacer es solamente dejar que Francia sea un poco m¨¢s coherente con la imagen libre y creativa que ha proyectado en la historia. Simplemente haber abolido la pena de muerte, por primera vez: en su historia -una historia hecha tantas veces a fuerza de guillotinay de pared¨®n- es algo que corresponde m¨¢s a la imagen de Francia. El proceso de descentralizaci¨®n es tambi¨¦n un comienzo de deshacer los eslabones f¨¦rreos de Napole¨®n, que convirti¨® al Estado en tal instrumento de fuerza y de coacci¨®n -por su red de prefectos y administradores, personajes dobles de polic¨ªa y de contable- capaz de sobrevivir incluso a la forma m¨¢s abierta de democracia -y Francia ha mostrado m¨¢s de una vez su capacidad para ser la forma m¨¢s abierta de democracia que se haya conocido en Europa-. Por primera vez, tambi¨¦n -salvo en los per¨ªodos efimeros y controlados de los Gobiernos provisionales de la posguerra- ha llegado a admitir en su Gobierno a los comunistas (en el frente popular de Leon Blum, los comunistas fueron colaboradores y consultores, pero nunca ministros ni otros cargos p¨²blicos), y ello sirve, sobre todo, para mostrar que ning¨²n ciudadano franc¨¦s puede ser apartado de sus derechos pol¨ªticos por la pertenencia a un partido, y que no hay partido al que pueda marginarse de la vida nacional (sin olvidar que lo ha hecho en el momento m¨¢s bajo y m¨¢s sumiso del partido comunista en su historia: con m¨¢s beneficios que riesgos reales). El paro obrero no ha disminuido: el Gobierno alude, discretamente, a que ha disminuido su crecimiento en m¨¢s de la mitad. La econom¨ªa es muy discutida, y el trabajo de renovaci¨®n est¨¢ muy retrasado por el enfrentamiento relativo de los empresarios y de la burgues¨ªa tradicional: lo cierto es que el franco se mantiene, la relaci¨®n precios-salarios no es equilibrada relativamente a los a?os anter¨ª¨®res. Las relaciones exteriores est¨¢n lejos de representar la cat¨¢strofe que anunciaban las derechas: Francia sigue en buena relaci¨®n con Estados Unidos, pese a que ha tomado actitudes con el Tercer Mundo -El Salvador, Nicaragua- poco aceptables por Reagan, sin que haya sido a costa de su relaci¨®n con la URSS. Por primera vez, tambi¨¦n en la historia de Francia, un jefe de Estado franc¨¦s ha visitado Israel, y en esa visita no ha cre¨ªdo necesario resguardar sus pensamientos con respecto al problema palestino.
Hay otras cosas que Mitterrand no ha intentado siquiera cambiar: l¨ªneas muy definidas de la pol¨ªtica fran.ccsa que incluso est¨¢n por encima de sus Gobiernos sucesivos. Hay que lamentar seriamente que en algunos de esos planos haya por lo menos un par de tenias negativos para Espa?a. Uno de ellos es su comportamiento con los delincuentes de ETA y sus soportes en territorio franc¨¦s. A pesar de algunas detenciones, expulsiones y deportaciones realizadas en los ¨²ltimos d¨ªas, el procedimient¨® del Gobierno franc¨¦s para este problema es pr¨¢cticamente el mismo que el de los Gobiernos de la derecha anteriores.
M¨ªtterrand y su Gobierno lo disfrazan con su preocupaci¨®n por el derecho de asilo. Ciertamente es un derecho que Francia mantiene desde hace muchos a?os, y que la honra; pero el terrorismo escapa a esa protecci¨®n. Francia teme, sobre todo, que una actitud gallarda y linipia en este tema suponga la prolongaci¨®n del terrorismo en Euskadi Norte, en el territorio franc¨¦s. Cabe pensar que precisamente esa actitud acobardada es la que puede hacer que un d¨ªa el Pa¨ªs Vasco-franc¨¦s llegue a sufrir de iguales o peores situaciones: Francia est¨¢ dejando crecer a su propio enemigo por miedo a enfrentarse con ¨¦l.
El otro problenia es el bloqueo del ingreso de Espa?a en el Mercado Com¨²n. Es, ya queda dicho, algo que est¨¢ por encinia de la capacidad de un Gobierno: la fuerza electoral y la capacidad ofensiva del medio rural franc¨¦s son las que dictan esta injusticia. Se traiciona con ello el Tratado de Roma y los sue?os de una Europa ancha y libre en la que no pod¨ªa haber exclusiones mas que para los enemigos de la libertad. Cambiar la vida es algo que tambi¨¦n obliga a realizar lo dif¨ªcil, lo ¨¢spero, cuando se tiene en el horizonte una perspectiva amplia. Estos dos temas espa?oles de la pol¨ªtica de los Gobiernos franceses, mantenidos por Mitterrand, hacen que su retrato de aniversario tenga estos rasgos de mezquindad que quiz¨¢ sobresalgan,en otros temas de lo que puede ser un largo gobierno: no hay ning¨²n pron¨®stico que indique que Mitterrand pueda salir de la presidencia antes de los siete a?os constitucionales, ni que la mayor¨ªa pueda ser perdida antes de los cuatro a?os de la legislatura. El tropiezo de las elecciones cantonales descubre un poco el choque del ¨ªmpetu reformista de Mitterrand con la realidad del conservadurismo franc¨¦s. El presidente va a venir a Espa?a a fines de junio. Es siempre grata, siempre importante, una amistad entre Francia y Espa?a, un ref¨®rzamiento de los lazos. Pero ser¨ªa desgraciado que Mitterrand hiciese su viaje con su amplio s¨¦quito simplemente para intentar vendernos algo, para pretender algo de nosotros, si no trae en su valija algunas ofertas que hacer en los temas principales de un contencioso grave.
El saldo del socialismo atemperado, medido, de un a?o en Francia es m¨¢s bien positivo, teniendo en cuenta la peque?ez del plazo y la importancia del designio. Mitterrand sigue siendo una figura en la que albergar algunas esperanzas. El hecho cierto de que volver¨ªa a ganar las elecciones hoy mismo, si las hubiera, indica que su pueblo no ha visto desgastado su esfuerzo. Pero, a medida que pase el tiempo, le exigir¨¢ m¨¢s.
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