EI poeta Rafael Alberti record¨® ayer sus 'tardes de paz en el Museo del Prado'
El poeta Rafael Alberti, autor de la obra teatral Noche de guerra en el Museo del Prado, volvi¨® ayer -tarde de paz- a este para dar una charla-recital sobre su relaci¨®n con la primera pinacoteca, una relaci¨®n amorosa, una pasi¨®n marcada por la fidelidad. Volv¨ªa, seg¨²n dijo el director del museo, Federico Sope?a, a sugerencia del Rey.
En la inauguraci¨®n de la exposici¨®n de El Greco, el Rey se separ¨® del s¨¦quito y salud¨® a Alberti. El poeta contaba ayer que se hab¨ªan encontrado una vez m¨¢s: en Roma, en la embajada vaticana de la Plaza de Espa?a, donde el poeta hab¨ªa entregado a Don Juan Carlos una carta de los exiliados espa?oles en Italia pidiendo la amnist¨ªa para algunos compa?eros todav¨ªa presos. Al terminar el acto de apertura de la exposici¨®n en cuyo marco se celebr¨® la conferencia de ayer, el Rey se acerc¨® tambi¨¦n a Federico Sope?a y le sugiri¨® que invitara a Alberti a alguna de las charlas del museo, ¨¦l que tanto ha visitado y querido ese centro cultural.
"El primer visitante"
"Desde el principio de mi gesti¨®n", dijo Sope?a, "el nombre de Alberti estaba en mi lista, porque adem¨¢s de poeta y pintor todo el personal del museo le esperaba, desde el director a los conserjes. Es nuestro primer visitante, el visitante fijo y asiduo, el visitante por excelencia".All¨ª est¨¢ Alberti, la ropa clara de siempre, la melena de un blanco cada vez m¨¢s brillante: parece Alberti m¨¢s alto de lo que en realidad es y en sus ojos clar¨ªsimos est¨¢ apareciendo una expresi¨®n fija y como mal¨¦vola, quiz¨¢ algo parecida a los oscuros ojos de Picasso. Pero lo m¨¢s sorprendente de Alberti es la voz. Una voz que declama y lee y habla. Una voz llena de tablas, que representa con sorpresa muchos menos a?os de los que confiesa el poeta del 27.
Los a?os precisamente fueron los protagonistas de su charla de ayer. Era un discurso en el que Alberti contaba en teatro, teniendo como escenario los magn¨ªficos grecos reunidos en la sala nueva de exposiciones del museo, los encuentros y desencuentros que desde su m¨¢s temprana edad, desde la naciente vocaci¨®n por la pintura y la poes¨ªa, hab¨ªa tenido con el Museo del Prado. Mezclaba Rafael Alberti recuerdos e impresiones que sonaban a veces a la buena literatura de La arboleda Perdida, su autobiograf¨ªa, con otras mucho m¨¢s recientes, y hasta con poemas de su libro a La Pintura. Y entonces cambiaba la voz, y recitaba como ya no se recita, y sus versos largos, tan claramente del 27, tan maduros, tan cargados de nostalgia, tan hermosos, resonaban en las altas paredes de la galer¨ªa.
Una vieja historia de amor entre poeta y museo
Por sus palabras iba pasando del recuerdo de infancia al deslumbramiento de adolescencia, de la ausencia del exilio a la alegr¨ªa del reencuentro, porque a lo largo de todo su discurso lo que se estaba viendo era precisamente una historia de amor.Y se regodeaba Alberti en los colores y en los tiempos y, a partir de la pintura, buscaba Rafael Alberti sus ra¨ªces, que son las de la mirada mediterr¨¢nea, "las civilizaciones de lo azul y de lo blanco". Sus palabras resonaban en los azules "ponzo?osos" de el Greco. Anoche fue su tarde de paz en ¨¦l Museo del Prado.
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